El seranu

Nunca se olvida

En una de las poblaciones de nuestra querida comarca, en fechas pasadas se ha ido, una mujer, que mucha gente quería y admiraba. Hace años, regentaba un negocio hostelero junto a su esposo, y muchos de los habitantes de nuestra querida Cabrera conocían. Trabajadora como pocas, dispuesta a escuchar y con la sonrisa en su cara que lo decía todo.

Se fue, como todos tendremos que irnos, pero hay personas que con su comportamiento son el ejemplo para los demás.

Mi querida Carmina, fue una mujer , para mi, especial. Recuerdo sus risas, sus consejos, su saber estar, el cariño que siempre me regaló. Fue una mujer muy afortunada, a pesar de los avatares de la vida y de su dura enfermedad. Afortunada, porque tenía a su esposo Manuel, un amor de lo más desinteresado, la cuidó con mimo hasta el final.

A pesar de sus ochenta y cuatro años, Manuel, no permitió llevarla a ninguna residencia, cuidándola cada día como nunca he visto a nadie.
Mientras podía ella hablar, le pedía lo que deseaba, él, con exquisita ternura, le daba todo. La sacaba de paseo, la llevaba de excursión por diversos lugares que ella pedía. Cuando la situación empeoró, y ya no podía comunicarse, él, le daba con ternura, de comer, incluso cuando se alimentaba por sonda nasogástrica, la cambiaba, la cuidaba con tanto mimo y atención que cuando a veces les visitaba, se me hacía un nudo en la garganta, al ver cuanto amor le dedicaba. Aplicaba crema, a su cuerpo, para que no tuviese escaras, a su cara para que la piel permaneciese fresca, como una flor, como el decía.
Y en cada gesto, no dejaba de sonreír y preguntar:
Mi cariño, estas bien , quieres algo más, y la besaba con tanta ternura…. Ella, en un principio, cuando la enfermedad lo permitía le sonreía y se acercaba para darle un piquito, su forma de agradecer todo lo que hacía. Cuando ya no podía hablar, Manuel seguía tratándola con igual cariño. Ella, con una mirada parecía decirlo todo.

En más de una ocasión me comentaba, que no la dejaría, que si se iba, él, la acompañaría, pues la vida sin su gran amor al lado, no le importaba.

En mis años de vida, no he visto a dos personas que se amen tanto. Es un ejemplo, para esta sociedad tan deshumanizada y para los que tuvimos el privilegio, de compartir momentos de su vida.
Recuerdo, aquellos lejanos días de fiesta, agotadores, donde ella, a pesar de tanto trabajo, permitía a Manuel, acudir a sus hobbis, aunque ella tuviese, doble esfuerzo.
Por eso, Manuel me comentaba en más de una ocasión: ¡Como no voy a adorarla, si ella siempre deseaba lo mejor para mi!. Tú, lo sabes.
Carmina ya no está y a Manuel, le va ha ser muy difícil seguir sin su amada.
Como bien decía: ¿ Que hago yo aquí, sin ella? ¡Es tan difícil dejar marchar a ser que tanto amas!

El tiempo dirá como le irá a Manuel, lo que si puedo decir, es que en todos los momentos, en los que compartí sus vivencias, por más que intento recordar, no consigo encontrar un solo enfado, sino un amor inmenso, que lo llenaba todo. Un sentimiento capaz de derribar montañas, un amor que desinteresadamente lo ha dado todo, sin dejar nada para si. Ese amor, por lo que merece la pena vivir, ese, que es el motor del mundo. Ese, que perdurará en el tiempo, por toda la eternidad y por mucho que pase NUNCA SE OLVIDA.