El seranu

Noche de ronda

La mano temblorosa, aprieta el cayado, la tez surcada por toda una vida, con la mirada fija en la lejanía, suspira, al recordar aquellas fechas.

Con un deje de nostalgia, casi sonríe, al pensar en ello. Un espigado joven imberbe. Se le pone la carne de gallina, cuando acuden a su mente las notas de garganta que otros jóvenes, como él dedicaban hermosas canciones, a sus bellas enamoradas.
La luna llena, invita al recuerdo. Cada vez oye con más nitidez, aquellas lindas melodías que de mozo también cantó.

Sobrepasa ya sus noventa años, y.. rememora, aquella primera vez, que animado, por otros como él, fue a rondar a su querida Elisa.
Fue un amor platónico, de esos que dejan el corazón hecho trizas, inexperto como era, creyó agradar a la dama, pero lo que consiguió fue todavía más indiferencia.

Por aquellos años, raro era el hombre que enamorado de alguna mujer, no la rondase, y cuando todo estaba en silencio, unas notas brotasen de unas buenas gargantas. Si la solicitada, estaba también enamorada, el galán sabía de su ventura, al ver salir la damisela a la ventana. Por el contrario, si no era del agrado de la pretendida, lo que se podía encontrar era un buen chapuzón de agua.
Si la elegida , aceptaba la ronda, desde la ventana, observaba a los que poniendo todo el pecho, le dedicaban las canciones, alguna vez, los dueños de la casa con un gesto generoso, le agasajaban , con un trago y alguna vianda.

Después de haber aceptado la ronda, a la joven ,se le consideraba ya ennoviada, y no faltaba en cada rincón del pueblo, los comidilla por una temporada.
El galán solía visitarla, antes de llegar las sombras de la noche, a través de una ventana, o una compañía, que hacía las veces, de amiga y alcahueta.
Próximo el enlace, se leían públicamente, las amonestaciones (llamados, proclamos, o preclames, según zonas). Éstos debían leerse un tiempo antes de la boda, por si hubiese un impedimento para celebrar el enlace.

En los días anteriores a la celebración en algunos lugares, se informaba a todo el pueblo y quien lo visitase, quienes eran los novios, distribuyendo un reguero de paja ,de la casa de uno al otro. Y en algunos casos con un dibujo de un corazón en el centro del camino, si era posible de color rojo.

Todo eso se ha perdido, son muy pocos los que cantan a sus bien amadas, o más bien ninguno unas rondas, hoy hay otras escenas, pensaba.. apoyado en el cayado, un poco más encorvado. Recuerda como no, cuando años después de aquel rechazo, el sí de su querida Lola. Fueron muchas veces, los que deliberadamente buscaba el pretexto para cantarle a su amada.

Hace muchos años, que no escucha gargantas fuertes, que rompan la oscuridad callada, pero en su memoria persisten, aquellas noches de ronda, que hablaban, llevando el sentimiento que un corazón sentía.