El seranu

El reencuentro

Cuando aquel vecino de Yebra despertó de madrugada en su cama, recordó perfectamente el sueño en que estaba inmerso y que le había devuelto por unos instantes a Bélgica, aquel pequeño y gran país a su vez, en el que tantos cabreireses habían pasado los mejores y más duros años de la juventud.

Recordaba los numerosos años yendo y viniendo, siempre con aquella ilusión, siempre con aquellas ganas de prosperidad, aquellas idas y venidas en aquellos trenes plagados de emigrantes y de pesadas maletas y aquellos encuentros de gentes con sus vidas y con sus historias.

En su sueño había vuelto a revivir con nostalgia su llegada, su primer empleo a lado de su hermano como peones de la construcción y su primer patrón.

Aquel patrón llegado de Forna y casado con una mujer de Quintanilla y que tan bien les había recibido en aquellos duros comienzos.

Con él aprendieron lo que no sabían y hacía él y a pesar del paso de los años siempre les quedó un gran sentimiento de gratitud y de agradecimiento. Entre ellos surgió una bonita amistad, que él nunca pudo olvidar y que en numerosas ocasiones revivía en sus sueños y en sus recuerdos.

Pero como siempre es el destino el que une y desune, es la vida misma la que te enlaza y desenlaza y mientras el fornés regresó a España para afincarse en Vitoria, ellos se quedaron por unos años más en Bélgica para volver también con los años pero en este caso a Ponferrada.

Cuando los primeros rayos del día entraron por la ventana, su mujer ajena a sus pensamientos se levantó en aquella mañana de verano para preparar la merienda, aquel domingo asistirían ilusionados junto a toda la familia a la fiesta de la Cabrera que se celebraría en Nogar.

Subirían por el Morredero dejando atrás el Bierzo para ir adentrándose en la vecina Cabrera y tras atravesar varios pueblos llegar por fin a Nogar.

La gente acudía desde numerosos pueblos para celebrar una jornada de convivencia, entre música, bailes, y reencuentros a orillas del río que se deslizaba sosegado bajo un puente de piedra único e inmortal.

Y entre aquella multitud de gente, entre aquellos encuentros de unos con otros, de unas vidas con otras quiso ese mismo destino que más de 30 años después ellos también se volvieran a encontrar.