El deseado aguinaldo
Desde su más tierna infancia, y esa quedaba un poco lejana, Margarita, sintió deseos de acurrucar entre sus brazos a una niña. La vida la había colmado con cinco hijos, a los que adoraba, pero echó mucho en falta una pequeña. A ella, que era modista le hubiese gustado confeccionar vestiditos, y ponerle unos lacitos en el pelo, pero no pudo ser.
En el tercero embarazo, la cosa fue distinta que los dos anteriores , creyendo que ésta vez sería una niña, y nuevamente llegó otro varón y así hasta cinco. Con el quinto, dijo que ya no más, pues la cosa no tenía buenas perspectivas.
Cuando sus hijos fueron padres, la situación se repitió en cada uno de ellos, el primer hijo, tuvo dos chicos, el segundo seguía soltero, el tercero tenía uno, el cuarto tres y el más pequeño, otros dos. Por lo que Margarita, se resignó ,nunca podría tener una pequeña que siguiese la estirpe, ni acurrucarla en sus brazos, ni confeccionar su ropita.
Todos sus nietos, tanto unos como otros tenían parejas, algunas serias, otras, variaban, pero ninguno tenía en mente ampliar la familia, y eso que cuando iban a visitar a la bisabuela, cosa que hacían a menudo, ella, les dejase caer, alguna indirecta bien directa, pero nada, ellos ,seguían a lo suyo y de Margarita no se acordaban.
A punto de mediar los ochenta, tuvo un serio problema de salud, estando en el hospital casi dos meses. Le costó bastante recuperarse y en más de una ocasión pensó que se había acabado todo para ella.
En ese tiempo, en el hospital, en los momentos más complicados, siempre pensaba en una niña, la niña que nunca pudo tener en la familia.
Cuando estuvo recuperada, aunque le quedaron secuelas, uno de sus nietos le dijo que iba a hacerle bisa, algo que a ella la alegró enormemente. Es más, esa noticia parece que le dio vida y cuerda para seguir peleando por vivir.
Sus nietos no querían saber el sexo del bebé por lo que la bisabuela, estaba en ascuas por saber algo.
Al acercarse la hora del nacimiento, Margarita estaba más intranquila que los mismos padres. Como no sabían nada Margarita aún tenía esperanzas de que ésta vez, fuese la vencida.
Los padres, a los cuatro meses ya estaban enterados de que iba a ser un niño, pero viendo la ilusión de la bisabuela, optaron por callarlo hasta que naciese.
Los días previos al nacimiento, Margarita estaba más pendiente que nunca del teléfono, y si no la llamaban era ella la que con cualquier escusa lo hacía, para saber novedades.
El día que nació su primer bisnieto, Margarita tuvo una nueva decepción, volvía a ser otro varón, y aunque le alegraba mucho la llegada de otro miembro a la familia, le entristecía no poder acunar una niña.
Pasaron dos años, y Margarita, se había vuelto a poner enferma deteriorándose un poco, ella que se conservaba, muy bien. Se había dado por vencida, la niña aunque fuese una bisnieta, no tenía cabida en la familia.
Como la salud ahora era un poco delicada, cuando otro de sus nietos supo que iba a ser padre, optaron por no contarle nada a Margarita, hasta que fuese muy evidente el embarazo. Contaron además con la ayuda extra de la empresa en la que trabajaban ambos, la cual quería abrir una sucursal en otra ciudad, y habían sido seleccionados, par ir un año para la nueva sede, solo vendrían en fechas y días puntuales, con lo que no habría tantos inconvenientes.
Toda la familia quedó en no contar nada a la bisa, hasta que supiesen algo seguro, o mejor cuando naciese.
Como estaban fuera, fueron pocos los días que coincidieron con Margarita, con lo cual ella, no se enteró de la buena nueva, además todos hicieron piña, para no decir nada.
Se acercaban las fechas Navideñas, y como no, se juntarían en familia. Las de Nochebuena y Navidad, algunos de los nietos las pasarían en casa de las madres de sus parejas, por lo que hasta Año nuevo, Margarita, no estaría con toda la familia.
Nadie dijo nada del cercano acontecimiento y como estaban en casa de la madre de la nieta política , no se enteró de nada.
El día de Noche Vieja, cuando llegaron todos los nietos, y vio que la esposa del tercer nieto, estaba embarazada, algo que no se podía disimular, lloró emocionada, tenía miedo otra vez a que no se cumpliese su deseo.
Ya se estaban acabando las fiestas navideñas, cuando la víspera de Reyes, una llamada muy temprano, estuvo a punto de hacer que Margarita, entrase en sochk, su nieto iba a ser padre de una niña y le pondrían Margarita, en honor a la bisa.
Ni que decir tiene que ésta, no cabía en si de gozo, solo deseaba, que pudiese por lo menos acurrucarla en sus brazos.
Pocos días después del alumbramiento, la bisabuela, pudo hacer realidad su sueño, abrazar y acurrucar el cuerpecito de la pequeña Margarita. La niña era el mejor regalo que le dispensaba la vida a una mujer en el final de su existencia.
El más preciado regalo de Reyes.