La generación que se va…
Se va acabando una generación sin apenas darnos cuenta, esa generación que sin duda alguna ha sido y será la más sacrificada de todas, la más austera, la que ha vivido solamente por y para los demás.
Aquella que lidió con la dura y larga posguerra y que supo salir adelante desde la nada y sin nada va cayendo como caen las hojas de los árboles en el otoño, poco a poco, uno aquí otro allá, uno hoy y otro mañana, sin prisa pero sin pausa.
Aquella generación de padres y abuelos que desde niños, sacrificó toda su infancia ayudando en el seno familiar, ofreciendo una ayuda incondicional hacia sus padres y hermanos.
Ellos que apenas pudieron acudír a la escuela sacaron las ganaderías al monte sin importar las inclemencias del tiempo, trabajaron las duras tierras, los duros campos, llevaron los coches a los pueblos por primera vez cuando apenas había carretera y salieron al extranjero con una maleta llena de esfuerzos para poder sacar adelante la casa, ayudándose unos a otros sin descanso y de una forma desinteresada.
Se va aquella generación de pastores, de ferreiros, de costureras, de panaderos, de emigrantes, aquella generación del pasodoble y del lento, de la maniega y de la pañoleta. Se van con ellos los seranos, las siegas, la pandereta y el candil y con ellos su ejemplo de superación y de sacrificio.
Aquellos mismos que después se volcaron con sus propios hijos y con sus propios nietos… para que nada les faltara, se van yendo sin ruido, sin vacilación y sin reconocimiento.
Los años van pasando como se pasan las hojas de un calendario, como se van surcando las arrugas en la piel, sin esperas, sin sentir, y con ellos se va yendo una generación única, irrepetible e insustituible.