El seranu

Recoger lo sembrado

Con las primeras luces del alba, viendo como merman las horas de luz, es el momento de la cosecha.
Los esfuerzos de toda una campaña, las horas de calor agobiantes y cuando refresca la tarde, los incómodos mosquitos, que con un hambre asesina, no dejan de acribillar en silencio, incluso metiéndose en los ojos hasta cegarte.

Después de todo lo pasado, es gratificante encontrarse, con variedad de alimentos, que subsanan parte del año, o en casi su totalidad, llenando las despensas para, cuando lleguen las épocas frías echar mano de lo recogido, llenando los estómagos de los que con tanto mimo y esfuerzo se ha cultivado.

Cuando llegas las bajas temperaturas del invierno, los previsores, los que soportaron los inconvenientes de las jornadas de estío, ahora matan el tiempo, entre faenas básicas y contemplar las llamas de un gratificante fuego.

Éstos, dan gracias por todo lo cosechado, afianzando su confianza en los medios empleados.

También hay algunos, que pese a los esfuerzos llevados a cabo en su siembra, por motivos ajenos a su buen hacer, encuentran que por un pequeño descuido, ó por situaciones inesperadas, no tengan mucho que recoger o a veces nada; después de molestarse en trabajar y gastar sus energías en ello.

Para estos últimos, todos sus desvelos no han servido para mucho, las despensas no están todo llenas que debieran y cuando lleguen las jornadas invernales, poco pueden ofrecer a sus estómagos, si no es haciendo un desembolso, que en muchas ocasiones, no es posible.

Pasa lo mismo, con los individuos, que tratando de interactuar con sus congéneres, ofrecen lo mejor de si mismos. Dan todo lo que poseen, tratando de empatizar con situaciones que a otros toca vivir, poniéndose en su piel, y sin saber como, después de grandes sacrificios y renunciando a sus deseos muchas veces, se encuentran que todos sus desvelos no han servido para nada, más bien al contrario. Nadie ha valorado su trabajo, y su buen hacer profesional. De un día para otro, ven que han sido relegados a un segundo plano, tanto en sus empleos como en relaciones. A ellos no se les tiene en consideración, incluso a negársele el saludo.

En esos momentos la persona ignorada, se pregunta: ¿Qué ha pasado, que ha hecho? . Después de darle vueltas a la cabeza una y otra vez, se sienten inútiles, ninguneadas, viendo con un profundo dolor, que sus esfuerzos no han valido la pena.

Como en la cosecha, pocas veces se recobra más de lo sembrado, menos aún cuando el corazón y el amor propio van por medio.