El seranu

La vaqueira de la sierra de Vianzola (5ª y última parte)

Éste capítulo me vais a permitir que se lo dedique a mí querido papá, por todos los años que fue vaqueiro, pues era tan responsable y amaba tanto a todos los ganados, sobre todo a las vacas, que cuando tenían que votar en favor o en contra siempre salía él elegido. Por tal motivo fue vaqueiro muchos años seguidos cuando yo era niña y no tenían muchas tierras que trabajar.

Aquí voy a hacer una paréntesis, para contaros un ejemplo de quién era mi padre y su humanidad.

Cuando los de Robledo y los de San Pedro sembraban las tierras de trigo y centeno, los de Robledo ya tenían sus tierras casi todas segadas y sus morenas hechas, muchos de los que lo lean sabrán de lo que hablo,las morenas eran los mollos bien juntos y paradeados por si llovía, mientras se podían recoger para majar.

Mi papá se acostó a dormir su sagrada siesta de 20 minutos,ni uno más,ni uno menos.., cuando se levantó vio un pavoroso incendio en las tierras de las carlices que es así como los conocemos,y más cerca del río se llama valdezas. El fuego se venía acercando peligrosamente a las tierras de Robledo, él no lo pensó dos veces y con un calor de justicia, emprendió el camino a todo correr entre Yeres y Castroquilame, allí se dirigió al horno de la señora Eduviges por si tenía suerte y había alguien de Robledo..,y bueno la tuvo había un señor del pueblo y le tomó el relevo para avisar a los de Robledo, algunas morenas ardieron, pero bueno pudieron salvar la mayor parte de ellas..mi pobre padre que ya no era muy joven, pues yo era una rapacina ya grande, me acuerdo perfectamente y, cuando yo nací mi papá ya tenía 49 años eso os dará una idea, pobre estuvo enfermo del disgusto y el esfuerzo.

Robledo él señor que se llevó el atracón de la carrera era mi papá Amando.

Va por tí papá por las mojaduras de tormenta que allí pasaste, por los miedos pasados cuando estabas hasta un mes sin poder venir a casa.., sin ropa limpia y con poca comida, temeroso de que llegara gente desconocida y se metieran contigo, era normal tu temor papá, pero eras muy buena gente y nunca se acercaron a tí para hacerte daño con armas..,pues sin armas no como que no, con tu metro ochenta tus brazos largos y recios y tú 44 de pie no eras una presa fácil…

Pero una noche mi papá estaba solo como había estado toda la temporada, durmiendo en un somier y un jergón de hojas de maíz que era la cama de la chabola, tenían una media puerta alta y la otra media un saco de cortina, estaba tumbado cuando sobre las dos de la madrugada llegaron dos hombres que resultaron ser los «rojos» que así eran conocidos por todos ( no tengo ni idea el por qué le llamaban así) por mucho que he indagado no he encontrado la respuesta buena.., pues nada unos eran azules y otros rojos..levantaron el saco y le dijeron ¿eh estás durmiendo? Levántate ahora mismo…

Mi padre obediente pero haciendo que no se le notará demasiado el miedo, se levantó y le preguntó ¿Qué queréis..no tengo casi nada?

Sí algo tienes que te hemos vigilado y sabemos que fuiste al pueblo…

¡Enséñanos lo que tienes!

Bueno, tampoco traje mucho ya sabéis que no tenemos mucha abundancia de nada.

¡Venga saca lo que tengas!

Aquí está una hogaza de pan, un trozo de tocino y otro de unto con verdura para hacer el caldo…

¿No tienes ningún chorizo?

¡Más te vale que cuentes la verdad!

Mi padre desenvolvió de un trapo dos chorizos y unas latas de sardinas y se los enseñó.

Bueno dijo uno vamos a hacer el reparto, porque sabemos que tardarás en volver a casa.

Media hogaza para nosotros un trozo de tocino, un trozo de unto, y una lata de sardinas, los chorizos lo sentimos pero tenemos muchas ganas de comerlos..

Bueno lo que digan ustedes, yo nada les voy a decir…

Pasaron tres días y volvieron… eh ¿estás ahí?

Claro dónde voy a estar, pero no tengo nada para daros, ya lo repartistes el otro día les dijo mi papá.

Sal fuera, no te preocupes, hoy no venimos a llevar, hoy venimos a traerte, toma ésta pierna entera de oveja que hemos cazado ayer.., y estás cerillas por si las tuyas las tienes mojadas, haz una fogata cuecela y come bien que ésto se come sin pan, y no te preocupes hombre, que ¡a ti no te va a pasar nada que nosotros vigilamos!. A mí pobre padre creo qué nunca se le olvidó aquella noche.. ni el día en la qué comió carne fresca y, hasta creo que les rezaría por su salud.

Conclusión, ni los buenos eran tan buenos ni los malos eran tan malos y creo que cada uno cuenta la feria como le va en ella.

Hoy los pastos siguen siendo nuestros aunque está todo patas arriba, mi papá y sus fatigas, están en el cielo y yo aquí escribiendo y sin olvidarme nunca de tí valiente.
Gracias por permitirme hacer éste homenaje al hombre más honrado que he conocido. Besos papá.