El seranu

Cuéntame un cuento

Cuando aquella niña se sentaba en las rodillas de su abuelo a escuchar sus relatos sentía como se transportaba y se trasladaba a un mundo de cuento y de fantasía, y ahora con el paso de los años recordaba con mucho cariño y con mucha nostalgia.

Abuelo cuéntame un cuento le pedía ella una y otra vez …

 Aquella sensación sólo la experimentaba con él, con su abuelo, aquel hombre con su boina negra siempre sobre su cabeza y con la tez marcada por el tiempo y por la vida misma, la acogía y le relataba historias de su infancia, de su juventud, historias de pastor, de emigrantes que ella escuchaba atenta y embelesada mientras viajaba y viajaba a través de aquel libro abierto.

 Su vida no había sido fácil, había sido una vida dura llena de sacrificios, de trabajo y de penurias en mitad de aquella Cabrera en blanco y negro, pero él se las contaba con tanta ternura que a ella le parecía la vida de un verdadero héroe de carne y hueso.

Ella disfrutaba y él al mismo tiempo veía recompensada aquella dura vida que ahora compartía con aquella niña de ojos oscuros.

Y aquella niña le buscaba y le repetía .. abuelo cuéntame un cuento..

  Mientras él agarraba sus delicadas manos con las suyas, fuertes y surcadas por la vida, le iba narrando aquellas historias de su vida, de aquellas gentes, de sus rebaños, de aquellos pueblos y ella dejaba volar su imaginación  y recorría junto a él aquellos capítulos de su vida narrados en primera persona.

  Pasaron muchas horas sentados en los largos inviernos al lado de aquella cocina al calor de la leña, pasaron muchas horas sentados al frescor del reguero en las tardes de verano, y ella guardó en su interior todas aquellas vivencias como un tesoro indestructible al paso de la vida, al paso del tiempo.

 Ahora ella convertida en abuela no hallaba mejor manera de perpetuar aquellas historias que narrarlas una y otra vez a sus nietos como antes, como tantas veces había escuchado sentada en las rodillas de su querido abuelo.