Mi mejor regalo
Contaba aquella niña con siete años y vivía en el seno de una familia humilde como tantas otras en un pequeño pueblo en la Cabrera allá por los años cincuenta.
El invierno traía con él aquellas frías navidades en las que la nieve, los festejos, lo invadían todo, todo eran celebraciones y disfrute, y en especial para los niños. Y mientras todos ellos recibían de sus padrinos collares de higos, naranjas, bollos de pan y vestidos nuevos, aquella niña cuyos padrinos habían emigrado a las Américas se conformaba con lo que sus hermanos no dudaban en compartir con ella.
Pero en aquellos días recibe con sorpresa un pequeño paquete que viajaba desde León para ella, enviado por la maestra de la escuela. En aquel paquete envuelto en papel de periódico y atado con una cuerda se escondía para ella un tesoro, un libro de aventuras encuadernado y con ilustraciones.
Quizás haya sido el mejor regalo de su vida que hoy 60 años después recuerda con gran alegría. Le apasionaba la lectura, había aprendido en su humilde escuela a enlazar las palabras
unas con otras, a unirlas mentalmente, a deslizarse lentamente entre los renglones, a recorrer y perderse entre líneas y a sumergirse en las historias que allí se contaban.
Orgullosa se refugiaba entre sus páginas y volaba a través de sus narraciones, se dejaba transportar hacia mundos nuevos, llenos de aventuras de príncipes y princesas, de duendes
y de magia, viajaba hacia lugares nuevos y desconocidos, y leía y releía una y otra vez aquellas páginas que tanto la apasionaban.
Al calor de la vieja cocina, se empapaba de aquellas aventuras y pronto aquel libro encuadernado se convirtió en su mejor aliado, en su mejor amigo.
Era sin duda el mejor regalo que cualquiera podía recibir, un libro de cuentos y relatos que dejasen volar la imaginación.
Nunca dudó que su afición por la lectura que le duraría toda la vida naciese con aquel inesperado regalo en aquellas navidades de los años cincuenta.