A cantar el aguinaldo
Hace ya unos años, en la década de los setenta, quedó casi extinguida la tradición de cantar el aguinaldo.
La tarde noche de Reyes, en numerosas aldeas y pueblos pequeños, tenían por costumbre ir a pedir aguinaldo. Solían ser los más pequeños, revestidos, o disfrazados los que a ritmo de zambomba y de voces de chiquillada se acercaban a las puertas de cada hogar del pueblo, cantando villancicos, esperando alguna dádiva.
Normalmente todos aportaban algo en mayor o menor medida, según pudiesen y la generosidad individual dijera. Aunque también había alguno, los menos, que con malos modos, espantaban a la chiquillería sin aportar algún obsequio, y echando pestes en contra de ellos.
Primero se visitaba a los que con corazón generoso obsequiaban con todo lo que podían. El encargado de traer el saco, iba guardando las donaciones. Luego se iba haciendo el recorrido por todas las moradas, dejando para el final, a los que malhumorados y tacaños, nada ofrecían.
Allí se les cantaba, esperando la ofrenda, si esta no llegaba, era otra melodía la que se entonaba, para no dejar en buen lugar, a los que habitaban la casa. Incluso cuando las rimas entonadas eran altisonantes y no les dejaban en buen lugar, salían airosos, a correr a los pequeños, que se desperdigaban por entre las calles y callejones. Alguno, los más zopencos, al ser alcanzados recibían algún sopapo, por importunar a los dueños de los hogares.
Los que siempre colaboraban, repartían chorizos, longanizas, acompañadas de pan. Los más esplendidos, golosinas y unas perrillas para repartir.
Sin embargo, los que menos daban, eran en mayoría los que más tenían, quizás por ello lo tenían porque gastaban menos que un ciego en novelas, y regalar no entraba en sus planes. En el fondo eran unos pobres miserables, que pensaban que si regalaban algo, perderían ellos que siempre deseaban ganar.
Luego al terminar el recorrido, se hacía recuento de lo recaudado, si era algunas monedas se repartían, o se compraba alguna bebida gaseosa para acompañar los alimentos. Las viandas se comían conjuntamente al día siguiente en la casa de alguno, disfrutando del buen ambiente.
En estas épocas, ya no hay niños que corran por los pueblos, y menos por las grandes ciudades, en busca de un regalo, la mayoría les sobra de todo, esperan en casa deseosos la llegada de sus majestades,