El seranu

La niña y San Antonio

Cuando la niña tenía tres y cuatro años, sus padres tenían mucho trabajo en el campo, unas temporadas se recogían unas cosechas y en otra, otras.., en los pueblos siempre había cosas que hacer, sólo cedía un poco en los crudos días de invierno, pero aún así los ganados ( los animales de la casa) había que seguir atendiéndolos, con las fuertes nevadas pasaban días sin poder sacarlos a apacentar, así que había que hacer acopio de ramallo, y otros alimentos para esos días que no podían salir de la cuadra.

Pasado esos meses, llegaba la primavera frondosa por la lluvia y nieve, cuando venían los días de sol salían pastos por todas partes, los prados empezaban a resurgir a la vida creciendo su hierba para el alimento de las vacas un par de meses, después venía la veda, pues la hierba tenía que crecer para más adelante recoger.
También había cerdos, las cerdas parían y tenían preciosos cerditos.., pero aumentaba la necesidad de alimentos.

Por eso en la primavera había que aprovechar los ricos bocados que crecían en las orillas de los caminos, o en los prados que disfrutaban de humedad y salían carrizos tiernos, que igual a los pequeños como a los grandes cerditos les encantaban…

La niña iba de pastora con la pequeña piara casera, cuando hacía sol había que sacarlos a buscar comida.

Una tarde su madre llevó a la niña y a la cerda con sus cerditos a un prado que tenía ricos carrizos y otras plantas que a ellos les encantaban.

La niña quedó cuidando de ellos, mientras su madre vino a hacer el pan, pues su padre ya había empezado a calentar el horno, al venir hacia casa visitó a una señora en la que creía ciegamente.., para pedirle que le echara el responso a San Antonio, porque había dejado sola un rato a la niña con los cerditos en Valdecaselas.

La señora le dijo,
__ Marcha tranquila, no te preocupes que va a estar bien cuidada, la madre con ésa respuesta se quedó más tranquila.
La niña se quedó sentada en una piedra que había en la entrada de la rodera por donde se entraba, cuando al poco rato de estar allí llegó un anciano con un pantalón y una chaqueta vieja bastante sucia en color marrón y llenos de remiendos, también llevaba un sombrero marrón gastando y un callado grande o por lo menos a la niña le parecía enorme, el señor se sentó en la otra piedra de al lado.

Entonces llegó un perro grande que abría la boca y quería comer a un cerdito, pero el anciano le pegaba con el callado en el morro diciéndole. _ Déjalo que no es tuyo..El perro volvía a intentarlo, pero el anciano le volvía a repetir _ Déjalo que no es tuyo, el perro cedió en su insistencia y se retiró unos metros.
Así pasó un tiempo, hasta que la fueron a buscar.

La niña no tenía miedo, aquel anciano estaba sentado junto a ella, no le decía nada, pero le sonreía con calma, a la niña le llamó la atención, el señor, pues no lo había visto llegar, cuando lo vio ya estaba sentado en la piedra a su lado, sin saber de dónde había salido.

Cuando su madre llegó a buscarlos, se asustó mucho, pues vio al lobo a pocos metros..le chilló y él tranquilo le miró, ella siguió chillando al final él se fue tranquilamente.
Le pregunto a la niña si había tenido mucho miedo, ella le contestó __ No tuve miedo mamá, no estuve sola, ha estado un señor sentado aquí conmigo y sabes, le riño al perro que estaba ahí, porque quería morder al cerdito pequeñito…

La buena mujer no vio a nadie, allí no había nadie, la niña le decía, estaba aquí cuando llegaste¿no lo viste mamá? __No hija, yo no veo a nadie..,(al menos que fuera San Antonio) pensó ella, ¡¡porque por aquí no hay nadie!!

Caso real, los recuerdos reales de una niña que los recuerda tal cual pasaron, están fijos en su memoria.