La maestra
Se subió aquella joven maestra en aquel coche de línea que la llevaría por primera vez por tierras cabreiresas y como destino final de su viaje a Silvan.
El día era frío y soleado, y ella,entre lágrimas y tímidamente se sentó sin alejar la vista de sus padres que la habían acompañado hasta la estación.
Entre lágrimas la despedían hacia un destino desconocido y diferente que la aguardaba tras las faldas del Teleno.
Atrás dejaba su Astorga natal, una ciudad bulliciosa y en pleno apogeo para la época.
En ella se mezclaban todo tipo de gentes, de ferias, de mercados… que la llenaban de vida y de prosperidad en una época dura y en una España en blanco y negro.
Ya los romanos sabiamente habían elegido este enclave para dejar su huella tanto en su gran muralla como en los numerosos emplazamientos que en ella se encontraron.
Un cruce de caminos hacia todas partes , un punto de encuentro de culturas y de vida.
Los quintos abarrotaban el cuartel para cumplir el servicio militar, los colegios internos, los seminarios de curas, de monjas, daban ese carácter lectivo por todos los rincones y todo en torno a una estación de tren llena de pasajeros y de maletas que respiraba a emigración y a libertad.
Fábrica de tejidos y telares de mantas, fábricas de chocolate de mantecadas y hojaldres a los pies del Teleno y en medio de una imponente catedral, de un palacio obra de Gaudí y de numerosas iglesias.
Astorga era un auténtico hervidero de idas y venidas, de personas y de vida.
En ella se cruzaba el órbigo, con la Maragatería, con el Páramo, con la Cabrera, con el Bierzo, y con sus gentes
Atrás dejaba ese páramo de llanuras y tierras infinitas, prólogo de los campos de Castilla para adentrarse lentamente en las altas sierras y montañas de La Cabrera.
Y mientras tanto aquel coche de línea se iba alejando a través de aquella carretera imposible y le iba mostrando sus numerosos pueblos unos colgados en las laderas detenidos en el tiempo, otros a orilla de un río que transcurría en silencio, mientras observaba sus corredores, sus gentes y sus paisajes.
El paraje la fue envolviendo, las sierras la fueron recibiendo y el carácter de las montañas la fue conquistando poco a poco.
Los pasajeros iban bajando, unos aquí otros allá, y ella seguía sentada observando a través de los cristales todo los que aquellos paisajes le iban ofreciendo.
Llegó después de horas de viaje a La Baña y allí la esperaban unos mozos con una caballería para acompañarla hasta Silvan en donde fue recibida y acogida por todos.
Ahora las calles de su ciudad natal se habían transformado en caminos y calellos de tierra, sus casas de adobe y de teja eran aquí de piedra y de pizarra, y los grandes colegios eran ahora una humilde escuela.
Pasó tres años de su larga carrera en este destino, entre sus gentes y entre sus niños, entre rebaños y entre sus vidas.
Vendrían otros muchos destinos y otros muchos viajes … pero siempre recordaría con gran cariño lo vivido en aquel primer destino como maestra de Silvan.