El seranu

Junto al sendero

Desde uno de los cerros más altos, donde se divisa el valle, una figura cabizbaja, casi mimetizada, otea la parte baja de la ladera, parándose en cada recodo del sendero. Parece vigilante, a cualquier movimiento de lo que suceda en las inmediaciones y de lo que su vista alcanza.

Es difícil predecir la edad del sujeto, los días pasados por entre los riscos y al rigor de las inclemencias del tiempo, han dejado huella en su apariencia.
La ropajes desgastados, llenos de mugre, los cabellos revueltos con visos de no haber sido peinados en un cuanto tiempo, la barba descuidada, con la tez requemada, surcada por infinitas líneas , dando la apariencia de casi un anciano.

La rabia, y el rencor de hace tiempo, ha dado paso a una actitud esquiva y solitaria, apartándose de todo vestigio humano en lo que puede, para vigilar a cada paso, el movimiento del pequeño poblado en la parte más baja cercana a valle. Desde su posición privilegiada, en lo alto del cerro, franqueado, tanto a derecha como a izquierda, por unos blancos peñascos, se sienta y controla la zona.

Por culpa de malas personas en su día, fue acusado de fraude, robo y malversación, siendo el cabeza de turco, de una sociedad del que él era parte. Confiado como siempre, no dudó de los que componían la empresa y después de cinco años, cuando el negocio empezaba a florecer, no sin gran esfuerzo, un lunes cuando regresó al trabajo como de costumbre, se encontró fuera de la sociedad, y con una deuda de millones de euros. De un día para otro se encontró malversando el dinero, defraudando y robando organismos oficiales de los que no tenía ni idea.

Sus tres compañeros se habían largado con el dinero , mientras él, tendría que pagar por ello.
Así que sin perder tiempo, dio poderes a un abogado amigo , para investigar los sucesos mientras él se alejaba de la vida pública refugiándose, como un prófugo huido de la justicia, en una alejada aldea conocida y a bastantes kilómetros de la zona del suceso. Allí, en unas cuevas naturales, que nadie visitaba, y él conocía bien, pasaba sus días a la espera de noticias.

Una vez cada cierto tiempo, siempre en horas nocturnas y alejadas de los caminos principales, por una ruta alternativa al sendero a lomos de algunas cabalgaduras , recibía el sustento para vivir.

Ya llevaba unos años y demostrar que no era culpable de tales acusaciones, le llevaría algún tempo más. Por eso temeroso a ser encontrado por los que le habían engañado y con ganas de revancha, vigilaba desde su rincón la extensión completa del valle y estaba ojo avizor, cuando excursionistas o aficionados a rutas se acercaban demasiado a sus dominios.

Faltaba poco para que el juicio y la vista se celebrase, y mientras tanto permanecía escondido de los medios de información que con ganas de hacer carroñan en busca de noticias sensacionalistas no dejaban de inventarse historias, para hacer que los oyentes, se decantasen por lo escuchado, pocas veces real, y culpabilizar al que , tales medios designaban.

Si podía demostrar su inocencia, era una oportunidad para limpiar su nombre y dejar de estar en boca de una sociedad, que de antemano ya le había juzgado.

Hoy en las inmediaciones del pueblo, vio mas movimiento que de costumbre, atento a todo desde unos años, no le pasó desapercibido el despliegue de autos y gentes que iban y venían, aunque ninguno se aventuraba a adentrarse en la senda zigzagueante que bordeaba la colina.

Permaneció allí todo el día, con breves intervalos para abastecerse, y al caer la noche tomó más precauciones por si acaso. Estuvo atento a cada ruido, a los movimientos de animales que vivían en aquellas colinas, y aunque el cansancio ya hacía mella, se mantuvo alerta. Rayando el alba, salió de su guarida para bajar con suma cautela al lugar donde se encontraba, con los que le suministraban las provisiones.

Después de dar un gran rodeo , se acercó cauteloso al lugar acostumbrado. Allí al borde del sendero, encontró adormilado, a su contacto. Se acercó con cuidado y le zarandeó débilmente. Éste somnoliento se incorporó de un salto poniéndose en guardia.
Al ver cara amiga, se relajó y comenzó a relatar las últimos sucesos.

No era culpable de las acusaciones, pero faltaba por encontrar donde había ido el dinero, algo difícil de saber, ya que los verdaderos ladrones, habían tenido sumo cuidado, en borrar pistas, incluso cambiando de identidad.

Así que mientras el paradero del dinero no se encontrara, aunque no fuese el culpable, no dejaba de estar fichado, a esperas de que algún día apareciese, y ser de nuevo una persona libre.

Era una buena noticia, pero no le eximía de las dudas originadas con el dinero.
Por eso tomó la decisión de construir una cabaña alejada de cualquier población, viviendo de los recursos de la tierra, siempre vigilante, de cualquier sendero. Temía más a las personas, que a cualquier animal.

Mientras oteaba el sendero, pensaba…. los humanos son más peligrosos, que cualquier clase de fiera.