El seranu

El tornillo

Y entre aquellas estrechas calles de una incipiente y próspera ciudad como lo era Ponferrada, hubo una vez un pequeño rincón en donde tenían cabida muchos cabreireses que se sentían en él como en su propia casa.

Allí se comía, se bebía, se cantaba,se cruzaban unas vidas con otras, unos pueblos con otros, unas historias con otras, y siempre al aroma de un buen café y al calor de un matrimonio que lo regentó junto a su familia durante muchos años.

En aquel pequeño bar se compartían momentos, vivencias, se charlaba, se reunían unos con otros, y siempre bajo aquel ambiente cálido y acogedor en el que se respiraba Cabrera por sus cuatro paredes.

Entre aquellas calles estrechas y con un gran tornillo único e inconfundible colgado en su fachada se encontraban unas puertas siempre abiertas para todos y en su interior una
familia que siempre tenía una sonrisa para todos y en dónde todos los cabreireses eran bien recibidos.

El natural de Sigüeya,y ella de un hospicio, lograron hacer junto a sus hijos de aquel lugar un lugar especial, un punto de encuentro para muchos y que aún hoy perdura en la memoria colectiva de todos.

Tras la barra años de sacrificio, de duro esfuerzo, años de idas y venidas, de encuentros, de risas y de lágrimas, años ahora de recuerdos, de añoranzas y de extrañeza en aquellas estrechas calles de Ponferrada.