El seranu

El tesoro

Cuentan los más longevos del lugar, que en las inmediaciones que rodeaban el pueblo, siempre el boca a boca rememoraba en situaciones señaladas, que en algún lugar de las inmediaciones, se guardaba un magnifico tesoro esperando… a algún intrépido que supiese hallarlo. No pocos lo intentaron, pero sin que nadie lograse encontrarlo.

Tobías, muchacho ávido y osado, que desde el instante que había oído hablar de ello, no dejó de fabricar en su imaginación, como sería si encontraba dicho tesoro, se afanó en buscarlo. Todos sus estudios e investigaciones no dejaban de tener el mismo fin, siempre daban el mismo resultado final. ¿Dónde se hallaría el tesoro, tantas veces enumerado?.
De este año no pasaría, se repetía una y otra vez, mientras revisaba de nuevo cada lugar planeado desde tanto tiempo atrás, volviendo a comenzar de nuevo, por el principio, intentando no pasar por alto, situaciones, que por muy pequeñas que pareciesen, podían ser la clave de una pista fiable de la que tirar.
Dio una batida por la parte norte de la aldea, parándose en los pormenores de cualquier cosa que destacase sobre los demás, para no encontrar nada. Siguió con la cara sur, una zona boscosa y de difícil acceso, empleando en ello más del tiempo estipulado. A estas alturas, nada era considerado tan importante, como para olvidarse de lo que tenía entre manos. Ahora revisaría otra vez cada flanco de la aldea, al este y oeste respectivamente.
Comenzó por donde se esconde el sol, y aunque había algunos indicios de que tal vez esa era la zona más recomendada, después de pasar detenidamente por los lugares de nuevo, revisar puntos, mirar enclaves desde otro nivel, no acababa de convencerle. Se concentró en el lado este, que era el que le faltaba. Peinó la montaña de arriba abajo, y en todas direcciones, para darse cuenta, que no había ni el más mínimo indicio de nada, ni una sola pista en la que se pudiese intuir que por ahí, habría posibilidades.
Sin ninguna iniciativa que le indicase el camino, de que estaba en lo cierto, volvió sobre sus pasos, dedicándose a haraganear después del cansancio y el tiempo empleado.

Uno de esos días de calma chicha, que salir al sol, te derrite los sesos, tumbado a la sombra de la parra, mientras daba pequeñas cabezadas, se le ocurrió la brillante idea de mirar en aquella roca solitaria, la cual estaba muy próxima al cauce del arroyo, incluso en tiempo del deshielo y lluvia se sumergía casi en su totalidad en las cantarinas aguas del torrente. Ahora con esa sequía prolongada estaba toda descubierta, apartándose de la corriente.
Tobías, sin pensar siquiera en las altas temperaturas, salió en pos de la roca. No tuvo que andar mucho. A pesar del calor, caminar por la vereda del arroyo, le proporcionaba una brisa fresca que se agradecía. Él, obsesionado como estaba con dicho tesoro, no reparó ni en la brisa del arroyo, ni en el calor sofocante, que a esas horas caía sobre la pequeña aldea escondida en el valle.
Rodeó la roca unas cuantas veces, sin percibir ninguna abertura, en la que pudiese colocar, una palanca o cualquier herramienta que le favoreciese la labor. No quería tampoco pedir ayuda a nadie, si encontraba el tesoro, compartirlo no entraba en sus planes.

Declinaba el sol, dando paso a las veloces sombras que traían la noche, cuando después de limpiar, y relimpiar los contornos de la piedra, de repente, como si hubiese salido de la nada, una pequeña brecha, se adentra en la rugosa roca. ¡ Carajo, exclama alborozado!. ¡Sabía que tenía que encontrarte!.
Ahora, que estoy a las puertas del tesoro, pensaba… ¡ya no seré el cabeza rota de la María!

Para no alertar a los vecinos, que se reían de sus alocadas ideas, se fue camino de casa. Los habitantes del poblado salían a estirar las piernas, agradeciendo la refrescante brisa que venía del cauce del río.
Tobías dio un pequeño rodeo, para no toparse con sus pocos convecinos, sonriendo para sus adentros, mientras hacía planes con sus tesoros.

Cuando los demás se rendían al sueño. El joven, salió en pos de la roca, ataviado, con todo tipo de herramientas, y el mulo asido por el ramal. Después de muchas tentativas sin que la piedra hiciese animo de moverse, volvió a intentarlo, con más intensidad. Espoleó al mulo y a la vez empujó con todas sus fuerzas para ver si cedía la roca. Ésta como quejándose, se inclinó par precipitarse al arroyo, momento que aprovecho Tobías, para cercenar la soga que la unía al animal y no lo arrastrara con ella. En escasos segundos, impactaba en el arroyo haciendo un gran ruido. Observó un momento por si alguien lo había escuchado. Al cabo de un rato ató al animal a un fresno y comenzó a investigar el lugar donde estaba la roca.
En el asentamiento de la piedra, había otra más pequeña que tenía unas letras. Intentó descifrarlas con la ayuda de una linterna, pero no eran legibles, con la escasa luz y la tierra que la recubrían.
Acordó llevar al animal al establo, mientras perdurasen las sombras e ir limpiando el asentamiento, para que al salir el alba, en poco tiempo lograse acabar la tarea. Con las primeras luces del nuevo día ya tenía todo limpio y despejado, para encontrarse con un escrito que rezaba así:
EL QUE ME DE LA VUELTA HALLARÁ UN TESORO.
Tobías no cabía en si de alborozo, por fin, pensó!:
La proximidad del día le hizo espabilarse. Empujando una y otra vez con la palanca, consiguió voltear la piedra. Se agacho a escudriñar que había debajo, y empezó a cavar. Acuciado por la hora cavó sin resuello, para ver que cuanto más profundizaba, más pedregoso era el terreno, pero sin visos de ningún tesoro.
A punto de rendirse, le dio por mirar la roca, par ver otra inscripción. Como un poseso limpió de nuevo la piedra y al descifrarla, no daba crédito a lo que decía: GRACIAS A DIOS, QUE VUELTA ME HAS DADO, PUES YA ME CANSABA DE ESTAR DE ESTE LADO.

El joven Tobías, decepcionado y exhausto, se dejó caer al suelo mientras sollozaba, y maldecía quejándose de su mala suerte.
A partir de aquella desventurada aventura, tomó conciencia de que los tesoros no abundan, si acaso, con el trabajo de cada día, muchas dosis de tesón y si llegaba un golpe de suerte, aprovecharla, por que tal vez, no regrese…