El corredor
En numerosas ocasiones de sentaban aquellos dos niños en el corredor de la casa sobre aquellos tablones toscos de madera y bajo la protección de lastrones viejos de pizarra.
Allí contemplaban el firmamento en las cálidas noches de verano y soñaban en voz alta imaginando qué querían ser de mayores.
Bajo aquel manto estrellado, uno de ellos siempre decía que quería ser pastor como su padre y como su abuelo.. que quería un rebaño de cabras y ovejas para llevarlo todos los días por el monte, que las cuidaría, las trasquilaria y que aquello le traería riqueza y prosperidad.
El otro en cambio quería saber qué habia detrás de las altas montañas, al final de aquel cielo sembrado de estrellas, algunos decían que al final de todo estaba América, una tierra lejana separada por un mar inmenso.
Así pasaron muchas noches imaginando, fabulando, soñando, contando las incontables estrellas en aquellas noches de verano.
El pastor se quedó en el pueblo, se dedicó toda la vida a su rebaño, vivía la ganadería con pasión y para él no había otro mundo más que sus montes, sus majadas y sus valles.
El más aventurero salió y sí, pudo comprobar que detrás de aquellas montañas y tras el inmenso mar estaba América.
El paso de los años no impidió que tanto uno como otro se sentaran a observar cada uno desde su corredor particular el mismo cielo plagado de estrellas que tanto observaron de niños.
De una manera u otra y a cientos de kilómetros uno del otro, y a pesar de la distancia parecían estar unidos a través de la inmensidad del firmamento.