El trepa
Como un torrente que arrastra todo a su paso, anegando trabajos, sueños y quimeras, así concluyó la vida de tantos que, viviendo en épocas doradas, se creyeron intocables, sabiéndose libres de miserias, problemas y todo tipo de calamidades. Jesús fue uno de esos.
Ya de niño apuntaba maneras, no se dejaba intimidar, si acaso sobresalía, nada parecía menoscabar su integridad, y si lo hacía sabía muy bien disimularlo. Gran capacidad de sacrificio, con buen porte, dotes de mando y organización, culminaban en una personalidad fuerte, a la que nada afectaba. Por no hablar de su mirada, siempre escudriñando todo a su alrededor. Poseía fama de don Juan, algo en lo que acertaban, una sonrisa y un saber estar que no pasaba inadvertida.
Como es normal, a casi nadie era indiferente, unos para encumbrarlo, otros para hundirlo. A él nada de eso le importaba, ni a los que le adulaban, ni a sus detractores. Se mantenía firme en la vida avanzando en el camino trazado. Una vida que parecía estar a su favor, dándole oportunidades, que otros no encontraban. Bien es verdad, que él tenía muchas dosis de paciencia, sabiendo dar el golpe certero en el momento preciso.
Había salido de uno, de tantos humildes barrios de una gran ciudad, con más estrecheces que abundancias, a pesar de que sus progenitores trabajaban de sol a sol, sin que eso fuese bastante para él.
Desde muy joven, se hizo la promesa de llegar a lo más alto, sin que nada le parara. Sabiéndose importante, no dejaba pasar oportunidad, de la pudiese sacar partido. No tenía escrúpulos para trepar a consta de otros, beneficiándose de los méritos ajenos.
Cuando la mayoría, llegaba a duras penas a conseguir una estabilidad económica y familiar, él era dueño de un imperio, con empresas en múltiples sectores, rodeado a cada paso de mujeres de lo más variopinto, autos, casas y todo lo que se pudiese desear.
Nadie osaba llevarle la contraria, más bien todos ensalzaban su saber hacer y su dotes de liderazgo.
De los primeros negocios importantes que consiguió cerrar, en gran medida se debieron a su buena estrella, y a su falta de escrúpulos. No tuvo reparos en urdir un plan nada decoroso, para apartar a otros, que despuntaban, apropiándose incluso de sus ideas. Las primeras veces, algún pensamiento de culpa, rondaba su mente. Pasadas esas primeras ocasiones, ya todo fue rodado, si…despuntaba un atisbo de culpabilidad, sin vacilación tomaba las decisiones idóneas, para que todo estuviese bajo control y nada le afectase.
En los siguientes veinte años, prospero y subió más alto de lo soñado, componían su imperio, empresas y filiales, en casi todos los ámbitos y más importantes ciudades.
No confiaba en nadie, a excepción de si mismo, ni siquiera en algunas mujeres que creyó amar y le habían amado. Estas a pesar de tener una vida de lujos, no duraron mucho en su compañía, tal vez cansadas de una vida de posesiones, pero sin lo más importante.
Debido a las miserias de su niñez, nunca volvió a visitar las calles de su infancia, y casi nunca a sus seres más cercanos, avergonzándose incluso, en las pocas veces que con estos coincidía. Tan solo regresó para despedir a sus padres, en su último viaje, tratando de no ser reconocido
En los primeros años de su declive, viendo como avanzaba el preludio de la vejez, en más de una ocasión se encontraba, pensando en los pormenores de algunos momentos en los que sin ningún tipo de reparo, había hecho un negocio redondo, apropiándose de proyectos en los que otros habían trabajado duro durante años, para de un plumazo, ver como era otro el que se había adueñado de sus ideas. Algunos de estos terminaron con problema, hundidos al sentirse despojados de su esfuerzo, y viendo como su idea, era explotada por otro que nada le había costado.
Pero como todo llega, y como reza el dicho “a todo cochino le llega su san Martino”. Jesús, vio en pocos años como los problemas se le amontonaban, algunas empresas quebraron, por malas gestiones, otras no eran todo lo solventes como se creían, y en otras pocas se le acusó, de malversación de fondos y de cúmulo de malas practicas. Acabó en los tribunales, demostrándose malas praxis en sus empresas. A pesar de contar con unos con recursos que le permitían vivir, su prestigio había caído en picado. Aquellos que en épocas boyantes le adulaban, pasaron a esconderse de su presencia y a no reconocerle. Lo que había amasado durante décadas, de un plumazo se escabulló de sus dividendos. Ya no era imprescindible para eventos de gran calibre. Los llamados amigos desaparecieron. Quedándose solo con el cariño de su fiel perro, que afrontaba la última etapa del camino
Deseó regresar a las pequeñas calles de su infancia, pero la falta de valor, el miedo al rechazo, y por que no, su prepotencia se lo impidieron.
Al igual que su querido perro, espera una salida, dejándose bajar por la pendiente como un autentico cobarde, o luchar con fuerza, para comenzar de nuevo.