El seranu

La fiesta

Desde el comienzo de primavera, las fiestas de cada pueblo se sucedían cada semana, venerando a vírgenes, santos y santas según las tradiciones.
Languidecía, en sus últimas jornadas el mes de mayo, que contaba con un buen numero de celebraciones. Este año de principios de los sesenta, estaba muy en auge, acudir a las romerías que en localidades cercanas se celebraban. En esas celebraciones, eran donde los mozas y mozos casaderos, se encontraban afianzando relaciones que algunas veces terminaban en boda.

Olivia a sus diecisiete años recién cumplidos hacia planes, para acudir a la próxima romería de la Santísima Trinidad o Padre Eterno. Desde una vecina localidad, acudían un gran grupo de vecinos, con sus mejores galas, los más afortunados, comerían en casa de familiares o amigos, los que no tenían familias, llevaban simplemente una buena merienda, si el bolsillo lo permitía.
Ya temprano, los romeros desfilaban en grupos, acercándose a la ermita y santo venerado, buscando los mejores lugares para sentarse a la sombra, cerca del agua y no muy lejos del bullicio.
Los de más nivel económico, llegaban en algunos coches de la época, los demás en caballos, asnos, o la mayoría a pie, cargando con los alimentos que luego consumirían. Siempre algún vecino, que llevaba montura, acarreaba los bultos más pesados de los que no tenían tanta fortuna.
Otros quedaban previamente con amigos y conocidos, para sentarse juntos y compartir viandas, lo que no debía faltar
nunca era un buen vino y cerca una fuente, para refrescar las botas que casi todos llevaban, y los que no bebían alcohol, tener el agua cerca.
Después de la visita al patrón y asistir a la eucaristía, la fuente junto con la cantina, era un trasiego de gentes que iban y venían.

Oliva había convencido a sus padres que le trajesen unos retales, cuando acudieron a la feria en a Ponte Nova para hacerse un vestido, y una polvera para resaltar sus facciones, y tapar el color sonrosado de sus mejillas. No gastando más de lo debido, su madre le trajo un par de retales y una polvera de arroz. Cuando recibió los presentes Olivia se puso muy contenta. Vio las telas y cajita donde reposaban las partículas del cosmético. Comprobó en sus mejillas que el producto, fuese el acertado, así lograría disimular sus coloretes, que a ella poco le gustaban, y aunque no era tan como esperaba, ya que se cuarteaba al poco rato, no le quedó otra que conformarse.
Era una joven de bonitas facciones, los colores le beneficiaban, aportándole un rasco pícaro y a la vez dulzón, que a ella no le agradaba.
Cogió las telas, y se puso a tomar medidas, para confeccionar una falda y una blusa, que mentalmente ya había diseñado. Debido a sus temporadas de aprendizaje con una modista y a su buena mano con la aguja, en unos pocos ratos cosió sus ropas. La blusa era de unas flores estampadas en color morado, que combinaban muy bien con la tela de la falda que era de es mismo color.

El día señalado, se levantó pronto para echar una mano a su familia, cuando todo estuvo listo, se aseó y estrenó sus ropa nueva, acicalándose después para estar lo más guapa posible. Se miró en el espejo que pendía de la puerta del armario y se sintió satisfecha.
Comenzaron el camino, detrás del asno que su padre asía por el ramal. Tanto adultos como jóvenes iban contándose dimes y diretes de cada día. Olivia, por su parte, fantaseaba en su mente y soñaba con los muchachos que vería y se interesasen por ella. ¿Serían atractivos, buenos mozos, ricos etc,etc, pensaba….

Ya se divisaba la ermita, cuando el asno que conducía su progenitor, tropezó cerca del arroyo, en el tumulto con otros jumentos. En los márgenes, había un gran espacio de barro encharcado que para seguir la ruta había que sortear. Olivia volando en sus ilusiones, no se percató del alboroto, ni del barrizal, hasta hallarse encima, dándose de bruces, con semejante lodazal. Allí rebozada como una albóndiga y viendo como sus sueños se esfumaban, mientras se incorporaba, increpaba a su padre y las bestias.
¡Adiós a sus sueños y quimeras se pensaba… contando el trabajo de confección, y ahora desaprovechado!. Enfadada, descargaba su rabia contra los animales. Fue su madre la que con decisión tiró de ella, el resto se encaminaban a la ermita buscado sitio para la comida, mientras ambas se dirigía a la casa de su prima Isolina, que se disponía a comenzar la tarea de arreglo de su mal encarada imagen. Después de saludarse, pregunta:
¡Oh non contaba verte hasta ahora!, Non quedamos de esperarnos no Padre Eterno?
¡Si, contesta la madre de la joven, pero xa veis, como ven Oliviña!
¡Ah recondenadada nena, ¿pero que facías?
Tropezou na charca por culpa dos burros, e como está, nas alpabardas, ves como xe puxo.
Bueno, eu vou a mudarme, vos lavade a roupa, que se lave a nena, que poña esa bata vella miña, e mentra lle seca, eu ye tu,vamos a misa, ye o baile, ela, que espere hasta que este esto seco.
Olivia, no dejaba que repicar por lo bajo, mientras maldecía su mala estampa.

Salió detrás de su madre y la prima Isolina, ellas se encaminaron a la ermita, la joven a la fuente, allí como el barro estaba húmedo, con un jabón y un buen aclarado estaba reluciente. Colgó las ropas en la esquina del corredor donde le daba bien el sol, y la brisa las movía, para que al poco rato estuviesen otra vez, impolutas.
Al regreso de la dueña de la casa la muchacha planchaba las prendas para salir en pos de los suyos. Isolina la apuraba para que fuese en la compañía de unos vecinos que iban también de merienda.
Cuando llegó donde su familia, ya estaban a medio comer, pues no la habían esperado, creyendo que no llegaría hasta mas tarde.
Al terminar, junto con unas vecinas se acercaron a la ermita, donde en breve empezaría el baile.
Nada más llegar se encontró con un grupo de muchachos, que al verlas llegar revoloteaban por allí como moscardones, y al comenzar el baile, solícitos se acercaron a bailar con ellas.

No encontró en esa ocasión pareja, pero jamás olvidaría ese día, no por los amoríos, sino, por el bochorno y las risas de quien la acompañaban. ¡Mirándolo en el transcurrir del tiempo, los observadores, viendo su cara y sus ropajes, tuvieron que pasárselo en grande.! Ahora volviendo la vista hacia esos años, hasta ella sonreía