El seranu

El fuego

Y llegó con su manto de destrucción y desolación arrasándolo todo a su paso, sin piedad, sin perdón el más temible de los enemigos que arrasa nuestros montes y valles, nuestros pueblos y aldeas convirtiendo nuestro legado heredado en cenizas y en rescoldos.

Duele, nos resquebraja por dentro, nos arranca la piel, nos quema y sólo nos queda el sufrimiento y el vacío.

Si existe el infierno en la tierra éste ha llegado a nuestra vida para darnos donde más nos duele.

Nuestro paraíso terrenal se consume pasto de las llamas, nuestro aire puro se convierte en irrespirable y nuestro mar de sensaciones oníricas se convierte ahora en un paisaje negro infernal.

Cómo duele… cómo encoge nuestra alma… cómo la impotencia se adueña de nuestras vidas y lo cambia todo para siempre.

La desolación lo inunda todo, sin control sin medida.

Ni los héroes son capaces de sofocar tanta tragedia, ni su esfuerzo descomunal puede vencer la vorágine de su insaciable apetito.   

 Y todo gracias a la mano del hombre, a la dejadez del propio ser humano que siempre lamenta y nunca remedia.