A pesar de los problemas
Como cada persona conocida, o no, todos cargamos con una mochila, una veces más pesada que otras, pero todos en mayor o menor medida, llevamos una.
Carmencita, era una de esas tantas personas. Había nacido en el seno de una familia humilde, donde era la tercera de ocho hermanos. Los dos primeros eran varones, y en otros tiempos estos tenían unos privilegios.
El cabeza de familia, era transportista y la esposa debido a la fama de mujeriego que tenía, sin pensarlo dos veces, se agarro al volante de un camión para seguirle.
Los hijos mayores, los dejó con la abuela materna y la pequeña Carmencita quedó al cargo de unos tíos mayores, que no tuvieron hijos. Al principio los niños, estaban deseando que llegaran sus padres, para poder estar con ellos, además por los regalos que les traían. Cada vez la espera era más larga y se fueron olvidando…
Tanto la abuela, como los tíos se desvivieron por los niños y cada cierto tiempo los llevaban a verse.
Ni que decir tiene, que en todas sus vivencias los padres estaban ausentes, celebraron la primera comunión y los papás no acudieron. Ellos, se fueron acostumbrando y a pesar de sus carencias, recuerdan su infancia con cariño.
Al morir la abuela, los dos chicos mayores, se marcharon con los padres, éstos, se habían mudado de residencia y ahora con los últimos emigrantes se fueron a Suiza. Carmencita seguía con sus tíos a los que adoraba y ellos correspondían.
Cuando la dejaron al cuidado de los tíos la niña contaba solo seis meses de edad, por lo que éstos, llenaron de amor la vida de la pequeña. Los tíos se hicieron cargo de todo y de palabra quedaron que la niña sería la hija, que nunca habían tenido, a lo que los padres asintieron.
Al poco de cumplir quince años de edad, el tío falleció repentinamente, momento que los progenitores, aprovecharon, para venir y llevarse a la chica. La tía ya era mayor, como no tenía ningún documento, que avalase el acuerdo hecho años atrás, a pesar de sus súplicas y lágrimas, se llevaron a Carmencita. La niña tuvo que olvidarse de su tía y marcharse con unas personas, que aunque eran sus progenitores, no le unían lazos afectivos especiales. Aún así no dejaba de echar de extrañar a las personas que dentro de su humildad hicieron las veces de padres, sobre todo recordaba el mejor de sus cariños.
Cuando llegó a Suiza, se dio cuenta que sus padres la habían ido a buscar, para que cuidase a sus hermanos, unos niños que sabía que existían pero apenas conocía.. el más pequeño todavía era un bebé.
Iba al colegio, y luego era la madre de sus hermanos. Como echaba tanto en falta el cariño de su tía se escapó y tuvieron que venir a encontrarla a cerca de la frontera.
Esa escapada le valió una gran reprimenda, así que a pesar de su nostalgia y dolor, trató de centrarse en el colegio y lo que le asignasen sus padres.
Cuidó muchos años de sus hermanos y cuando pudo se puso a trabajar, para poder regresar junto a la persona que más la había querido. Ella, deseaba volver a la pequeña aldea, donde fue tan querida y feliz.
Aunque venía cada año de vacaciones, no era suficiente. Ella solo pedía cada noche, el mejor regalo, estar junto a su tía.
Como había sido querida y cuidada con cariño y atenciones, tenía unos principios muy sólidos, y trató de inculcar en sus hermanos, sobre todo los más pequeños, valores para desenvolverse en la vida.
Desde que pudo trabajar, aportaba parte de su salario, al igual que sus hermanos mayores, en el hogar de sus progenitores, y del que le quedaba trataba de ahorrar al máximo, para poder independizarse. Cuando lo consiguió tenía algo más de veinte años, algo, que no estaba nada mal para esa edad. Por eso, esas vacaciones cuando vino a España, se llevó a su tía con ella.
Los primeros días y la novedad hicieron que no echase en falta la aldea, pasados los primeros meses, empezó a a acordarse de su casa y de sus conocidos, pero sobre todo el no poder hablar con nadie, tan solo con Carmencita y su hermanos, pues ella no sabía el idioma. Tanto añoraba su tierra, que no hubo más remedio que traerla de regreso, y como ya era bastante mayor, contrató una persona para que cuidase.
Las obligaciones de la vida, hicieron que Carmencita, tuviese que marchar a Suiza y volver al trabajo, algo que le rompía el alma. Cada día la echaba en falta, en cada Navidad y cada verano regresaba unos días para estar con la persona que tanto la había querido, trataba de limpiar, asearla y dejarle todo en orden para que la mujer estuviese lo más cómoda posible.
Pocos años después regresó a la tierra que la vio nacer, deseaba pasar la última etapa de la vida con la mujer que tanto la cuidó y la que fue su madre. Pero como a veces las cosas son distinto a como se piensan, unos mese antes de volver, la persona que tanto se desvivió por ella se fue de este mundo.
Un día muy temprano cuando se hallaba en el trabajo, recibió una llamada, anunciándole la gravedad de la mujer. sola y con toda tristeza se metió en el coche y después de conducir largas horas y muchos kilómetros , llegó esperando poder despedirse de la persona que tanto amaba, pero horas antes, se había ido, sin poder decirle adiós.
Después de arreglar todo lo que le faltaba en Suiza, regresó a su querida aldea, y allí encontró el amor.
Sus padres vinieron para su boda, ella se quedó en España. Con su marido fue una mujer muy feliz, con la que tuvo dos hijas, su gran apoyo.
Los padres vivieron a caballo entre Suiza y España.
El progenitor falleció pronto, la madre vivió unos años, siendo Carmencita, la que cuidó de su madre, a pesar de crecer sin su cariño. Lo mismo hizo con sus hermanos.
Hoy tanto hermanos, como sobrinos y cuñados y excuñadas, a pesar de las diferencias, siempre tienen un lugar donde regresar, la casa de Carmencita, donde todos son una familia. Ella, a pesar de los momentos duros de su vida, siempre tiene una sonrisa y la puerta de su casa abierta, como la de su corazón, para seguir mientras la deje la vida, cuidando a toda su familia.
Sus hermanos, siempre han visto en ella, el ejemplo a quien seguir y una madre que ha cuidado de todos.
Carmencita en cualquier fecha, pero sobre todo en días especiales, está pendiente de todos. Ella es, cuando la conoces, de esos seres que a pesar de sus reveses, saben olvidarse de ellos, volcándose en ayudar a los demás, son una luz , que alumbran en tanta oscuridad y falta de principios. Son un gran regalo para los que necesitan, un hombro en que desahogar.
Carmencita y todas las personas como ella, son dignas de admiración y hacen un mundo mejor con su comportamiento.