El seranu

Volver para la despedida

Como tantos en aquel tiempo, con una infancia dentro de la normalidad, Catalina, como muchos de su entorno y de zonas cercanas, había tenido que irse junto a su esposo a buscar nuevos horizontes fuera de su comarca e incluso fuera de su país.

Debido a las dificultades económicas y al poco desarrollo de la zona, no quedaba otra opción que emigrar, para intentar por lo menos dar a sus hijos una vida mejor.
Se fueron para Bélgica, dado que había gente conocida de los pueblos limítrofes, y era como sentirse más cerca de casa. Allí como tantos otros estuvieron bastantes años, trabajando en todas las oportunidades que salían sin quejarse por nada, intentando que la estancia fuera lo más breve posible, ganar y ahorrar la mayor cantidad de dinero para poder regresar. Pasaron allí casi diez años, para luego instalarse definitivamente en España en la zona norte, donde no faltaban ofertas de trabajo, mayores y mejores que en otros lugares, incluida su querida comarca. Años más tarde, cuando ya había perdido parte de sus habitantes, la industria pizarrera ofrecía una nueva oportunidad, siendo de las pocas que se mantienen todavía..

Después de los esfuerzos realizados, en una dilatada vida laboral, llegó el merecido descanso. Los hijos, independientes, después de los estudios que les pudieron dar, enfrascados en encarrilar sus vidas.
Ese era el momento que tanto anhelaban, Catalina y su esposo, tener más tiempo para dedicar a su huerto, cercano a la ciudad donde residían y hasta se pudieron comprar una casita cerca de la playa donde pasaban largas temporadas. Además de eso, su mayor ilusión era venir un mes en verano , a recorrer las calles que de pequeños, tantas veces pisaron, parándose…, en cada rincón que ahora debido a esas explotaciones de pizarra en algunos lugares, se han modificado, o incluso desaparecido. Dejando en el recuerdo, como era en la forma original. En otros, las cosas han mejorado, siendo más fácil acceder a los lugares, lo que en otro tiempo, era algo más costoso.
Ese mes que residían en su pueblo de origen, los días se esfumaban, igual que el agua entre los dedos. Casi nunca conseguían realizar todo lo que se proponían, pero aún así, cuando se iban, llevaban la energía necesaria para aguantar hasta en nuevo verano, donde de nuevo regresarían.

Hoy, próximo el ocaso de la vida, una enfermedad, muy común entre la gente, pero no por ello menos temida, se ha instalado en el organismo de Catalina. Aunque no han faltado las operaciones, la quimio, y algunos tratamientos más, ésta, de nuevo ha sacado su artillería pesada, extendiéndose rápidamente, por el cuerpo de ésta mujer. Por eso este año, sintiéndolo mucho no ha venido en el verano, a su añorado pueblo. No ha podido sentir el fresco de sus noches veraniegas, y esos amaneceres limpios, donde todavía huele a aromas y naturaleza, donde la contaminación no ha llegado.
Ahora, va a ser diferente, Catalina, sabedora de su enfermedad, ha decidido, junto con su esposo, pasar una temporada, siempre que las consultas médicas lo permitan y cuanto todos los veraneantes se vayan reanudando a la rutina diaria.
Antes del otoño cuando los día aún son buenos y el pueblo vuelva a su monotonía, será el momento idóneo para regresar, deteniéndose , en cada rincón con una mirada nueva, llevando en su memoria, anécdotas, risas, tristezas, despedidas y llegadas de todas las personas que de alguna manera interactuaron con ella.

A veces, este recorrer de años que llamamos vida, nos lleva por otros derroteros de los que, un día se planea. Catalina, no fue ajena a ellos. Pensaba.. que ahora después de el trabajo que se comió parte de sus años, sería el momento ideal, para pasar largas temporadas en su tierra, y realizar los deseos que por creerlos menos importantes se aparcaron, para saborearlos, cuando llegase el descanso. Sin embargo, con asombro, se va dando cuenta, que en el momento que podía, ésta enfermedad como cualquier otra, gana protagonismo, para dejar de nuevo aparcado, lo que tanto se deseó. Con el saber que deja el paso del tiempo, pensaba Catalina, lo mejor es vivir en cada momento, todo lo que se desea, por muy simple que parezca, porque luego casi siempre, cuando es posible, surge otra cosa que de nuevo lo aplazará.

Guardará en su memoria, pero sobre todo en su corazón un sin fin de recuerdos, despidiéndose de cada cosa en su momento. Tal vez sea la última oportunidad que tenga, de ver todo con la paz y la sabiduría que la aceptación trae. Aunque en muchos momentos la resistencia a lo que debe ser, la haga batallar, a sabiendas de que en el final, siempre se pierde la partida. Pero Catalina, quizá por su forma de ser, quizá por la fortaleza que da la enfermedad, mira la vida desde otro prisma. Regresará en breve, y volverá a pisar las calles que la vieron nacer y que tantas veces transitó, intentando, no olvidar nada, llevando todo consigo. Y de nuevo ESE REGRESO SERÁ LA DESPEDIDA.