El seranu

Recordando

Aquella amarillenta foto, entre las manos temblorosas del que se sabe, en la última etapa de la vida, hacía despertar recuerdos en una mente casi dormida.
Llevaba algún tiempo en uno de los muchos lugares de descanso para mayores, llamados residencias o en tiempos pasados asilos.

De ser una mente brillante, ahora rara vez, conseguía hilvanar momentos coherentes, que despertaran, tanto a él como a los que le visitaban, alguna situación emotiva.

Esos recuerdos, que todos creían perdidos, con la visión algo opacada de la fotografía, que cada día escondía entre sus manos, tenía la facilidad de transportarlo a otra etapa de su vida, que hoy se perdía entre los rincones, y las curvas de su masa encefálica.
La miraba y manoseaba, dejando escapar una pequeña lágrima, que ni siquiera se molestaba en retirar.
Su vida había sido un compendio de vicisitudes, que como casi todas las vidas de la gente, hay que sortear, y llevarlo como mejor se puede. Pensaba…. en otros tiempos, en una vida fructífera, por todos los desafíos que había conseguido. Tuvo posición económica, disfrutó de momentos únicos cuando él era una persona influyente, que tenía poder. Debido al privilegio de tener acceso a la información verídica y real, que la inmensa mayoría de sus congéneres, casi nunca llega a conocer, filtrada a través de algún momento puntual, quedando lo importante en el tintero, solo para esa pequeña minoría que que se encarga de controlarlo todo.

Ahora la mayoría de sus días era una autentica monotonía, repetida del patrón del día anterior, si no fuese, por los flases que de vez en cuando se abrían paso a través de sus recuerdos.

Esa foto desgastada, tenía la virtud de conectarle con situaciones guardadas en su mente, que despertaban de nuevo el deseo por la vida.

Quien le contemplaba, se imaginaba momentos traumáticos que tuvieron que pasar por su existencia, para que de un día para otro, olvidara todo haciendo borrón y cuenta nueva, si no fuese por el retrato que guardaba entre sus manos.
En los días que una pequeñas luz se abría entre su mente, estaba activo e ilusionado. Si por el contrario una nebulosa recorría sus vivencias, se amodorraba y no había forma de sacarle una palabra. Podía estar diez horas seguidas, mirando para algún lugar sin ver nada, y sin siquiera pestañear.
En esos momentos de pequeños fogonazos de luz, pedía que esa vida que tanto le había dado y quitado, que le dejase ir, para de una vez por todas, apagar y deshacer tantos recuerdos.
Aunque día tras día permanecía atado, a ese cuerpo que se resistía a no ser nada. Poco servía tratar de no sustentarlo, aún en los momentos de rozar el límite, seguía peleando por mantener un hálito de vida, para seguir hurgando en esa herida que no dejaba de sangrar, y que, para purgar sus culpas, él se encargaba de no dejar cerrar.
Quizás, pensaba ilusionado, que sin tardar mucho, cualquier alba siguiente, trajese la paz que tanto necesitaba. Y así seguía jornada tras jornada, esperando lo que se demoraba demasiado.

Tuvo casi todo, ahora era un despojo humano, que por piedad pedía a gritos, acabar de una vez, pero esa vida que tanto disfrutó se encargaba, de no dejarle ir.
Cuando llegue el momento pactado, vendrá en silencio como un soplo y aquel despojo humano, se irá solo, como había venido.