Nostalgia
Ya no era la joven de antaño, sus sienes hacía mucho que habían plateado, en su hermosa tez de juventud, hoy, miles de surcos la recorrían. Apagándose el brillo en sus preciosos ojos esmeralda, mientras observaba la lejanía, echaba una vista atrás en el tiempo, para recordar, lo que en un soplo había sucedido.
Se acordaba, de sus comienzos algo difíciles, como la mayoría, y también …la vitalidad que a sus quince años poseía, nada era un obstáculo, ella podía con todo, era como un tren en marcha, tenía energía a raudales, incluso para regalar.
Recordaba… las dificultades, y las alegrías de su niñez. Su primer amor. Creyendo, ser el definitivo, para en un breve tiempo quedar olvidado.
Echaba en falta, a todos los que le habían precedido, y ya no estaban.
Pensaba… con un deje de añoranza en los tiempos de grandes utopías, donde cualquier idea por inalcanzable que fuera, era posible.
Llegaban a su mente retazos, de rostros lozanos, de miradas furtivas, de abrazos y besos, robados.
¡Desechaba la idea, pero sin querer, se colaba de nuevo en su mente, tantos recuerdos!.
Estando próximo el final, sus épocas doradas, no dejaban de asediarle, momentos vividos, cada vez más nítidos.
Sus manos, se dirían de una artista, hoy tenían vestigios de artrosis extendida, sin duda el precio de tantos esfuerzos y trabajos realizados, de fríos, de restregar la ropa contra la piedra de lavadero, aún en los días del crudo invierno. Era la mayor de seis hermanos, primero y luego la madre de cuatro.
De figura en otros tiempos altanera, hoy había decrecido con una curvatura que le hacía mirar hacia el suelo.
Recodaba con exactitud, casi toda su vida. Poseía una buena memoria, y en el largo recorrido nada había influido en opacarla, seguía clara. Y eso, que personas entendidas en el tema, lo aseguran, que el estrés obnubila la mente. Ella, que rara vez dejaba de estar de ese modo, debido a querer siempre ser perfecta y llegar a todo, pero aún así unas de las pocas cosas que conservab, era su memoria despierta. Quizás influyó que nunca dejó de ejercitarla, con un sinfín de ejercicios, o tal vez, la genética.
Todavía rozando sus noventa años, recordaba la primera vez que acudió al baile, con su vestido nuevo de lunares. Eran las cinco de la tarde de un día de finales de abril. La temperatura era cálida, y el sol entre nubes vigilaba, el baile en la campa cercana al río. El palco con los tres músicos que a ritmo de pasodobles, y boleros, incitaba a dejarse llevar. El muchacho, que dos años mayor que ella, la dirigía al compás de las notas, dejando que los ritmos marcarán el baile. Ella, azorada con su vestido nuevo, y su pelo ondeante al viento. Bajaba la cabeza, para no toparse con los ojos, que medio palmo por encima la observaban. Entre paso y paso, el corazón se desbocaba, la música ayudaba a contribuir a esa aceleración, pero bajo esa capa, los sentimientos intactos, brotaban como una cascada, difícil de contener.
Al llegar las sombras, la orquesta daba por finaliza la actuación de ese día. Por aquellos años, las verbenas en las pequeñas poblaciones, eran escasas, y como mujer decente, al anochecer se regresaba al hogar. Ella, quería seguir toda la noche, sus pies, deseaban danzar deslizándose con los acordes, de cada canción, acunada en los brazos de su primer amor.
Con la ayuda de las primeras sombras y los troncos de la arboleda, un furtivo y calido beso, atropelladamente, se dijeron adiós. Él saboreando los labios, ella respirando el perfume, que quedó impregnado entre sus dedos.
Solo recordar aquel suceso, después de tanto tiempo, hacía que se le erizase en bello, mientras una sonrisa añorada se dibujaba en sus labios.
¡Deseó…. tantas veces, haber retenido el tiempo!, pero éste, efímero se esfumaba entre los dedos. ¡ Como forjó ilusiones, creyendo que ese amor lo era todo!. Hoy repasando el momento, aunque lo recuerda con cariño, ve que no fue tan importante, pero eso… lo decide el pasar del tiempo. Aún así, en un lugar recóndito de su corazón, habita ese amor, en un pequeño hueco, dedicado solo a él, después de tantos años. Igual que dijo entonces, hoy sigue pensándolo: “Por muchos años que pasen, siempre habrá un espacio en mi corazón para tú recuerdo, ese rincón será solo tuyo, y mío, cuando sin querer, lo más insignificante traiga a mi pensamiento, aquel lejano recuerdo, y… sin si quiera darme cuenta, me encuentre mirándolo.
A ese amor le sucedieron otros, lo mismo de intensos en su momento. Como situaciones tristes, y otras tantas alegres.
En ese devenir de la vida, se fue llenando toda una historia, con momentos duros, con adioses tristes, con oportunidades unas veces aceptadas, otras queriendo cambiarlas. Con sueños… cumplidos, con otros por realizar, de deseos alcanzados, otros inalcanzables, pero en todos, ella hizo lo que mejor sabía en cada instante, equivocándose, para de esos errores aprender. Hoy mientras pasa una mirada, por su extensa y a la vez breve andadura, recuerda con mucho amor y un deje de añoranza lo que en ella vivió.
Siempre se añora; pensaba ella: Lo que por miedo se deja de vivir, y no aceptando el momento que se vive.