El seranu

Mañana

Mi tía me dice que soy la niña más bonita del mundo y yo siempre me quedo pensando un momento si será verdad. No lo creo, me parece muy difícil que sea cierto, pero, y si es verdad, ¿ella cómo lo sabe? ¿Se lo habrá dicho alguien? Si se lo ha dicho alguien, entonces lo sabrá más gente… Y si lo soy, ¿eso qué quiere decir? ¿Es importante? ¿Para qué sirve? Parece que es algo bueno, al fin y al cabo. Me gusta y no me gusta a la vez. Creo que, principalmente, me gusta porque me lo dice mi tía. Lo que me gusta es cómo me lo dice… Creo que quiere decir otra cosa en realidad. Y no me gusta porque me parece que si es verdad no podré ser otras cosas que quiero ser. Me quedo con eso, con lo que sale de mi tía cuando me lo dice. Eso sí es bueno, y entonces lo otro no importa tanto.

Mi madre me pone esta ropa con rayas y ha conseguido también estos calcetines. Le encanta. Las rayas de la falda y las de los calcetines no son del mismo color, pero así es mejor, combinan bien y yo voy con los colores más alegres del pueblo. No, creo que soy la única que va con colores por aquí. Sí. Todo es marrón y gris. Las casas, los caminos, la ropa. Y la gente también… Me gusta caminar por las calles, meterme por todos los pasos estrechos entre las casas, pero, sobre todo, me gusta ir por la calle grande, y me parece que los colores van más allá de mí y lo cambian un poco todo. A veces recorro la calle grande de arriba a abajo varias veces sólo por eso, andando, corriendo, en zigzag, para que mis colores contrasten con todo y se vean bien.

Antes no tenía flequillo. Nunca había oído esa palabra. La oí cuando mi madre le dijo a mi tía que me iba a poner uno. Yo estaba en la cama, pero estaba despierta, y las oí hablar. Me gusta irme a la cama, estar despierta y pensar. Los cuadrados de la ventana se ven en la otra pared, a veces más y a veces menos. No sabía lo que era un flequillo, se me puso una bola de impaciencia en la barriga y se me abrieron más los ojos. Me sonaba a plumas, no sé por qué. También decían que por fin iba a llegar la escuela al pueblo. Entonces pensé que mi madre me iba a poner algo bonito con plumas para estar guapa para recibir a la escuela. Creí que la escuela venía desde muy lejos, porque también decían que no entendían cómo había tardado tanto. Luego vi que la escuela no era una señora, es la casa donde antes vivía aquella mujer tan vieja que siempre estaba tejiendo cestos.

La que sí vino fue Pilar. Es una maestra. Siempre está triste y siempre tiene frío. Yo le llevo las piedras más bonitas que me encuentro y le gustan. Las va poniendo en una repisa de la pared y siempre me dice gracias. Las que más le gustan son las blancas, dice que esas no se llaman piedra, se llaman cuarzo.

Una escuela es una casa con muchas mesas y una maestra, los niños vamos por la mañana y la maestra nos enseña letras. Nos dice cómo se llaman, cómo se dicen y cómo se dibujan. A mí me gusta y mi madre me deja ir todos los días. Otros niños sólo fueron el primer día y ahora sus padres prefieren que hagan otras cosas.

Un día, por la noche, le dije a mi padre que en una lata donde guarda semillas hay una S, una A y una L. La noche siguiente, sacó unas hojas viejas de periódico que llevaba dobladas en el bolsillo y me dijo que le dijera más letras. Ahora ya las sé todas y ya le puedo decir también cómo se dice cuando se juntan. Es leer.

Ahora, cuando estoy pensando en la cama oigo cómo mi padre lee en la cocina. Oigo cómo chirría el trozo de ladrillo en la piedra del suelo. Dibuja las letras con un trozo de ladrillo en la piedra que hay delante de la chimenea. Es escribir.

Hace una semana se fue del pueblo y no vino hasta tres días después. Trajo cuadernos con muchas más letras. A mí me dio uno que también tiene dibujos. Son libros.

Yo estoy contenta, pero él no. Le ha cambiado la cara y ya no habla tanto como antes. Se le han puesto los ojos como si fuera un niño, pero un niño que no entiende algo. Es un niño perdido. Sólo vuelve a ponerse bien cuando mira a mi madre y mi madre lo mira a él. Seguro que han hablado de algo cuando yo ya estoy durmiendo y no puedo oírlos, porque al mirarse no dicen nada pero se entienden.

En mi libro sale una niña como yo. Se llama Alicia. Hay una palabra tan bonita que la voy a escribir en un tablón y lo voy a poner encima del cartel del pueblo. Maravillas. El nombre del pueblo no es tan bonito. No es nada bonito. El pueblo tampoco. Seguro que cuando le ponga ese nombre se convierte en otra cosa. Sí. Lo voy a hacer. Mañana.