El seranu

Los primos

Como cada verano, cuando finalizaban las clases y exámenes, todos los niños se alegraban, menos los que no habían pasado de curso. Estaban dispuestos a disfrutar del estío. Muchos se quedaba en la ciudad, llenando su tiempo de algunos deportes y hobbis.

Algunos venían al pueblo, para que tíos o abuelos los cuidasen mientras los papás trabajaban, esperando las deseadas vacaciones.

Los que vivían en las zonas rurales, podían ir al río a la piscina, si la había en su municipio, recorrer las calles y quedar con amigos para corretear y pasárselo bien. Otra parte de estos, tenían que ayudar en las labores del campo a su progenitores, o bien cuidando de los hermanos más pequeños.
Los primeros, trataban de llenar las horas con actividades, para estar entretenidos, y dejando a sus padres más tranquilidad en sus jornadas laborales. Aquellos que vivían en pequeñas ciudades o en zonas rurales, entre el río , quedar con otros chiquillos, los que venían de veraneo y algún familiar, lo pasaban muy bien.
Sin embargo los que por necesidad, tenían que ayudar en el hogar, no le era tan agradable. Cuando se podían permitir algún rato de juego, llevaban de carga a sus hermanos más pequeños y a veces, esos primos que venían de la capital. En los ratos que disfrutaban del juego, no faltaba oportunidad para que los más chicos, echasen por tierra el agradable momento de los mayores.
Si se jugaba al escondite, no dejaban de hablar o llorar, para que los que buscaban, los descubriesen. Si algún niño o niña, le llegaba su primer amor… esos más pequeños, saboteaban el más mínimo roce, amenazando con chivarse en casa.
Los primeros llevaban bien el verano, con algún contratiempo, nada preocupante.
Estos últimos lo tenían más difícil, pues no les llegaba el trabajo extra diario, si no que la venida de la familia en vacaciones, aportaba algún miembro más joven o igual al que vigilar. Intentaban en vano, poder tener unos momentos a solas, ya que entre unos y otros, no le dejaban ni un segundo, haciendo imposible el poderse escapar.

Y para rematar la cosa, los adultos llegados de la capital, no comentaban sin sorna, aquí si que estáis bien “primos”, vida en el campo, comida natural, total libertad, podéis disfrutar de la naturaleza, la tranquilidad…
Los aludidos que casi nunca tenían vacaciones, cuando salían en raras ocasiones, llevaban a sus retoños, o los dejaban unos pocos días para no molestar.
Cada año, se encontraban con la casa llena, sin haberlo pedido, trabajando más que nunca y cuidando de unos y otros todo el estío, mientras los recién llegados, vivían a cuerpo de rey sin echar una mano en nada.
Solo oír lo de «tranquilidad» ya los ponía en alerta, pues sin querer se sentían unos auténticos tontos, no en vano finamente los catalogaban de “Primos”.

A veces para descargar la rabia resoplaban por lo bajo, dejándolo correr. Era solo una vez al año…, Pero pensándolo; ¿Si se estaba tan bien en el pueblo, para que se habían ido?.
La verdad, no solo eran “primos” de sangre, los veían de tal modo.