El seranu

Los músicos

Los Músicos

A lo largo de la historia, en cada población de mayor o menor número de habitantes, se celebraban fiestas y celebraciones, y como no, allí estaban los Músicos. Un grupo de personas, formado por dos, tres y hasta cuatro o cinco en aquellas orquestas. Estos seguían la tradición de padres o familiares, la mayoría eran autodidactas, aprendiendo de oído debido a los dones que la vida le había regalado.

Había localidades que se caracterizaban, por el predominio de artistas entre sus moradores, y de allí salían bandas y pequeñas orquestas que amenizaban los festejos. La mayoría eran hombres, pues en épocas pasadas las mujeres no tenían cabida en tales faenas, ya que no estaba bien visto, aunque ellas, tuvieses dones para ello.

En una localidad de la parte baja del valle se celebraban las fiestas patronales, y como era costumbre fueron los mozos de la comisión los que se encargaron de buscar por la contorna una orquesta que les amenizase el evento.
De un pueblo cercano acudió un cuarteto , que tenía fama y caché para su tiempo, dejando al vocalista en plena recuperación de un problema de salud, por lo que harían un descuento pues las canciones solo serían a ritmo de melodía, repitiendo el estribillo en alguna canción, algo que no gustó a la concurrencia..
El grupo, lo componía el batería, con algunos problemas de audición, el saxo, el gaitero y otro que manejaba bien la acordeón.

Acompañaron a la procesión con melodías eclesiásticas, con descansos en medio para la oración.
Llegada la tarde, el baile empezó sobre las cinco, pues al anochecer, sobre las diez se paraba para cenar, y en poblaciones pequeñas no continuaba la fiesta . Fue en tiempos más recientes cuando se implantó la verbena.

El gaitero, al terminar la procesión, notó unos pequeños errores en el desarrollo de la melodía, pero pensó que se resolverían sin problema.
Al comenzar el baile de tarde se agudizaron, rompiendo en una de las costuras la parte del fuelle. Como llevaban poco tiempo, y no hacían más que paradas, la gente empezó a impacientarse, al poco rato, el gaitero se retiró para intentar arreglar el desperfecto, mientras sus compañeros seguían sin él.
Como no daba arreglado el problema, alguien del pueblo con más buena voluntad que, sabiduría, le dijo:
Yo puedo arreglarte el fuelle, tengo una piel de cabrito curtida en buena forma, para acoplarle a la gaita. El músico no las tenía todas consigo, pero por arreglar el desaguisado aceptó, y al rato ya tenía cambiada la pieza para volver a tocar.

Empezó de nuevo con los otros, sin haber probado si sonaba bien. Los primeros compases no desentonaban por lo que se relajó. Aunque lo que no contaba, era que el hedor que desprendía la piel, por no estar bien curtida quitaba la respiración. Por eso al tomar aliento después de soplar la gaita, se giraba hacía un lado para intentar respirar aire puro, haciéndosele difícil, por que tenía dentadura postiza y sin sujeción.
En uno de esos giros, La dentadura cayó sobre el templete y revotó precipitándose entre los bailarines. Nadie se dio cuenta de la caída, con el frenesí del movimiento, tampoco notaron nada al pisar. Tan solo el gaitero, que sin dentadura, le costaba soplar.

La melodía desentonaba, y se miraban unos a otros sin entender.
Al terminar la pieza, el que llevaba la dirección, le comentó el problema que tenían, debido a la perdida de la dentadura.
La gente estaba algo mosqueada, en poco tiempo habían echo dos o tres descansos, con la consabida perdida de actividad.
Intentaron buscar la dentadura, pero ni que fuese el demonio, por allí no se veía rastro.

El dueño de la gaita, estaba muy afligido, en un día había perdido el fuelle del instrumento, y la dentadura, que le valía un ojo de la cara.
Debido a ello, no pudo centrarse en la tarea , por un lado el olor, más el gasto que le originaría la nueva dentadura y el fuelle, le hacía equivocarse. Situación que la gente enfadada aprovechó para increparles.
Así de una en otra, lo que debía ser un festejo, se convirtió en una batalla campal.

La gente muy enfadada y ellos abochornados, tuvieron que salir por patas, sin cena y encima sin el salario de su actuación.
De camino, los demás músicos, descargaron su ira con el gaitero, él, que era quien más había perdido.