Los siete platos de callos
A pesar de nacer entre las brumas de la ría de Betanzos, y morar en ella hasta pasados los veinticinco, dejó a un lado la brisa del mar, para adentrarse tierra adentro, de la mano del amor de su vida, alejándose de la costa que le vio nacer, para asentarse en una pequeña villa castellana.
Allí era un perfecto desconocido, aunque siendo el consorte de una de las hijas, de la familia de mayor abolengo de la pequeña villa, cambiaba la cosa.
Ella, después de acabar unos estudios de magisterio en el año sesenta, embarazada de su primer hijo, y sin plaza fija, tomó la decisión de volver al lugar donde nació, para estar cerca de los suyos.
Él, de familia más humilde, pero con los estudios de Administración y Finanzas, algo que no estaba mal en ese tiempo
Al llegar a Castilla, con sus extensas llanuras, los días claros y secos, le costó adaptarse al cambio.
Mientras Matilde, regentaba una tienda, que hacía de las veces, de droguería, ferretería, floristería y alguna cosa más, él, don Tomás para los parroquianos, pasó a ser el director de la sucursal de uno de los tres bancos más importantes de la época en la villa.
Se codeaban con los más pudientes de la contorna, y para los grandes eventos siempre eran invitados.
Matilde era una mujer muy dispuesta, a pesar de nacer de buena cuna. Poseía un don de gentes, bien parecida, con una alegría contagiosa, por lo que su tienda estaba siempre muy concurrida.
Por su parte Tomás, era un hombre moreno, de cejas muy pobladas, corpulento, serio, con una incipiente tripa, y… para quien no lo conociese, intimidaba, aunque al tratarle , la cosa ya cambiaba.
La mayoría de los hombres de negocios y los pequeños ahorradores del lugar, dejaban sus caudales en el banco que el dirigía por ser el segundo a nivel nacional y en volumen de operaciones.
En el año setenta y cinco el hijo del mayor terrateniente de la villa, tomó como esposa a una hija de un empresario pizarrero de las nuevas canteras de la zona gallega. El enlace se celebró por todo lo alto, y asistieron a un gran banquete en un hotel cercano a Lugo.
Allí los quinientos invitados, además de ser agasajados, con un gran cóctel, (algo poco visto en aquellos años). Para el banquete en sí, había distintos platos a elegir, tales como: fabada asturiana, callos con garbanzos, algunos tipos de marisco y un largo etc.
Tomás y su esposa Matilde, acudieron invitados. Ella, degustó algunos platos, él sin embargo, pasado el cóctel, solo se interesó por los callos.
Mientras la gran mayoría picaba algo de todo, Tomás se centró en los callos, dando buena cuenta de siete platos bien rellenos.
Terminada la comida, el padre del novio informado de los pormenores de la degustación, pidió que se levantase el de los siete platos de callos, si no le molestaba.
Tomás con un vientre prominente, la camisa casi desabrochada, no sin dificultad, se levantó; sonreía mientras la concurrencia le aplaudía.
Por la tarde el padre del novio, en su zona y el progenitor de la novia en la suya, invitaron a un picoteo para cenar, a los asistentes al enlace, más algunas personas que por algún motivo no pudieron asistir. La mayoría acudió, siguiendo la fiesta hasta bien entrada la madrugada. Tomás por su parte, se unió a los festejos, lamentando, que no hubiese de nuevo callos para saborear…