La raposa y el lobo
Hace muchísimos años, habitaban en el bosque cercano un lobo y una raposa, con otras clases de animales. Junto a ellos vivían los hombres que trataban de robarle al bosque un nuevo espacio de terreno para sembrar y cultivar.
Animados la raposa y el lobo, con la abundancia que daban las cosechas a los humanos, trataron de hacer ellos lo mismo, desbrozando durante un tiempo una zona de matorral, para hacer una limpieza de terreno, denominado “Bouza”. Al comenzar el trabajo, acordaron que llevarían un gran puchero de miel, regalo de un amigo apicultor. Junto al agua fresca, y la caza, sería el alimento, en los días de trabajo exhaustivo que iban a realizar.
Después de una ardua semana, conservaban el utensilio de la miel sin haberse empezado. Por eso la ladina raposa, cansada ya del trabajo, decidió que sería mejor buscar una escusa para no tener que seguir la faena, y fuese el amigo lobo el que llevase todo el peso del trabajo.
Esa noche antes de abandonarse al sueño acordó en trazar un plan, mientras el compañero cánido proseguía las labores. Salieron presurosos antes de romper el alba, y al poco de comenzar, la zorra argumentó que tenía que ir a un bautizo, que la habían invitado, del cual casi ya no se acordaba, así que proseguiría el cánido solo el acondicionamiento de la denominada «Bouza».
Se fue muy entonada, y nada más doblar el recodo, se partía de risa viendo como su compañero, no tenía la más leve sospecha. Se introdujo en la guarida y destapando el pote de la miel, comió de éste hasta que se sintió satisfecha, luego se tumbó para rendirse al sueño. Despertó, cuando las sombras de la noche comenzaban a caer, y se encaminó junto al lobo. Éste, acababa de cazar un conejo y se disponía a saciar su apetito, cuando con paso ligero, vio llegar al ladino animal, contoneándose y con un humor excelente.
¿Ya ibas a cenar sin mí: dice la zorra?
Como no llegabas, me disponía ha hacerlo, creyendo que estarías harta del bautizo, le dice el lobo.
Si, comimos de todo, pero no era abundante: dice ella.
Prosigue el lobo, el conejo es pequeño, pero lo repartiré contigo comadre, ¿ y como se llamaba el bautizado?
Empezadícoles, dice la zorra.
Al acabar la cena, y tumbarse para pasar la noche, la amiga raposa, se reía y comentaba bajito” Mi barriga llena, bien repantigada, mi compadre lobo, ni cuenta se daba.
¿Qué dice comadre que dice? Pregunta el lobo.
Compadre, no digo nada. Responde la zorra.
Al cabo de dos días, volvió a repetir la salida y argumentando otro bautizo, se marchó del trabajo, dejando todo el esfuerzo para el sufrido lobo.
De nuevo, hizo el mismo ritual que el primer día, y después de comer y relamerse, vio como el utensilio que contenía la miel, estaba por la mitad. Durmió a pierna suelta hasta ser casi la hora de acabar el trabajo, y canturreando, llegó a donde el lobo su compadre. Éste hoy no había conseguido cena, al ver llegar a su comadre, pensó que le traería algo del bautizo, pero pudo comprobar que había sido un iluso.
Después de saciarse de agua, se tumbó y dormitaba mientras, su comadre cantaba: Mi barriga llena bien repantigada, mi compadre lobo, no se enteraba.
¿Que dice comadre que dice? Comenta el lobo.
¡Que estoy algo mala!. Dice la zorra.
De nuevo el lobo le contesta: ¿sería del atracón del bautizo?
No fueron nada espléndidos, más bien raquíticos, dice ella.
Ahora pregunta el lobo: ¿Qué nombre le han puesto a la criatura?
Mediadicoles, añade la raposa.
Ya faltaba poco para acabar la limpieza del terreno, cuando la espabilada zorra, volvió a ausentarse, comentando un nuevo bautizo. ¡ Comadre , mucho te invitan! El lobo, estaba ya cansado de tanto trabajo, iba a replicar pero ésta había desaparecido de su vista.
En un santiamén, dobló el recodo y lo había dejado solo, y con la palabra en la boca. Total, no sé para que la quería. Ella, casi no aportó nada en el trabajo.
En la guarida, la zorra arrebañó, hasta el último rincón del puchero, y acto seguido se durmió. Volvió al caer la tarde, cuando el lobo remiraba satisfecho, el esfuerzo de su trabajo.
¡Hola compadre, ya hemos terminado la labor! Dirás la he terminado, contesta el lobo.
¿Y dime, como se llamó el nuevo bautizado?, pues,… que cosas tienes; Acabadicoles.
¡Muchas invitaciones tienes, que no me huelen bien!. ¡Ah!,,, ¿ Pero que dices?, solo que una, es un poco sociable, no como tú; añade la raposa.
¿Sociable?, ¡ jajaja!. Yo…me voy a callar, pensaré en darme un atracón de miel.
La zorra palideció, intentando buscar una solución. Se dejó caer moribunda, haciendo tensar las patas, se quedó patidifusa. Como no hacía ánimo de levantarse, su amigo comenzó a preocuparse.
A ver, amiga comadre, despabile, comentaba el lobo. Ella hizo una mueca y volvió a caerse. Él la subió a su espalda, y se encaminó a la guarida, con inmensas ganas de satisfacer su estómago, comer la deliciosa miel, y darle a su comadre, que seguía decaída. Mientras tanto la zorra a gusto en su lomo, cantaba: Mi barriga llena muy bien repantiguada, mi compadre lobo a costillas me llevaba.
¿Que dice; comadre que dice?: pregunta el lobo
¡Que estoy muy mala!.
Al llegar a su lugar de descanso, el lobo posa a la zorra, y busca la miel, para saciar su apetito y el de su amiga, para descubrir que no hay rastro de tal manjar, y desesperado zarandea, a la raposa.
¿Pero comadre, donde está la miel?. Reviente quien la comió dice la astuta zorra.
¿Y como desapareció?, dice el lobo.
Visto está, alguien la comió, igual fuiste tú compadre, murmura la zorra.
¡Pero si no he dejado de trabajar!, argumenta el lobo.
¡ Bueno, bueno! ¡había que ver!.. prosigue la raposa.
¿Hacemos una cosa?, vamos a dormir, que estas cansado y yo moribunda, al primero que le sude la barriga, es el que comió la miel. ¡Patrañadas!, ¡Si no he salido del monte!, ¡Pero si yo no la he probado, murmura el lobo!
Pues sola no marcha, comenta ella
¿Vale al que le sude la barriga?, dice la zorra
De acuerdo comadre, así sea.
La astuta alimaña, sabía que el lobo rendido de tanto trabajo, nada más tumbarse se dormiría. Ella descansada, harta y haciéndose la enferma, pensaría que hacer. Discurriendo orinar en la barriga de su compadre. Así le despertó, culpándolo de haber comido la miel, Ella, la que había comido y saboreado el preciado manjar, sin ningún remordimiento.
Zarandea al exhausto lobo que no daba crédito a lo que veía, mientras ella, le increpaba llamándole de todo.
El pobre lobo agachó las orejas, hambriento, cansado y encima apaleado. Su querida comadre, mientras tanto estaba descansada, harta y satisfecha. Pudo darse cuenta que sin haberse molestado, disfrutaba de unos privilegios que no le correspondían y para colmo… se burlaba.