El seranu

La Navidad (El viajero)

En un pequeño pueblo de Tenerife, en la base del Teide, un niño de ocho años ajusta las gafas y se asoma a una de las computadoras que hay en su habitación. Son más de las dos de la mañana, y en la pantalla una lista con números primos va desfilando. A los cuatro años, mientras la mayoría de los niños de su edad, desean chuches, él solo pedía latas de refresco vacías, radios viejas, motores y un sinfín de chatarra. A los seis años, Martín había fabricado una radio, con los artilugios que tenían en su hogar y ahora siempre estaba creando cosas.
Mira los números otra vez, se frota los ojos y manda un correo. Cierra los ordenadores y se acuesta tratando de dormir. El sueño es ligero y despierta varias veces empapado en sudor. Se levanta temprano, casi no habla y apenas prueba bocado del desayuno, algo que extraña a sus padres. Ambos trabajan en las eólicas, los dos son ingenieros. Salen todos a sus respectivas faenas, Martín revisa el móvil, por enésima vez.
En el colegio, cada cambio de clase hace lo mismo, sin noticias en el teléfono.
A las seis de la tarde, llegan dos coches negros con las lunas tintadas y descienden dos personas de cada uno. Llaman a la puerta. Nada más abrir, entran, y preguntan por Martín. El chiquillo desciende de la planta de arriba, bajando las escaleras de dos en dos, quedándose parado a un metro de ellos.
La mujer de pelo rubio se presenta: Martín soy la doctora Rodera y esta es la astrofísica Miriam Palacios, recibimos el correo y desde el centro hemos visto la trayectoria del objeto que te ha contactado.
Tienes que acompañarnos. La madre se niega a que el chiquillo los acompañe, comentando que sólo es un niño. La doctora trata de tranquilizarla, sonríe y añade que va a estar bien, se encargara de ello.
La madre prepara café por segunda vez, mientras suben a la habitación y revisan de nuevo la lista.
Bajan de nuevo, con la maleta hecha, la madre solloza de nuevo, diciendo:
¡Solo es un niño de ocho años, mi pobre hijo! No se preocupe señora, le cuidaremos.

La caravana sale de la casa y en la oscuridad de la noche se encaminan al observatorio. En una gran sala, los monitores y las pantallas se mueven a lo largo del cielo estrellado. Un grupo de personas están atentos, y a cargo de estos, el jefe del observatorio de Doctor Maurus. Martín trata de visualizar los ordenadores mientras el doctor le pregunta:

¿Por qué contacta con un niño y no con las personas que hay a cargo de este lugar? Martín, se encoge de hombros.

Intentan descifrar los números, pero no sacan nada en concreto. Martín se queda mirando y le susurra a la doctora Rodera, también están los espacios vacíos, todo forman un código morse. De nuevo vuelven a probar y bingo, unas coordenadas se dibujan en la pantalla. Dejemos al niño, si lo han elegido seguro que por algo será. A estas alturas los dirigentes de la NASA, y el CERN están a la espera del resultado.

En el aeropuerto de Los Rodeos un avión espera a Martín.
Está oscureciendo, de nuevo dos coches oscuros aparcan delante de la casa del niño, desciende un grupo de personas que esperan a la doctora Rodera y al chiquillo. La madre, trata de convencer a los científicos, para que no se lleven tan lejos al pequeño, pero sabe que es inútil. La doctora trata de tranquilizarla, diciendo que estará bien, ella personalmente se encargará de cuidarle, mientras no puedan ir a verle.
Fuera junto a los coches hay tres personas, una, lleva una camiseta gris, con el logo de la NASA detrás. En menos de veinte minutos atraviesan la pista y van directos a un avión donde le espera el director de proyectos del CERN y un dirigente de la NASA. Despegan rumbo a Suiza, cerca de Ginebra y la frontera francesa, donde se asienta el centro. Allí le reciben un buen número de personas. En un ala del centro, sin casi ventanas un grupo de físicos, científicos y astrofísicos junto a Martín, siguen la trayectoria del objeto. Martín se sienta frente a la pantalla y después de teclear unos minutos la secuencia sale de nuevo, tienen una semana para saber qué es lo que se acerca.
Al tercer día de estar en el CERN las pantallas no dan abasto a descifrar listas de códigos. En un momento cambia y los códigos se transforman en fotos y secuencias de video. ¿Qué es eso? Las fotos son de un planeta en llamas. Se ve como desapareció y las personas que allí habitaban. Pueden ver a modo de álbum como su estrella explotó y como los habitantes van hacia las naves, para alejarse del lugar, pero una tras otra,son alcanzadas, por miles de rayos cósmicos incendiándose y destruyéndose, sin salir de su atmósfera. Tan solo sobrevivió una, está, que les ha contactado, bautizada en el centro como NAVIDAD, por la luz azul brillante que desprende y por lo cercana que se encuentra dicha festividad.
Los científicos están nerviosos, no dan crédito. No pueden exponer a la población, ni a ningún ser vivo sin saber, que les podría ocasionar. El viajero pide ayuda. ¿Pero cómo podrían ayudar sin salir perjudicados?. Todos se devanan los sesos, sin tener un atisbo por donde empezar. Una vez más, el niño se asomó a la pantalla central y en lo que dura un pensamiento, el de la nave contesta, dándole unas coordenadas en un rincón donde las condiciones fueran las favorables, sin que nadie salga perjudicado. Sería en el lugar más inhóspito, de la Tierra, el desierto de Atacama.

De nuevo se ponen en marcha y dos días después llega la expedición al observatorio. Faltan solo tres días para la llegada del viajero solitario, se comunica a diario a la velocidad del pensamiento, con Martín. Los científicos más importantes, de CERN, la NASA y demás organismos, son apartados, ninguneados por un viajero, que solo se comunica con un niño, por telepatía con una secuencia de números primos y los espacios en medio, creando un código Morse.
Faltan solo doce horas para que el viajero del espacio llegue a su destino, la nave no se desvía de las coordenadas, y la luz es más brillante a cada instante.

A casi tres kilómetros del observatorio desciende una nave, alargada como un cilindro, de un color plateado brillante. Acciona una barrera de quinientos metros, para aislar y aislarse del entorno. En ella va un único pasajero, transmite al observatorio una imagen de su apariencia. Una vez más se dirige al chiquillo, pasando de jefes y dirigentes. En la pantalla aparece un ser de casi tres metros, con un solo ojo en la frente. Dos pequeños orificios, que hacen de nariz, y una pequeña línea un poco oblicua más abajo, que gesticula sin abrirse. Con unas extremidades largas y una túnica brillante muy ajustada al cuerpo, con una especie de botas en los pies, que se elevan a un palmo del suelo. Les saluda, con una reverencia, y les explica, la forma en la que su planeta, donde estaba su hogar, desapareció. Como se quedó solo, algunos compañeros y familiares que lograron subir a la nave, fueron enfermando, debido a los efectos adversos del los rayos de fuego, que lograron alcanzarlos. Algunos comenzaron con enfermedades raras, para las que no tenían medios, otros borrando secuencias genéticas de su ADN, que le originó desorganización y muerte celular.
Por eso buscó, en lo más cercano a su galaxia, un planeta con condiciones parecidas al suyo, y salió este planeta azul. El viene de los confines de la galaxia de Andrómeda, a más de dos con cinco millones de años luz de la Tierra.

Los científicos de los organismos más altos, del planeta están allí, no las tienen todas consigo, máxime cuando ellos no pintan nada, solo se comunica con un niño de ocho años.
La sombras descienden a la par que la temperatura, el visitante busca la manera de alimentar la nave, pues le queda poca energía.

Con una voz gutural, dice al chiquillo: «Martín, te he estudiado bastante tiempo, desde que fabricaste aquella radio, y enviaste tu primer mensaje al espacio. He visto cómo te equivocas, cómo corriges el error, tus progresos. Además, me fascina cómo pasas de las cosas que hacen la mayoría de los niños de tu edad, mientras ellos juegan, tú te dedicas a investigar y encontrar respuestas. También sé que están próximas unas festividades que en tu planeta celebráis, y me parecen preciosas, por eso decidí visitaros, porque estoy solo, y como vosotros bien decís «Nadie debe estar solo, y menos en Navidad».

El viajero, prometió ayudarle a entender cosas que él sabía del Universo, como viajar a la velocidad de la luz y recorrer grandes distancias , a través de los agujeros de gusano. A entender la física cuántica, a curar algunas plagas y enfermedades de la Tierra, siempre y cuando los que gobiernan los estados, se lo permitan y no intenten engañar a la población para beneficiarse ellos. A cambio encontrar amistad en seres lo más parecido a mí. Porque aunque hay millones de galaxias, con sus billones de planetas, y trillones de seres, no todos compartimos genética, evolución y forma de pensar. El niño, está deseando aceptar, pero mira a los dirigentes buscando una respuesta.
A todo se llegará, con tiempo.

Los padres de Martín bajaron las escalerillas del avión, y subieron al coche que les esperaba. La noche estaba clara, una alfombra de estrellas danzan,al compás de algo superior. La madre desea ver a su hijo.¡Le echaba tanto de menos!…A pesar de hacer cosas de mayor, todavía era un niño, su pequeño.
Cuando estuvo a su lado, le asombró lo que había madurado en pocos días.
Ahora que le tiene a su lado, celebrará feliz la NAVIDAD, aunque sea en el desierto de Atacama.