El seranu

Jornalero

A finales del siglo diecinueve comenzaban las primeras explotaciones de pizarra en San Pedro de Trones. Unas explotaciones de ámbito familiar en los que ganaban un sueldo muchos de los habitantes del pueblo y otros de localidades cercanas. Hoy casi toda la zona de Cabrera y Valdeorras, viven la gran mayoría de la pizarra, o de alguna manera relacionadas con estas.

En aquellos primeros comienzos Enrique, el mas joven de una decena de hermanos, de una localidad ubicada a pocos kilómetros de San Pedro, acudía diariamente a trabajar a la cantera, en jornadas completas, ya que salía de su casa de noche para caminar unos kilómetros a pie, regresando de nuevo haciendo el mismo camino. Para acortar caminata, iba por un sendero al que recurrían los vecinos de ambas poblaciones, para ir de un pueblo al otro. Era una persona que a sus veinte años, nada se le hacía cuesta arriba, acompañado siempre de su perro, que fiel, le aguardaba hasta su regreso.
Ahorrando poco a poco, de lo que no entregaba en casa, pudo comprase un caballo y acudir más descansado a su jornada.
Como por aquellos años la extracción se hacía toda manual, a base del esfuerzo físico y en condiciones bastante precarias, los días que la climatología lo permitía se trabajaba la jornada completa, o incluso más, para que en días de nieve y agua, acortar dicha actividad. Se hacían destajos, en los que apurando el trabajo, se conseguía acercarse a lo programado en cada jornada. Ni que decir tiene, que tanto él como sus compañeros, en esos días de invierno raro era que no llegasen calados hasta los huesos, secándose al lado de un buen fuego, unos momentos para seguir trabajando y que el calor corporal hiciese el resto. Si era al regreso de nuevo al fuego y un buen plato de caldo o sopa caliente y eso…si había, restituían el maltrecho cuerpo.

En el tiempo del estío, cuando el campo reclamaba faena, al regreso de la cantera, seguía tanto él como sus compañeros con la jornada, segando y recolectado tanto cereal como hierba.

Enrique, nacido en la segunda parte del siglo diecinueve era una persona que aunque con pocos recursos había ido a la escuela, y gracias a su disposición y una mediana inteligencia, sabía leer y escribir, con una letra caligráfica bien formada, algo que no estaba a la altura de la mayoría.

En su casa hubo bastantes estrecheces, en los primeros años, ahora él ganaba un pequeño sueldo que añadido, a lo recogido en casa entre animales y tierra vivían. Además cuatro de sus hermanos mayores, debido a la precariedad económica decidieron emigrar a Argentina, donde se quedaron allí definitivamente.. Sus descendientes, saben que allá en aquella región, algunos de sus habitantes llevan sus mismos genes.
Debido a defenderse con la lectura y la escritura, Enrique era llamado para redactar cartas o escritos que sus vecinos le solicitaban, además de leer y descifrar otros, que estos no entendían. Hacía las veces de un abogado, redactando y repartiendo herencias, (Haciendo Hijuelas) cuando sus conocidos se lo pedían.

Cuando los jefes supieron que Enrique sobresalía de la media normal, le llamaron para hacer las veces de encargado. Sabía rellenar unos papeles, que representarían hoy una nómina, además de ser entendido en la extracción de la roca pizarrosa, quizás de forma innata, o por ser desde muy pequeño pastor, y tener una mente despierta que todo lo observaba.
Pasar de un simple jornalero a encargado, fue todo un acontecimiento en su hogar, además del aumento de su sueldo, que facilitaría las estrecheces pasadas.

Como contaba con una economía más boyante, dio el paso de juntarse con su novia de toda la vida. Y después de una ceremonia familiar, comenzó la nueva vida de casado. Su esposa era una mujer muy devota de Dios. Debido al buen sueldo que ganaba en aquellos tiempos, y que su esposa acogía a todo el que lo necesitase, su casa siempre estaba llena de personajes de lo más variopinto, haciendo que lo que tenía que ahorrarse, se fuese a favor de los que menos tenían y por que no… de algunos que le molestaba tener que doblar el riñón.