El seranu

Invernía de san Juan

Como bien decía el dicho: “ Invernía de san Juan.. quita vino y no da pan.”

En aquel año de principios de los setenta, había sido un final de invierno intenso, con abundantes nevadas, y una primavera bastante favorable. Para finales de Febrero, que como dice el refrán debe de ser manadero, debido a las lluvias y al deshielo, se comportó haciendo honor al dicho.

Enseguida Marzo con sus marzadas, con sus pedriscos y sus nevadas, siguió dando a la tierra lo esperado. Ya a finales de dicho mes, los pastos eran prolíferos para todo tipo de animales.

Entrando Abril, en los terrenos baldíos, abundaba todo tipo de hierba para los ganados, reservando la pradería para la corta del heno, despensa de la época invernal.

Llegó Mayo pardo, con sus días cálidos, y las primeras tormentas, augurando una buena recolección para las gentes del campo.
Seguido de Junio, con los días más largos del año, que esta vez, no hizo honor de días claros y calurosos, más bien días oscuros y embotados más propios de otoño que de verano. Las lluvias fuertes e intermitentes, acompañadas de pedrisco consiguieron que en los trigales y centenales, el cereal se tumbase y parte de la espiga se estropease debido al granizo, mientras en las praderías el crecimiento excesivo de la hierba, lo convirtiese en un herbazal, difícil de segar y de poco alimento para la ganadería. Incluso en las pocas zonas segadas, la hierba no daba secado, perdiendo su color y dejándola inservible como alimento, aprovechándola como cama para las bestias.

Hasta las festividades celebradas en este mes, tales, como Corpus, San Antonio, San Juan etc,, no tuvieron todo el pompa por las bajas temperaturas, y lluvia que ninguna jornada dejaba de caer.

En algunas aldeas, con presupuestos boyantes, alargaban los días de fiesta, a falta de poder realizares las labores propias de la época. Después de una semana de festejos seguida, los habitantes ya no tenían ganas de acudir al baile, ni de recibir invitados. Estos acudían ahora solícitos, más que cuando la hierba estaba cortada y a punto de recoger.

En los últimos días de Junio la invernía seguía sin dar tregua, más de uno, tuvo que sacar la ropa de abrigo y arrimarse al fuego, a pesar que el cuarenta de mayo ya quedaba lejano.

Con las primeras semanas de Julio, se estabilizó el tiempo, y llegó el calor. ¡Ahora si que se le amontonaban los quehaceres!

La mitad del heno no servía, pero había que cortar la hierba, intentando que saliese otra para mediados de agosto en los prados de la ribera. El cereal, que prometía cosecha, no llegó ni a la mitad de lo pensando. ¡Otro año que anunciaba abundancia para las gentes del campo!. Quedándose como tantos otros, con muy buenos augurios que casi nunca llegaban a realizarse.