El seranu

Historias de la radio

Lo suyo, fue un nacimiento equivocado, pensaba…Él, que debería llevarse los laureles, tristemente se llevaba los problemas , los inconvenientes, y estar siempre a disposición de los demás.
Debido al ser el primogénito, en vez de gozar de dicho status, fue siempre en el que caían todas las cosas.

Después de colaborar para que las labores del hogar quedasen listas, tomaba la mochila en bandolera, aquella cazadora ya descolorida y su eterna amiga “la radio” con la que convivía cada día. Todos los días del año, ya fuesen cortos o esos de primavera -verano interminables haciendo las veces de pastor, acompañado como no, de su amiga la radio.

No era ésta, de los modelos nuevos, que se oye perfectamente, guardada en un pequeño bolsillo de un abrigo, o cazadora. Era de aquellas, que pesaban como mínimo dos kilos, más el repuesto de pilas, con las que tenía que contar.

Antes de levantarse el muchacho, su madre, afición que tenía y compartía con éste, antes de las siete de la mañana ya trajinaba entre fogones, con la compañía de la radio, que llegaba como un lejano eco, a la alcoba de los infantes. Él por ser mayor, quizás por ese grado, se veía en la obligación de ayudar y estar pendiente de los que le seguían.

De mañana, para despertar estaba, el programa “Monte madruga” (que hacía de reloj para el muchacho);un tipo magazine , en los que cabía de todo, desde música, noticias, prensa rosa, etc. Luego programas, nacionales y los locales de cada zona, con los que conectaban a lo largo de la mañana, música y temas de actualidad.

Pasado el medio día, los relativos a la tardes, con novela incluida, y de esas, recordaba con especial cariño, la titulada “Simplemente María”, con las historias cotidianas de enamoramiento, amor, desamor y largos sucesos de mayor o menor calibre, que mantenían en vilo a la escucha.

Otro que recordaba ,donde los oyentes pedían consejo, a una dama llamada Elena Francis, compuesta por un grupo de hombres, que daban los consejos, y una voz femenina con mucha dulzura, recitaba.

Aquella novela de simplemente María, fue el inicio de muchas y la antesala de las futuras telenovelas americanas que mantenían la audiencia, llevando a sus oyente o espectadores a dejar todo, si era posible, para recostarse o sentarse en un sillón o una simple silla, para vivir en primera persona los dramas y alegrías de los protagonistas.

En el zurrón cargaba los alimentos, y en una especie de bolso, elaborado por él, aquella radio, que pesaba lo suyo. El transistor era de un color verde claro, que pesaba de sobra sus tres kilos, un tanto desgastado el color, además de las esquinas de tantas horas de actividad
Aquella bolsa confeccionada por él, era de cuero fuerte, por las inclemencias climáticas cargando al brazo contrario del zurrón con las provisiones, para repartir el peso, pero atento de no perder la onda.

La radio, le trasmitía noticias, a veces poco creíbles, otras inverosímiles, ocurridas en lejanos lugares que no conocía, dejándose llevar por su mente, imaginando como serían.
Los acordes de las melodías le hacían soñar, algunas suaves y románticas, otras rítmicas y alegres, de las que de tanto repetirse las sabía todas.

El sonido que emitía aquella aparato, era su compañero. Pocas veces coincidía con alguien por la montaña, y éstas voces ya eran como su familia.

Cuando regresaba al final de la jornada, sobre todo en época de estío, la gran mayoría de su edad haraganeaba, sentados en la pared de la pequeña fuente, y a la sombra de sus viejos castaños. Él, como de costumbre, detrás de los animales, y la compañía de los sonidos de unas voces lejanas, que salían de aquel pequeño artefacto. Antes de llegar, ya anunciaban su presencia, los ecos de aquella descolorida radio.