Halloween
Desde hace unas tres o cuatro décadas la fiesta de Halloween irrumpió en la mayoría de hogares españoles, antes casi ni se conocía. Era una fiesta de más de 3.000 años que se celebraba en Irlanda para celebrar el final de las cosechas, y el comienzo del solsticio de otoño. No era una fiesta de disfraces como ahora, pues la tradición decía que ese noche los espíritus de los muertos caminaban entre los vivos. La influencia de la sociedad norteamericana con raíces irlandesa, ha calado, en países del viejo continente.
En otros tiempos era la fiesta de todos los Santos, o la de la santa Compaña arraigada en unos pequeños territorios.
En algunas zonas del norte del país se hacían por doquier magostos, raro eran los pueblos que no lo organizaban. Los que no tenían castaños, compraban para esas fechas. Los productores ya los tenían, por eso para esas celebraciones casi siempre había , aunque no fuese un buen año.
Alrededor de la hoguera, se charlaba, comía, bebía y bailaba.
A horas prudenciales se iban retirando la mayoría, aunque algunos rezagados, apuraban las últimas horas nocturnas, para ver las primeras luces del alba, al calor de una buena fogata.
Si la jornada era lluviosa costaba que el fuego se mantuviese, siempre se procuraba tener unos buenos troncos que en ocasiones seguía consumiéndose durante dos o tres días posteriores. Si el tiempo era estable aunque frío era más llevadera la estancia al calor de una gran hoguera.
Los más pequeños, formaban juegos donde se recorría el pueblo y los alrededores, asustando a los rezagados, que no podían seguir al grupo. Más de un pequeño, se orinó en los pantalones, con los sustos que los demás le infringían, y si se hacía el valiente, con mayor motivo, ¡Buena le caía!.
Entre los adultos,había quien apostaba, que era capaz de llevar un objeto al cementerio, dejándolo en un lugar acordado, aunque rara vez el apostante conseguía dejarlo allí.Estaban los que previamente entraban en la apuesta y deseaban atemorizarle, para hacer que no ganase, quedándose con lo apostado en el bolsillo. Nadie quería perder.
El que apostaba a llevar allí el objeto, siempre era una persona , valiente que no se dejaba amedrentar por dimes y diretes, pero más de uno, estuvo un buen rato tartamudeando por el miedo, sin ser capaz de articular palabra, otros, seguro que se orinaron encima, si no fue algo peor.
Hoy siguen haciéndose magostos, pero prima más el consumismo, un buen disfraz, fiestas de terror , velas, calabazas e innumerables objetos de miedo. Ganando siempre, lo más terrorífico y macabro.
Hace tiempo lo autóctono predominaba, hoy se trata de buscar lo último ,aunque nada tenga que ver con nuestras tradiciones.
Los pequeños, llevan días programando y esperando la fiesta y sus disfraces.
Tal vez deberíamos, cultivar más lo autóctono y no dejarnos llevar por la manera que las grandes multinacionales, programan nuestro ocio, a veces en la sencillez, se encuentra lo que nos hace feliz, dejando una huella que permanece en el tiempo.