El seranu

Cuento de Navidad

La tarde se había tornado en oscura y fría… incluso amenazaba con nieve en aquella ciudad
de Bélgica que a tantos españoles había acogido allá por los años 60.

Lieja, en el corazón de Europa tenía sangre española por todos sus rincones, tenía sangre
cabreiresa por sus callejuelas, por sus plazas y por sus escalinatas de piedra.

Mientras tanto Juan, se disponía a pasar la Nochebuena lejos de su tierra natal, lejos de su
Cabrera querida… y sin su mujer con la que había compartido toda una vida y que acababa
de fallecer meses atras, después de un larga enfermedad.

La suya había sido una historia de amor y de entrega hasta el final. Habían merecido la
pena aquellos 47 años de vida en común aunque ahora esa soledad consumía a Juan día
tras día.

Los hijos y nietos separados por la distancia, los amigos repartidos, las ausencias y una
mesa de comedor que tantas veces había estado llena, ahora vacía, le habían obligado a
salir a la calle a pasear en aquella noche tan señalada.

Mientras tanto la gente ajena se iba reuniendo en las casas, y las calles se iban quedando
vacías… en silencio.

Juan paseaba solo por Lieja, por aquella ciudad iluminada que le había acogido cuarenta
años atrás junto a su mujer y sus hijos. Lieja y ellos habían pasado toda una vida juntos,
habían crecido y habian envejecido a la vez y su corazón estaba repartido entre España y
Bélgica.

Y mientras paseaba al abrigo de la nieve, cruzó puentes sobre el río, atravesó su plaza y
volvió a recorrer aquellos rincones que tantas veces había recorrido junto a su mujer y sus
hijos.

Todo eran sensaciones buenas y malas, todo eran recuerdos y emociones, lágrimas y risas,
todo era una antes y un después.

Y en aquel largo paseo en soledad se sentó en un banco del parque y esperó.
Al final del parque algo se iluminó de repente entre la oscuridad de la noche …una voz
familiar parecía llamarle por su nombre.

Juan fue encontrado sentado con las primeras luces de la mañana, en aquel banco del
parque cubierto por la nieve.