Amigo
No fue cuando de niños, como suele pasar, que se forjó nuestra amistad. Fue ya en la edad adulta, en la que se tiene capacidad de elegir y saber lo que se quiere, cuando nada viene impuesto, siendo una amistad elegida.
Como pasa en la vida, todo llega a su debido tiempo. Por esas razones que a veces no se alcanza a comprender, la vida nos va llevando, por el camino que programamos recorrer.
Sucedió como acontece todo, que lo que se había decidido hacer, se tuerce, saliendo de otra manera las cosas, alterando si, lo que queríamos, pero cuando se mira con la perspectiva de los años, se ve que todo fue como debía ser, lo mejor, aunque no lo parezca.
Llegaste a nuestra casa familiar, como uno nuevo, pero al que todos aceptamos como uno más de la familia. Tú, de una posición acomodada, nosotros de una clase humilde. Tú, dejaste claro desde el principio, que aunque hoy gozabas de unos privilegios, no siempre fue así, pues debido a lo numeroso de vuestra familia, no todo era una panacea.
Po circunstancias, ya conocías algunas partes de Cabrera, cuando conociste esta otra zona, encontraste el remanso de paz, que en tu estresada vida, andabas buscando. ¡Eras tan feliz, como un niño, con el regalo anhelado!. Podías pasarte horas, contemplando desde la Morteira, los pueblos del Bierzo, que tanto admirabas, y se divisaban en la lejanía, y más al este, la grisácea cima del vigilante Teleno.
Caminábamos, por la ladera para alcanzar el pico de la montaña, acompañados de la naturaleza viva y la brisa que algunas veces, cortaba.
Cuando se aproximaba el medio día la mejor hora, la de comida, degustábamos, las cosas que se habían preparado, para ti, todas eran exquisiteces, sabías que estaban elaboradas con lo básico que se tenía, sin dejar que el consumismo metiese la mano, y eso, era lo que más te agradaba.
Las sobremesas, con la paz que da saberse alejado, de todo el mundanal ruido, alterado en ocasiones, por las moscas, que se aventuran a seguir al ganado y algún pajarillo osado, que sorteaba la sombra, al sol del mediodía. Acompañan a éstos la musiquilla de los arroyos que se precipitan ladera abajo, antes de adormecerse en el remanso del valle. Allí en Vianzola, recargabas tus pilas, como se suele decir, del quehacer diario. ¡Decías que esas eran tus mejores horas, tus vacaciones!.
Que decir, de tú amada santa Elena, buscabas cualquier pretexto, para que aunque fuese solo un pequeño rato, el día de su fiesta poder honrarla, y si nada lo impedía poder degustar la comida, desde cualquier lugar del entorno. Se te iluminaban los ojos, al poder acceder a las cercanías de la ermita, recordando años pasados, y compañeros que ya no están. Hoy, eres tú el que te has ido, un gran dolor anida en nuestro corazón. ¡Nos has dejado tantos recuerdos!.
Siempre estabas pendiente y preocupándote de todo, rebosabas generosidad y agradecimiento. Solo querías que tus allegados, estuviesen bien, olvidándote siempre de ti. No querías disgustarnos con tus problemas, sabías maquillarlo todo, para que nada se notase.
Tomaste el relevo de los que se fueron, como un hermano, para los mayores, para los pequeños, esa figura de padre que se había ido.
Aunque no hablásemos a diario, sabíamos, que cualquier problema que se presentase, tú estabas ahí, para escuchar, aconsejar y ayudar en lo que fuera.
A todos, se nos pasó por alto, que en ti, también hacían mella las situaciones de la vida, pero enfrascados, en los acontecimientos diarios, no supimos ver, el evidente deterioro físico, que en poco tiempo experimentaste. Quizás, porque siempre, le quitabas importancia a los síntomas, diciendo que eso era una chorrada, nada preocupante.
Y así, cuando quisiste poner remedio, la enfermedad campaba a sus anchas, siendo imposible, cualquier tipo de terapia.
De un día para otro, nos encontramos sin tu amada presencia, casi sin despedirte, debido a esta larga situación de pandemia. Te recordaremos siempre, pero sobre todo en esos días donde, la familia nos juntábamos, para acudir a Santa Elena, o recorriendo las cumbres de Cabrera.
Ahora, sin ataduras a lo terrenal, te sobrará el tiempo, y podrás recorrer en un instante todos los rincones de Vianzola, tú santa Elena,
el Morredero…En definitiva tu amada Cabrera.
Foto: ngfleon