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Tres meses de los peores incendios jamás sufridos en León: 4.450 kms arrasados en 13 ‘infiernos’ y aún sin recuento oficial

Radiografía de un escenario para la historia negra de León, con más del 10% de la superficie forestal de la provincia calcinado y de momento sin responsabilidades políticas de la Junta de Castilla y León, responsable de las competencias

Este sábado hace tres meses exactos de una oleada de desastres sin antecedente oficial y conocido en la historia de la provincia de León: los incendios forestales de un verano de fuego que asolaron más de 100.000 hectáreas y arrasaron la friolera de 4.450 kilómetros de perímetro.

Se trata de unas cantidades que los modernos sistemas de medición satelital y varias instancias oficiales que los han usado con precisión, desde la Junta de Castilla y León al Registro de la Propiedad, sitúan en prácticamente el 10% de toda la superficie forestal leonesa arrasada por las llamas y más del 6% del total del suelo de la provincia si se cuenta toda su extensión. Una herida de tamaño monstruoso.

Los fuegos, además de cobrarse directamente cuatro vidas humanas, obligar a evacuar a miles de vecinos de decenas de pueblos, incluso arrasar viviendas, propiedades, negocios, rebaños o cultivos, afectaron de lleno a cinco Reservas de la Biosfera, los pulmones más protegidos de León y sus comarcas, como El Bierzo, Cabrera, Laciana, y hasta el Parque Nacional más antiguo de España, Picos de Europa, o el Patrimonio de la Humanidad de Las Médulas.

Se cumplen tres meses, desde el 8 de agosto en que los principales incendios forestales se comenzaron a descontrolar bajo la insuficiente mirada del Gobierno de la Junta de Castilla y León, la administración pública con la totalidad de las competencias sobre fuegos en los montes y los operativos para combatirla. Una administración que todavía hoy, 92 días después, no ha facilitado los datos oficiales finales de un año para la historia negra de León. No existe ningún recuento cerrado.

El (escaso) impacto político

El consejero de Medio Ambiente, el leonés Juan Carlos Suárez-Quiñones, aún no tiene fecha fijada para comparecer en Valladolid en el Parlamento autonómico y dar todos los detalles definitivos. Hace semanas que ya no está ‘desaparecido’ públicamente, situación en la permaneció más de un mes después de defender haber estado comiendo en Asturias aquel ‘día D’ y sólo tras haberse extinguido hasta la última llama. Sólo entonces regresó a la esfera pública para enfrentarse a la oposición en un par de plenos de las Cortes para defender su gestión y sortear su dimisión. Igual que a él, se le sigue exigiendo sonoramente en muchas comparecencias públicas la dimisión fulminante o el cese del máximo responsable funcionarial, el director general de Patrimonio Natural y Política Forestal de la Junta, José Ángel Arranz.

Tampoco ha ofrecido esos datos ni ha adoptado decisiones personales y políticas el propio presidente del Gobierno del PP en la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, que el 9 de agosto por la noche interrumpió sus vacaciones en Cádiz. Lo que sí se sigue desarrollando es un goteo de ayudas que la Junta han cifrado en torno a 100 millones de euros y la criticada aprobación dos decretos para reforzar, a toro pasado, los operativos de extinción para que funcionen todo el año, aumentar los medios, mejorar las condiciones laborales y el compromiso de acabar con las abundantes privatizaciones a empresas para sofocar las llamas cuando arde un monte en la Comunidad.

Aunque la Junta no da datos, e incluso los oculta tras el caos, desorden y falta de fiabilidad de una página web oficial, Inforcyl, en la que Medio Ambiente y la ‘Junta B’ de la empresa pública Somacyl prometió ofrecer públicamente toda la información a tiempo real, con todos los medios y recuentos oficiales mencionados, tres meses después del desastre ya se pueden extraer cifras bastante certeras que dibujen con precisión el varapalo incendiario sin precedentes que sufrió León. El verdadero retrato de la tragedia de 2025 en un puñado de cifras.

Por ejemplo, fueron exactamente 13 los grandes incendios forestales del verano, considerando como ‘gran incendio’ todos los que superan las 500 hectáreas de superficie afectada. Estos auténticos ‘infiernos’ quemaron de norte a sur la geografía leonesa sin que muchas veces sus dimensiones pudieran ser acometidas por un operativo y unos medios que jamás llegaron a ser tan numerosos, tras el refuerzo de semanas desde muchas administraciones, como la UME y el Ministerio de Defensa, el apoyo de otras autonomías e incluso logística y materiales europeos.

Un arco de datos que en el mejor de los casos es terrible

Pero diferencia de según quién recuenta hace bailar algunos detalles. Por ejemplo, los datos de la web oficial de la Junta cifran en 82.439 hectáreas lo arrasado exclusivamente en la provincia de León, cifra que asciende a 124.057 hectáreas si no se hacen distinciones fronterizas entre provincias y se suma el área de todos los fuegos leoneses y bercianos, aunque algunos atravesaran las fronteras de Zamora, Ourense en Galicia o Palencia. No pocas voces consideran que la Junta ha aplicado en sus mediciones todavía temporales criterios muy restrictivos.

Además, en el caso de los números de Medio Ambiente hay un gran condicionante sin respuesta: estos son los números sólo de los 13 grandes incendios, pero hubo muchas decenas más por debajo de 500 hectáreas de los que no un balance total de medición todavía. Muchos desaparecían de los partes diarios de la Consejería de Medio Ambiente. Por eso, tres meses después resulta misión imposible la negra cuenta final que la Junta sigue sin facilitar.

Frente a estos números, otras fuentes como los expertos de Educación Forestal suman sólo en León 108.726 hectáreas calcinadas por completo por los grandes incendios forestales, lo que en su cuenta negra de 2025 la convierte en la provincia española con mayor extensión arrasada, seguida de cerca por Ourense.

Más de 1.150 construcciones de todo tipo quemadas

Y el muy fiable Registro de la Propiedad, con un detalle satelital y sobre el terreno casi metro a metro, recuenta la superficie quemada total en 100.796 hectáreas. Y ofrece otros datos que dan otra muestra brutal de la tragedia: resultaron dañadas por el fuego al menos 103.580 parcelas diferentes en la suma de las comarcas y más de 1.150 construcciones de todo tipo, no sólo viviendas.

Para hacerse una idea -que marea- de las dimensiones y el impacto del que hablamos, sólo en el incendio originado en Molezuelas de la Carballeda (norte de Zamora) que arrasó buena parte del sur de León por Castrocalbón, la Valdería y hasta los pies de La Bañeza, el perímetro arrasado en muy pocos días fue de 1.007 kilómetros, la superficie ascendió como poco a las 22.655 hectáreas que cifra la Junta, se llegaron a quemar 58.000 parcelas de terreno distintas y 700 edificaciones. Aquí muchas fueron casas, entre primeras y segundas viviendas, cuadras, edificios agrícolas e instalaciones de los ayuntamientos.

El podio de la desolación

A falta de datos finales y fiabilidad oficial completa, dos fueron los fuegos que rivalizan con quedarse en el podio de la desolación, el más negro de la historia leonesa. En segundo aparece el mencionado de Molezuelas, también llamado de Zamora-León o Castrocalbón (22.655 hectáreas sólo en la provincia de León, 32.700 hectáreas en total).

Pero la triste palma se la llevó la unión física que alcanzaron los incendios de Llamas de Cabrera y de Yeres (Las Médulas). Sumados, la Junta los cifra en más de 26.000 hectáreas en total y más de 1.770 kilómetros de perímetro.

El podio lo cierra el incendio de Barniedo de la Reina (municipio de Boca de Huérgano), que según la Junta quemó 14.513 hectáreas, prácticamente todas forestales. Sumó otros 3.780 hectáreas al pasar a Palencia.

En cuarta posición estaría el incendio de Canalejas (municipio de Almanza, también ‘exportado’ a Palencia), que alcanzó 7.763 hectáreas en total. Casi todo fueron árboles de sus ricos bosques. En el fuego de Anllares (Páramo del Sil) la Junta consigna 6.673 hectáreas. Aunque fueron diferentes los incendios de Fasgar (Murias de Paredes) y Colinas (Igüeña), la Consejería sumó su impacto para alcanzar las 5.014 hectáreas.

En el incendio de Gestoso (Oencia), ardieron 4.923 hectáreas y en la tragedia de Yeres (Puente de Domingo Flórez, el incendio de Las Médulas) 3.874 hectáreas más. El incendio llamado Porto de Sanabria, que saltó hacia la comarca leonesa de la Cabrera por La Baña, arrasando el monumento natural del lago, quemó en total 18.128 hectáreas, de las que exactamente 3.500 se atribuyen a a provincia leonesa.

Finalmente, la lista se completó con Orallo (Villablino), con 1.674 hectáreas; el incendio de Garaño (municipio de Soto y Amío, junto a la autopista León-Asturias) calcinó 1.627 hectáreas; el de La Uña (Acebedo), 549 hectáreas; y el siniestro de Paradiña (Villafranca del Bierzo), con 547,5 hectáreas más. Pero hay que remarcar que todos ellos sin excepción pudieron ser de una dimensión superior, a falta de recuento final de la Junta o de otras fuentes menos restrictivas.

El origen que desmintió el “terrorismo ambiental” que señaló Quiñones

Es un discurso recurrente todos los años el de lo peor de los incendios se debe a la maliciosa mano del hombre. Muchos políticos criminalizan el origen de los siniestros incluso antes de tener pruebas. Situaciones que, incluso con el desolador panorama de este verano, llevó al consejero Quiñones, al frente del Cecopi, a hablar abiertamente de “terrorismo ambiental” perfectamente coordinado.

Sin embargo, la estadística de la propia Junta, que se recoge de momento su única web, pinta una realidad muy distinta. El origen natural, atribuido a rayos de tormentas, acumuló el 56,6% de la superficie total quemada: así nacieron los incendios de Llamas y de Yeres, el de Barniedo de la Reina, Porto-La Baña, Anllares, Paradiña, el de Villablino o La Uña. Ese porcentaje sería aún mayor si se incluyera el incendio de Fasgar en la comarca de Omaña, que fue por un rayo, pero la Junta no lo computa con certeza porque lo unió al de Colinas del Campo de Martín Moro, que fue intencionado y se prendió casi en directo, ante muchos ojos.

La recurrente “intencionalidad” sí fue la segunda causa más importante, pero se quedó en un 27,12% de la superficie total quemada. Y eso porque fue el origen del mayor siniestro, el Zamora-León iniciado en Molezuelas, que por sí solo quemó 32.695 hectáreas en total. Y llama la atención que, a día de hoy, todavía aparezcan como “no aclarado”, “desconocido” o “ignorado” los incendios que quemaron casi un 11% total de la superficie. De origen “accidental” aparece apenas el incendio de Garaño.

144 horas de ‘tormenta perfecta’

Otra cosa que aclara la estadística es que la voracidad de los incendios forestales de 2025 en León, y la práctica incapacidad para afrontarlos durante semanas aún con un récord histórico de medios materiales y humanos, se debió a que se produjeron casi de modo casi explosivo, en apenas unas horas, sumándose algunos errores o desconciertos iniciales.

La gran mayoría de los peores incendios se concentró en dos días específicos, que los equipos de extinción no fueron capaces de contener. El primero fue viernes 8 de agosto, cuando aparecieron los focos que acabaron calcinando casi el 30% de la superficie total quemada en la provincia: Llamas de Cabrera, Fasgar, Anllares u Orallo fueron los principales casos. Tormentas secas en ese ‘día D’ fueron la mecha.

Cuando apenas se podía trabajar debido a la simultaneidad de tantos casos graves, el 10 de agosto vino una segunda oleada, que acabó arrasando casi el 27% del terreno. Este alto porcentaje se debe sobre todo al incendio de Molezuelas que avanzó como la pólvora por el sur de León, dejando una desolación jamás vista. La ‘explosión’ tiene un arco temporal muy claro, estadísticamente: en el período comprendido entre el 8 y el 14 de agosto de 2025, es decir, en menos de 140 horas, arrancaron de golpe los incendios que asolaron más del 88% de la superficie total. Y por si fuera poco, el 16 de agosto se sumaron Canalejas y Gestoso para rematar una tormenta perfecta de fuego.

La oleada de incendios en León del pasado mes de agosto acabó durando tres semanas hasta que se consideraron bajo control todos los fuegos.