¡Que baxa l’Alder-Aldere!
Un ser de la mitología cabreiresa navideña
En el mes de diciembre, el momento del solsticio de invierno, aparece un grupo animado de seres bondadosos, con los que se suele celebrar la misma tradición que ya los romanos hacían con las fiestas saturnales, la entrega de regalos y enseres, preparándose para el nuevo ciclo.
Los últimos años también hemos visto, la reinterpretación de seres mitológicos, propios de ciertas comarcas y regiones para crear «papas noeles» alternativos a los traídos de otras culturas o incluso a los Reyes Magos, propios de la cultura cristina. Entre estos tenemos a la Vieya’l Monte en la región leonesa, el Olentzero en Euskadi, O Apalpador en Galicia, l’Anguleru en Asturias, el Esteru en Cantabria o incluso el Tió de Nadal en Cataluña y Aragón, que no es más que el tronco de navidad que tradicionalmente se celebró por toda Europa.
En Cabreira todavía le llamamos el Bruxu a ese tronco de navidad; y como bien ha recogido la asociación cultural Vurvuletas de Trabazos, consiste en un tradición que buscaba la protección a través del fuego, actuando este como elemento purificador y transformador. Consistía en encender en el hogar (cocina baxa o llume arrastru) el día de Nochebuena “el bruxu”, un “tueru” (tronco) de roble o encina, debiendo durar su combustión hasta el día de Reyes. “Tueru” que adquiría una misteriosa y mágica virtud terapéutica, que debía ser colocado en el fuego sobre los “murillos” mirando hacia la puerta de entrada, actuando así como vigía del hogar para proteger al mismo y sus gentes de todo lo malo.
Llegado el momento (día de Reis), cuando el fuego ya había transformado “el bruxu en tueru lloucu”, la pequeña porción que quedaba era llevada a la “corte” del ganado, donde las “ouveyas” y cabras la pisaban, zarandeándola por todo el corral. De esta forma, actuaba también como elemento de protección de los animales, previniendo enfermedades de los mismos, como la “locura” de las propias ovejas; tal vez de ahí su denominación de “tueru lloucu”. La “cernada” también era recogida, ya que entre sus utilidades estaba servir como blanqueador, usándola en menesteres como la cocción del “llinu pa qu’acrariara”.
Pero volviendo a nuestro personaje, mientras que todos estos seres traían benevolencia, generosidad y ternura; surgen también criaturas alternativas que no necesariamente reparten regalos ni buenas noticias. Por el contrario, tienen la tarea de aterrorizar a los que se cruzan en su camino. Especialmente a los más pequeños.
Entre ellos nos encontramos a Gryla, Kampus, el gato de Yule, Belsnickel, encargados de que la festividad del solsticio no sea tan afable ni gratificante. No podemos tampoco, confundir a estos seres con El Grinch, que aunque tenga la misma misión, este personaje fue creado por el famoso Dr. Seuss, conocido por ser el autor de más de 60 libros para niños.
En La Baña existe un ser mitológico emparentado con todos esos personajes de la navidad con el que se mete miedo a los más pequeños. A las 12 de la noche en punto en el momento de la misa de gallo, la misa de los pastores, baja por la chimenea el Alder-Aldere. Desciende cuidadosamente por la bergancia sin derramar el pote puesto al fuego que luego usará como herramienta. Revisa cuidadosamente los pies de los niños y niñas; y aquellos que tengan llagas o estén sucios, limpia con el tocino de la pota, las extremidades de los más pequeños.
Así que esta noche, ¡cuidado con el Alder-Aldere!
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