Los dos hermanos: el cojo y el desarreglao
Carlos y Servando son dos hermanos muy diferentes, Carlos es un chico guapo y muy quisquilloso a la hora de vestirse, siempre cuidando el detalle, nunca salía de casa sin comprobar que todo estaba perfecto, cuidaba que sus zapatos estuvieran bien brillantes, que parecieran nuevos, con su pantalón y su camisa bien planchados, si hacía falta ponerse la corbata se aseguraba que el nudo estuviera bien colocado en su sitio, su barba estaba impecable, igual que su pelo,no tenía demasiados posibles para comprarse una buena colonia, pero compraba el mejor aftersun para después del afeitado, él era así más chulo que la pana rayada.
Su hermano era el contrapunto, es decir todo lo contrario, un poco estrafalario, no cuidaba apenas los detalles, ponía la primera camisa que encontraba planchada, a él le daba igual que no pegará muy bien con el pantalón…,no te preocupes mamá me vale bien ésta. Ahí surgía siempre la primera discusión entre ellos. Servando eres un dejado, sabes que nuestra madre no tiene tiempo de planchar toda la ropa y tú bien me ves a mí que yo plancho mi camisa ..limpio mis zapatos, pero tú no eres capaz de hacer nada, se lo echaba en cara Carlos cada vez que salían de fiesta.
¿Pero y a ti qué más te da la camisa que yo me pongo? tú preocúpate de ti tío, déjame en paz.
¡Cómo no me va a importar si vamos juntos a la fiesta y me da vergüenza que sepan que eres mi hermano! con esas pintas, que llevas, eres un desastre…
Su madre interviene, bueno hijos dejar ya la discusión te plancho otra camisa en un momento…
¡De eso nada! que la planche él que ha tenido tiempo de hacerlo.
Noo tranquila mamá, ésta me vale bien, además a mí me gusta, no le hagas caso a don perfecto, a mí eso no me preocupa.
Después de una hora de discusión y cada uno vestido a su manera emprenden el camino andando hacia la Magdalena a Castroquilame.
Esquivando baches hechos por los arroyos de las tormentas, los cantos rodados, alguna que otra zarza que atravesaba el camino consiguieron llegar al pueblo.
Servando se había dado cuenta que su hermano hecho un pincel, cada vez le costaba un poco más seguirle el paso porque él iba la mar de bien, pero no le había preguntado qué era lo que le pasaba, cuando reparó en sus pies, se rió para sus adentros jajaja.
Carlos ¿qué te pasa que parece que no puedes andar bien?
Su hermano no le quiso contestar nada. Pero él ya se había dado cuenta, que era por culpa de los zapatos nuevos que se había comprado con el dinero ganado en el mes anterior eran muy bonitos, pero le iban matando los pies, porque los estaba estrenando ése mismo día, cosa además bastante peligrosa.
Mientras él llevaba los zapatos viejos que ya los tenía bien amoldados…,
Con gran sacrificio por parte del que llevaba los preciosos zapatos nuevos, han llegado a la era del baile, al guapo Carlos le costaba sudor y lágrimas posar sus magullados pies en el suelo, mientras Servando estaba en perfecta forma para bailar todo lo que se le pusiera por delante.
Allí había unas guapas chicas, hijas de emigrantes que habían venido a la fiesta y que no conocían a los dos muchachos.
Al verlos dos se acercaron a ellos, y directamente le preguntaron.
¿ Qué hacéis qué no bailáis?
Servando el estrafalario con una sonrisa burlona le contestó..yo sí bailo.. !él no puede cojea bastante!
La chica le miró con cara de pena ¡oh dios, pobre chico que pena es cojo!
Él malvado hermano no podía ocultar su risa burlona y de venganza.
Mientras Carlos le miraba con cara de querer estrangularlo, pero no podía decirle a aquellas chicas tan guapas que no era cojo, que eran sus malditos zapatos nuevos, que le habían destrozado los pies y no podía bailar ni un solo baile, por lo bajo murmuró, te pegaré una paliza cuando lleguemos a nuestra casa cabrón.
El baile duró cuatro horas, Servando no perdió ni uno sólo. Mientras que su pobre hermano,no pudo bailar ni un mísero baile,le habían hinchado los pies y el pobre apenas podía andar.
Era el más guapo y elegante de la fiesta ¡pero cojo y sentado!
Mientras él estrafalario sin pensar en el cabreo de su hermano bailaba sin parar y además había ligado con aquella chica tan divertida, que no se había fijado en su camisa,ni en sus viejos zapatos.
Cuando terminó el baile,le preguntó ¿y ahora cómo volvemos para casa?
Descalzo, iré descalzo, pero recuerda que ¡la venganza se sirve en plato frío!
CLARO Si lo sabré YO jajaja me muero de la risa.