El seranu

La magia de la Navidad

Eran los primeros días en que el ovulo fecundado, comenzaba su división. Gabriel se iba formando en el útero de su mamá, sin que ésta sospechara nada.
Su mamá Alicia, era la única hija de un acaudalado constructor, que se había labrado una fortuna desde joven. No entraba en sus planes, ni en los de su esposa, amiga de la buena vida y el estatus social, que su hija, a la que daban de todo, menos cariño, tonteara con uno de los numerosos muchachos que asistían, al último curso de bachillerato. Mucho menos que llevase un hijo en sus entrañas.

La joven Alicia, cuando se dio cuenta que esperaba un hijo, habló con el muchacho que la había embarazado, y éste no supo como actuar, era un chico de dieciséis años, al igual que Alicia. Ésta, dudó antes de hablar con su progenitores, pero no tenía muchas más salidas. La reacción de estos, no fue la esperada, poca comprensión, insultos y un montón de improperios a cada cual mejor. Sin tener en cuenta lo que pensaba y quería, acordaron enviarla junto a su abuela materna que vivía en el campo, con la que no se llevaban muy bien, y lejos de la vida social que el matrimonio compartía.

Cuando terminó el curso y se graduó, la llevaron junto a la abuela. Allí fuera de las miradas conocidas, tendría a su hijito.
Tuvo un niño precioso, sus padres querían que lo diesen en adopción, algo a lo que la muchacha se negó. Sabía que sería difícil pero no quería renunciar a él. De nuevo, quedó al cuidado de su abuela, una mujer poco cariñosa, que abusaba del alcohol. Ésta accedió a que la joven estuviese en su casa, mientras los padres corrían con todos los gastos. Después del nacimiento, compatibilizaba el estudio, con el cuidado al bebé. Cuando se ausentaba, era la abuela la que cuidaba al pequeño, aunque el bebé cuando estaba con ella, solía llorar a menudo.

Uno de esos días en que Alicia estaba ausente, y regresó debido a un problema, encontró al pequeño llorando en el suelo, y a la abuela, tirada en la habitación debido al exceso de alcohol. Al ver a la muchacha, hizo amago de levantarse, mientras lamentaba su llegada. Alicia, con lo puesto tomó al niño en sus brazos y se alejó del lugar, con la firme convicción de no volver.
Llevaba un rato andando, y vio como se acercaba una gran tormenta, apuró el paso por el borde de la carretera, para llegar al primer pueblo. Aunque iba ligera, la tormenta la alcanzó a medio camino. El agua caía con fuerza, y el viento la zarandeaba, mientras acurrucaba el bebé, que no dejaba de llorar. Se sentía sola, muy sola, no dejaba de acariciaba a su pequeño Gabriel. Se arrimó a la cuneta, para que el viento no les diese de pleno.

Una rato después, calados hasta los huesos, vio como un coche se acercaba, vacilante salió de la cuneta, al borde del camino. En la camioneta, viajaba un matrimonio, Mary y Andrés que después de veinte años de matrimonio, muchos intentos y consultas médicas no conseguían tener un hijo, aceptando la situación. Al ver a la muchacha y al bebé ateridos, los subieron a la camioneta. Para contrarrestar al frío que tanto madre e hijo tenían, les taparon con unas mantas, y pusieron la calefacción del auto, raudos se dirigieron a su hogar.
Mary y Andrés les dieron ropas secas y una cena caliente, además de una cama. Al día siguiente ya hablarían de la situación.
A la joven Alicia le costó abandonarse al sueño, debido a su situación, pero la caminata y el frío hicieron que se quedase dormida, hasta que el pequeño comenzó a moverse.
Al salir de la habitación con Gabriel, le llegó el olor a café y tostadas que llegaban de la cocina, y despertó su apetito. El matrimonio al verles llegar, sonriendo le hicieron sitio en la mesa. Después del desayuno, Mary y Andrés le preguntaron:
Alicia, no queremos meternos en tu vida, pero no sé: ¿qué te ha sucedido?.

La joven le relató sus problemas y le dijo que a pesar de tener el bebé, ella estaba terminando los estudios y que no le sería difícil encontrar trabajo, pero no sabía con quien dejar a Gabriel. Ellos, deseando tanto tener un hijo, se ofrecieron para cuidarle y darle un techo a ella, y así terminar sus estudios. Mary compaginaba el trabajo en casa con una huerta, Andrés, por su parte trabajaba en una fábrica con un horario intensivo de mañanas y el resto del día ayudaba a su esposa. Podrían echar una mano en el cuidado de Gabriel. Alicia, no tenía muchas opciones por lo que accedió, sintiéndose en deuda con personas tan bondadosas. Cada día iba a clase, Mary y Andrés cuidaban al pequeño en su ausencia. Alicia, en muchos años sintió el cariño de un verdadero hogar, y veía dichosa como Gabriel crecía feliz.

Encontró un trabajo en una empresa que le pagaba bien, trató de aportar en la economía familiar, pero sus benefactores, no quisieron, alegando que no tenían con quien gastarlo y el pequeño, era como un hijo para ellos. Bien que se veía, el niño quedaba encantado con Mary y Andrés cuando Alicia se iba.
Gabriel fue creciendo, con el amor de su madre y el cuidado por sus benefactores, que le consideraban como a un hijo. En más de una ocasión agradecieron al cielo, haberlos encontrado aquel día de tormenta.
Los padres, ni la abuela de Alicia dieron muestras de buscarles, por lo que la joven decidió que haría su vida sin ellos, a pesar de necesitarles.

Cuando Gabriel cumplió tres años, llegó una noticia que descolocó a la muchacha. La empresa en la que trabajaba, le ofrecía un contrato de trabajo en otro país, bien remunerado, ascendiendo en la empresa. Quería hablarlo, con Mary y Andrés, pero aunque era algo que deseaba, por encima de todo estaba su hijo. Por la noche, lo hablaron en casa, y todas las dudas que tenía Alicia, desaparecieron. Su ahora familia, la animaban a irse, y mientras ella se asentaba, ellos cuidarían del pequeño. La joven se lo agradecía, pero pensar en dejar al niño le arrancaba el corazón.
Sabía que tenía que decidirse y animada por su benefactores, se fue para una importante capital europea, dejando a su hijo en su país de origen al cuidado de sus casi, padres. Tardó más de un año en encontrar una casa, acorde con sus ingresos para vivir todos juntos, en ese tiempo hablaba a menudo con ellos, echando en falta a su hijo y éste a ella.

Cuando se desplazaron allí, el niño se sentía muy feliz con la madre, también Mary y Andrés, el problema llegó cuando la pareja que tenía ahora Alicia, les conoció. Ésta pensaba que su pajera aceptaría a su familia. De primeras no dijo nada, esperando que se fueran pronto. Solo cuando abordaron a solas en tema, él se puso hecho una furia y no atendía a razones. Alicia confiaba en que se le pasara y lo entendiera, pero cada vez, estaba más de mal humor, y con Alicia se volvió agresivo.
Mary y Andrés hablaron a solas con la joven, para contarle su deseo de regresar a su antigua casa, y si lo deseaba se llevarían a Gabriel. Se daban cuenta que allí estorbaban y no querían que la muchacha sufriera por ello. Alicia le confirmó que estaba embarazada, de su nueva pareja, esperaba gemelos. Le aseguró que cuando naciesen regresaría con ellos. Pensar en separarse de su hijo Gabriel otra vez, le arrancaba el alma.

Pasó unos días muy difíciles, tras la marcha de estos, que amenazaron con hacerle perder a sus bebés, pero una vez más superó las dificultades.
Desde que se quedaron solos, su pareja estaba un poco más tranquilo, aunque Alicia no se confiaba, le había demostrado, que tenía dos personalidades muy diferentes, y debía de andarse con cuidado. Meses después del nacimiento de los gemelos, ella preparó todo, para poder irse con sus hijos, a visitar a Gabriel y la pareja que le cuidaban, y de paso no regresar. Llamaba con frecuencia a su hijo Gabriel. Mary su madre adoptiva la tenía al corriente de las necesidades del pequeño. Este cada vez era más reacio a hablar con su madre, le echaba de menos, y le molestaba que prefiriese a sus hermanitos que a él.

Cuando tenía ya todo dispuesto para el reencuentro con sus hijos, que había planeado con cuidado, para que su esposo, no sospechara que no iba a volver, éste que tenía gran influencia en las altas esferas, y la vigilaba desde hacía tiempo, al ir camino del aeropuerto hizo que la trajesen de vuelta a casa.
Con todo el dolor en el corazón y la rabia por sentirse prisionera en su hogar, avisó a su hijo y familia. A partir de ese día Gabriel, nunca más quiso hablar con su madre. Ella conversaba regularmente con Mary y Andrés, preocupándose por sus problemas y avances, pero no podía oír su voz. Tanto para Alicia como para Gabriel los años que siguieron fuero muy duros. Él, trató de olvidarse de su madre biológica, centrándose en los que fueron sus auténticos padres. Ella con el alma rota aceptó la situación.

Pasaron los años y Gabriel apunto de graduarse en la universidad, sufre un nuevo revés, Olivia el amor de su infancia su gran amor, tiene que irse a vivir con sus padres fuera del país, para viajar a una ciudad europea, donde es presidente de una gran empresa.
Olivia desea quedarse, pero Gabriel, lleno de resentimiento no quiere pedirle que no se vaya, a pesar de llevar una alianza para regalarle a la joven, y pedirle que se case con él. Dolido por la situación, no le dice nada a Olivia de lo que pensaba, por lo que la despedida, fue un cúmulo de acusaciones.
Olivia se fue y el joven Gabriel se volvió hosco y triste, solo sonreía en presencia de su Amá, como el llamaba a Mary y al ver regresar de la fábrica al bueno de Andrés. Ellos habían sido sus verdaderos padres, los que le arroparon cuando estaba enfermo y los que les dieron todo. Solo ellos le acompañaron en la graduación. Faltaba, esa madre al que él no podía perdonar y su gran amor, que a pesar de estar lejos, no dejaba de quererla.

Después de terminar los estudios, encontró un trabajo cerca de su casa, donde se sentía a gusto. Allí pudo demostrar su destreza en el oficio, fuera de él, estaba siempre triste. Era el día de su cumpleaños, y Mary le pidió que la acompañase a recoger unas cosas para celebrarlo por la noche. Este le acompañó, por no entristecer a Mary, consciente de lo mucho que se había sacrificado por él, pero deseaba, con toda su alma, desaparecer.
Le dijo a su querida Amá:
Amá ya sé que es mi cumpleaños, días previos a Navidad, no tenemos porque hacer una gran celebración, se que me lo habéis dado todo, no necesito más.
Tranquilo hijo, sonreía Mary: ¿Con quien lo voy a celebrar si no?: Y le dio una palmadita en el hombro. Vamos, continuó: ¡Si no se nos va echar el tiempo encima!.

Camino de la ciudad, llegaron al local donde recogerían la cena. Mary le invitó a subir al piso de arriba, para ver el árbol, que esté año habían hecho y era distinto. Por no contrariarla subió. Al abrir la puerta, se encontró con un cumpleaños sorpresa. Su padre y sus amigos le recibieron alborozados, Gabriel miró a su madre agradecido, aunque su corazón se sentía solo.
Después de saludar a todos, no podía creer lo que estaba viendo, al fondo del local, cercana a la ventana, Olivia brillaba cual una estrella. Se frotó los ojos creyendo que era un sueño.¡ Era ella, estaba allí, era real!:
Corrió a su encuentro. La levantó del suelo para estrecharla entre su pecho. El corazón galopa cuan un loco corcel.
Un sinfín de preguntas golpeaban su mente. Era su cumpleaños y agradecía a todos que le acompañaran, pero tan solo deseaba estar con Olivia. Ésta disipó sus dudas, diciéndole, que le había llamado Mary, y que no pensaba irse sin que supiera que siempre le había amado, y que cuando se fue con sus padres, es por que pensó que a él le daba miedo enamorarse y comprometerse. Decidió volver para saber de sus labios que es lo que pensaba hacer, pues Mary le comentó que desde su partida estaba muy triste. Le contó todo lo que pensaba hacer el día de su graduación, pero desechó por lo de su partida.
Fue una gran velada, a pesar de no dar un duro por ella. Mary su madre, había sido la que discretamente organizó todo. Tan solo faltó Alicia, estaba lejos, pero muy cercana en su corazón. Llamó como cada cumpleaños, queriendo saber como estaba, interesándose por hijo, pero desde hacía ya bastantes años, se negaba a hablar con ella. Gabriel, en su corazón conservaba un gran rencor, que se negaba a reconocer, por lo que Alicia, no insistió comentando con Mary todas las curiosidades de la vida de Gabriel, al cual compartían. Alicia, sintiendo el rechazó del hijo que amaba, y se negaba a escuchar sus razones; Mary, por poder tener el cariño y la presencia de un hijo, que de otra manera no hubiese podido ser. Las dos se sentían agradecidas, por poder compartir una situación que aunque dolorosa fue la mejor.

Desde el cumpleaños Gabriel y Olivia eran inseparables, por lo que a los pocos días éste, llegó con el anillo que dos años atrás llevaba para pedirle que fuese su esposa. Hoy pudo pedirle que se casase con él, lo que ella respondió afirmativamente. El joven no podía ser más feliz, aunque de vez en cuando, una punzada de dolor arrugase su frente, no quería, ni podía perdonar a su madre.
A los pocos meses de pedirle matrimonio a Olivia, ésta le anunció que esperaba un bebé. Nada le alegró más y junto a su esposa, esperaron la llegada de su retoño. Mary su madre adoptiva disfrutaba de la alegría de su hijo, y lo que sentía por Alicia, ya que aunque ella llamaba regularmente, su hijo, como tantas veces, nunca quiso hablar con ella.

Cuando nació la pequeña, Sara fue todo un acontecimiento, acudió la madre de Olivia, que venía de otro país y junto a Mary ayudaron a los jóvenes. Gabriel ya se había implicado mucho en el embarazo, por lo que ahora, pasaba largos ratos mientras Olivia descansaba, vigilando el sueño de su hijita, prometiéndose a si mismo, que el sería un buen padre y no abandonaría nunca a su Sara.
La pequeña crecía y sus padres estaban siempre pendientes de ella, sobre todo Gabriel, ella era la niña de sus ojos, y eso que cuando Olivia se fue, creyó que nunca querría a nadie más que a ella, pero sus creencias se desmoronaban, Sara, era otro amor, era algo muy especial. Despertaba, y los pocos momentos que conciliaba el sueño, estaba envuelto en sudor, el amor que sentía por su hijita Sara, superaba todo lo que conocía.
En su mente convivía un gran dilema: ¿Era capaz su madre Alicia de sentir algo tan fuerte como él? ¿Y si era así, como lograba seguir?
Estaban también Mary y Andrés que siempre le había dado todo, ¿Qué sentirían? Esos pensamientos le atormentaban y a veces lo hablaba con Olivia.

Cercana la Navidad Gabriel cumpliría años y también su hija, que había nacido un poco antes de esa fecha, por lo que acordaron celebrar en familia, el primer año de la niña y las Fiestas Navideñas.
Entre todos tenían todo organizado, las Fiestas de Nochebuena y fin de Año, aderezado con los cumpleaños de Gabriel y Sara. El, “padre feliz por todo lo que le había dado la vida. Sara inconsciente en su primer añito, siendo una luz para los suyos.”
Mary, con su gran corazón, había invitado a Alicia al acontecimiento, sin que nadie lo supiese. Ésta deseaba reunirse con su hijo, a pesar de las trabas que siempre le puso su marido. Ahora ya no le importaba. Sus gemelos Pablo y Miguel, cumplirían la mayoría de edad, en breve y todos los artilugios de su padre no servían. Esta vez iría a la celebración, no le importaba lo que su marido dijese.
Tanto Gabriel como Olivia se sentían muy felices, celebrando estas fiestas entrañables y el primer añito de su adorada Sara, junto con sus familiares. Estaban todos pletóricos, solo Gabriel, notaba un poco de resquemor, que trataba de olvidar.
Cuando se sentaron a la cena, vieron que todo se ocupaba, menos tres sillas que quedaban vacías, Los papás de Sara creían haber contado bien, pero sobraban tres sillas. Así que pensaron que habría sido un error. Minutos después, Alicia caminaba flanqueada por dos muchachos, delante de estos, la buena de Mary.
Gabriel, en principio no supo a que se debía, pero unos momentos después lo entendió todo. Su madre biológica, caminaba hacía la mesa, acompañada de sus hermanos. A pesar de sus cabellos plateados, seguía siendo como la recordaba. Sus ojos se habían oscurecido, aunque brillaba la misma luz en la mirada.
Una parte de él deseaba correr hacía ella, otra se mantenía agarrotada, presa del rencor. Al llegar a su altura, le miró y Gabriel, hecho un manojo de nervios, lleno de dudas y resentimientos, titubeó antes de decirle:
Madre: ¿Cómo has venido?

Ella contestó: Siempre he estado en contacto con Mary, ella, al igual que Olivia tu esposa, me han llamado y ofrecido acompañaros. ¿Espero sea de tu agrado y no importunarte?:
Tentado estuvo de decir que sí, que le molestaba, pero al mirar a su hijita, supo lo que una madre, es capaz de dar, olvidándose de si misma, con tal de tener lo mejor para sus hijos. Solo en ese momento se levantó para decirle:
Los siento madre, por haberme negado a hablar contigo tantos años y no escuchar tus razones. Alicia su madre le contestó:
Hijo, todo esta bien, no hay nada que perdonar, ni lamentar. Todo es como debe ser.
Si la vida lo quiere tenemos mucho tiempo, para intentar subsanar el error.
Dicho esto madre e hijo se fundieron en un gran abrazo.

Ahora esa pequeña brecha, que estaba abierta, por fin se podía cerrar.
Esa Navidad, sería muy especial para todos.
Mientras Mary y Alicia, comentaban:
SOLO EL AMOR TIENE EL PODER DE CURAR PERDONAR TODO