El seranu

El racionamiento

Había nacido en una familia humilde, siendo el mediano de los cinco hermanos.
Por aquellas épocas, del año cuarenta al cuarenta y cinco, pasada la guerra civil española, la mayoría de las familias, de poblaciones alejadas de las grandes urbes, subsistían del trabajo diario en el campo, y de lo que daban los organismos oficiales con las llamadas cartillas de razonamiento.Mateo había sido el único niño en una familia de mujeres, sus cuatro hermanas llevaban ese género.
El patriarca de la casa, había regresado años atrás de trabajar cortando caña en la isla de Cuba. Con los ahorros conseguidos, construyó una pequeña casita que con la llegada de sus retoños se había quedado pequeña. Tenía unos cuantos animales, que no daban lo suficiente para llenar los estómagos de las criaturas. Su esposa de la que se había enamorado, aún siendo una niña, por su belleza, no era precisamente una mujer de arrimar el hombro y trabajar para sacar la casa adelante. Ésta no era la típica que con pocas cosas hacía una cena, más bien todo lo contrario. Si había se comía hasta acabar y después a verlas venir. La cocina le gustaba poco, limpiar la casa, tampoco era su fuerte, así que mientras tuvo a su madre, aunque mayor, era ésta la que revisaba como estaba todo. Al fallecimiento de la abuela, sus hijas mayores se encargaron de mantener todo lo mejor posible.El hombre, como veía que no tenía ayudas, o quizás porque lo llevaba en los genes, se dio al juego. Desde su regreso de la isla cubana, donde se aficionó al tabaco, lo poco que ganaba era destinado a mantener su vicio y a intentar ganar mucho dinero, con las apuestas.Faustino, llamado popularmente (Tino) creció solo, ya que sus hermanas se apoyaban más entre si. A pesar de las necesidades de su infancia, Tino poseía una estatura de casi uno noventa, fornido, de cuerpo bien formado, con los rasgos característicos de su madre. Pelo muy oscuro, con unos labios carnosos y unos preciosos ojos verdes.
Tanto Tino como sus hermanas se llenaron de trabajar, para las casas más pudientes del pueblo, hasta que pudieron hacer otra cosa.
En pleno auge de las minas de wolframio, Tino con la compañía de sus hermanas mayores, trabajaron allí. Con apenas dieciséis años, aportaba su jornal junto con sus hermanas para sacar adelante el hogar. Las más pequeñas ayudaban en las tareas de casa y el campo a su padre, que la mayoría de los días cuando llegaba a casa, ya estaba cercano el amanecer. Con una vaso de vino de más y desplumado el bolsillo. Por su parte la madre, ya se llevaba mejor con la cocina, y había dos o tres platos aceptables, que era los que siempre consumían. Antes de aportar el salario que ganaban con el empleo, en una de las muchas ocasiones, que el muchacho y una de sus hermanas, acudieron a recoger los víveres con la cartilla del racionamiento, el pueblo vecino, le dieron dos hogazas de pan a parte de otros enseres, y hambrientos como estaban, al llegar a su casa ya solo llevaban un trozo de una hogaza. El resto lo habían comido, por el camino con el consiguiente bofetón y el ayuno debido.Después de un tiempo en la mina, una de sus hermanas se marchó a servir a la capital de la provincia, la otra se casó con un joven del pueblo, y el joven, tomó la decisión de marcharse de nuevo a la mina, pero esta vez de carbón.
Estuvo unos años en las minas bercianas, donde ganó un buen jornal. Fueron años duros de trabajo y privaciones, pero consiguió comprarse un piso, que le valió la friolera de ciento cincuenta mil pesetas de los años sesenta. Un piso grande, con una preciosa terraza donde divisaba las montañas que rodeaban su pueblo.En esa misma época su progenitor, debido a los excesos falleció de repente. Su madre, se había quedado con una de sus hermanas pequeñas.
Tino, por su parte encontró una mujer con la que se casó y era una persona que aborrecía el juego y la bebida. Debido a las miserias de su infancia, a sus hijos, aunque solo tuviese para comer, procuraba que no le faltase de nada, siempre manteniendo un control con el salario.
Cuando salía a colación historias de sus recuerdos, decía: “ Si hubiese podido comer como comemos hoy, sería de alto como un castañeiro (castaño).”