El infractor
Había nacido, para llevar la contraria, a todo lo que la mayoría de los mortales seguía a pies juntillas.
Ya de pequeño, con los de la pandilla, si alguno apuntaba que ese día jugarían a la pelota, de la que él era un gran forofo, solo por salirse con la suya y hacer lo contrario, decía que hoy era mejor jugar a las canicas, o lo que fuera. Camino de su juventud y madurez, seguía actuando de igual forma. Ahora, con un poco más de experiencia en la vida, con los que no conocía, trataba de amoldarse a sus deseos. Sin embargo las personas que eran más cercanas, eran con las que practicaba, su espíritu controvertido. Su pareja, actuaba y ya no preguntaba. ¿Para qué?, sabía la respuesta. Sus hijos, hacían lo que creían más adecuado, pocas veces daban la oportunidad de opinar, si en algún momento lo hacían, casi siempre terminaba, en una discusión que no llevaba a ningún parte.
Como residía en un pueblo cercano a la ciudad, se dejaba llevar por lo que tiempo atrás sus familiares habían vivido. En las zonas rurales, las normas se suelen saltar a la torera, la mayoría se rige, por lo que siempre le ha funcionado.
Nuestro amigo era, de los que casi nunca tenía los papeles del coche en regla. Si tenía seguro, le falta la itv. Si por el contrario la tenía vigente, las ruedas dejaban bastante que desear etc.
Con el papeleo de las herencias, el se negaba a pagar impuestos de ningún tipo, había sido de su familia, y ahora de él, nada más que hablar.
Desde que se prohibiese años atrás, fumar en sitios públicos cerrados, él, era de los que se negaba a dejar de saborear un cigarrillo estuviese donde estuviese. Con un grupo de compañeros, acémilas como él, habían convencido al propietario, del bar al que asistían regularmente, para que a pesar de no ser un lugar habilitado para tal fin, se pudiese darle al vicio sin preocuparse de los demás. En las tertulias y partidas que se preparaban aquello parecía un fumadero, y raro era el fin de semana, que la policía no apareciese por allí, avisados por alguno de los que detestaban el humo. El infractor, como pasó a la llamarse, despotricaba contra los agentes del orden, quejándose que no hay derecho, a que a uno le dejen en paz. Al propietario de la cantina, venida a más en los últimos años, le costó más de una multa. Queriendo parecer bueno, decía:
No volveré a escuchar al esos infractores. Pero pasados unos días casi siempre claudicaba, uniéndose a estos, pues en el fondo también era como los demás, y en unas cuantas jornadas sacaba, de nuevo para la sanción siguiente.
Al llegar la nueva pandemia, la cosa se le complicaba, al ser obligatorio el uso de la mascarilla, las salidas del hogar las imprescindibles, él, lo tuvo fácil. Viviendo como vivía en un entorno rural, casi nunca encontraba a nadie, se iba todo el día y realizaba las tareas, que había establecido. Al acudir a sitios más concurridos, trataba de estar un poco alejado, para no poner la tan odiada cubre bocas. Pero si era imposible quitarla, la llevaba siempre por debajo de la nariz, y no aceptaba que alguno le corrigiera.
En el local que frecuentaba, ésta no se usaba, y el aforo permitido, casi siempre se duplicaba. Ninguno de los que le acompañaban, cogieron el virus, solo dos o tres en la quinta ola. El infractor, lo pilló en la sexta, pero como era asintomático, pasó desapercibida la infección, contagiando a la mayoría que estuvo con él. La familia fue la más afectada, pero el se negaba a hacer un test, alegando que se encontraba como un roble y no le dolía nada.
Ahora además de infractor, le quedó otro apodo.” El de la flor en el culo”. Pues en todos los años de vida, y a pesar de que hacía lo que le venía en gana, si alguna vez le paró la policía, por no tener en vigor la itv en el coche, o cosas así, sabía contarle unas milongas, que estos, aburridos o pensando que era bobo, lo dejaban marchar de rositas. De los temas de papeleos, siempre llegaba algún pardillo, que después de soltarle un montón de perdones, y haciéndose poco menos que tonto, no le solucionase el problema.
Así que se empecinaba más en sus conclusiones, todo salía siempre a su favor, sin preocuparle ser un infractor, ni el de la flor en el culo.