El seranu

Tiempo de espera

Después de recoger, lo que previamente se sembró, con días soleados, llenos de calor, y guardar lo sembrado, es época de espera.

Los días se van acortando, de las jornadas soleadas y con calor, se pasa al fresco y sin más al frío. Las mañanas a veces desapacibles, con rachas de viento, niebla, lluvia, aguaceros y hasta los primeros copos de nieve, por las cumbres más elevadas.

El esfuerzo que se dio en la primavera y estío, va dando sus frutos, con la despensa llena, no hay mucho en que pasar el tiempo. La naturaleza camina en el mismo sentido, si a principios de primavera, todo es el renacer, explosión de júbilo, ahora se torna a lo contrario.

Las diversas especies de pájaros se han ido, ya no se oyen sus trinos en las inmediaciones del arroyo, ni el los bosques.

Las molestas moscas y mosquitos, que durante el tiempo de calor revoloteaban por todas partes, ahora están resguardados en grietas de árboles y en en huecos de solares viejos, donde depositan sus huevos para que eclosionen en la siguiente estación, la mayoría de los adultos, no resistirán las bajas temperaturas y perecerán.

Muchos roedores prolíferos en estaciones propicias, ahora están atareados llenando sus madrigueras, de todo tipo de alimentos, para hibernar durante los días otoñales e invernales.

Lo mismo que las personas, no siendo lo imprescindible e inaplazable, se va desacelerando la actividad. Es hora de un compás de espera.

Las actividades no son tan abundantes, y al calor de un buen fuego, una chimenea, sentado dejando pasar el tiempo, tal vez recordando otros momentos, y quizás haciendo planes de futuro.

Cuando un manto blanco cubra valles, laderas, y las más altas cumbres, a través de un ventanal, con el calorcillo del hogar, mientras huele un buen alimento, es hemoso y gratificante ver el paisaje como si durmiera, todo parece que se ha quedado dormido, rodeado por un abrigo blanco.

Esperando de nuevo, el calor del sol, y resurgir la vida, será un tiempo de pausa y espera.