Cultura y deporte

Javier Callado, sobre la vivienda leonesa tradicional: “Donde hubo minería no evolucionó la parte agrícola de la casa”

El divulgador defiende la especificidad de las construcciones de la provincia tras publicar un libro producto de 35 años de investigación

Las casas pueden contar más sobre una sociedad que su propia lengua. El investigador y divulgador Javier Callado (León, 1963) estaba todavía lejos de descifrar esta paradoja cuando, siendo apenas un chaval, recorrió la provincia de la mano de su tía Olga Cobo, la primera asistente social leonesa. Cuando ya asentado como veterinario desde 1989 comenzó a viajar por su cuenta, fue posando su mirada en las construcciones. “No empecé a estudiar nada para escribir; intenté primero aclararme”, cuenta para describir como “esclarecedor” aquel análisis del antropólogo Julio Caro Baroja según el cual la evolución de los pueblos se explicaba mejor a través de sus hogares que de su vocabulario. Fue entonces cuando profundizó en un recorrido en busca de las originalidades y las influencias que, 35 años y decenas de miles de fotos después, desembocó a finales de 2024 en la publicación de La vivienda tradicional leonesa. Ideas para entenderla, rehabilitarla y reedificarla, editado por el ILC (Instituto Leonés de Cultura). “Y yo aspiro a que este libro sea superado”, dice.

Callado tuvo primero una mirada. Los viajes con su tía, una persona “muy sociable” que por su trabajo tomaba contacto con todas las capas de la sociedad, le abrieron los ojos sobre la realidad rural. “Y como provengo de la ciudad, también tengo una capacidad de observación mayor sobre los pueblos. Me llamaban mucho la atención”, cuenta. Luego llegaron las lecturas en unos tiempos con menos bibliografía. Reivindicación leonesa de León, de Juan Pedro Aparicio, fue “un libro muy luminoso”. Y la obra de Julio Caro Baroja le puso sobre la pista. “Él sostiene que el elemento más ligado a la raíz de los pueblos es la vivienda porque es un producto reactivo que responde a de qué vive la familia, a cómo hereda y a qué trabajos desarrolla, a cómo se entiende la vida en comunidad. Mucho más que lengua, que ha ido cambiando mientras que hay en los pueblos elementos que no han cambiado”, contrapone.

Primero como veterinario y luego integrado en un laboratorio farmacéutico, fue aprovechando viajes de vuelta de semanas de trabajo para ampliar el foco, recorrer todo el noroeste, acumular datos e ir atando cabos hasta llegar a conclusiones. “Entonces en León se hablaba mucho de los reyes, pero a mí los reyes no me explican una regionalidad”, dice para rememorar cómo fue hallando un “elemento diferencial” que aborda primero a través de libros genéricos como La incógnita leonesa. Claves para entender las regionalidades emergentes (2001) y, tras participar en El mito de Tierra de Campos (2003) con Javier Pérez Gil y Juan José Sánchez Badiola, Qué es la cultura leonesa (2006). “Y ya ahí describía cosas relacionadas con la vivienda, no tan afinadas como ahora”, señala para fijar una frontera en 2005 hasta desechar las fotos anteriores por estar en papel y seleccionar a partir de entonces decenas de miles de imágenes ya en formato digital hasta ensamblar más de 1.200 en La vivienda tradicional leonesa.

Callado se pone ante un escenario singular: la provincia más montañosa y con mayor longitud de cauces de ríos y la séptima más extensa de España. La propia orografía determina la abundante disponibilidad de agua y la concentración del poblamiento hasta superar los 1.400 núcleos. Aun teniendo en cuenta que hay herramientas “transversales” en el diseño de las viviendas, defiende la tesis de que “la configuración de las casas es distinta” en la provincia de León: “El hecho de que en León la carga del peso de la casa, tanto de los forjados entre la planta baja y el primer piso como el tejado, vaya sobre las dos fachadas, la interior y la exterior, te crea una configuración diferente a lo que hay en Zamora, por ejemplo, donde los muros de carga son los medianiles”.

“La vivienda en León es una unidad productiva; una casa que produce de todo”, insiste el autor para ir explicando la aparición de especificidades que primero llaman la atención a ojos de un profano como la proliferación de los corredores, que “viene de la necesidad de separar del suelo la cosecha para que no se pudra”, un “fenómeno propio de la España húmeda” que se da también, aunque con otras “peculiaridades”, en Galicia, Asturias o Cantabria. La Revolución Industrial se dejó notar, con el desarrollo de la minería y el ferrocarril, en el “uso intensivo del hierro”, que se abarata y se extiende entre la población, la disponibilidad de cristal hasta permitir “hacer las ventanas más grandes” y el empleo de la teja y el ladrillo hasta dejar conjuntos patrimoniales como La Placa Ferroviaria en Ponferrada o La Recuelga en la cuenca del Sil. La segunda consecuencia entronca con la visión de la vivienda como unidad productiva: “Y donde hubo minería la parte agrícola no evoluciona (…). A la vaca berciana la mató la minería”.

El autor cuenta en su archivo con más de tres décadas de fotografías de vivienda tradicional leonesa. ¿Cómo serían las imágenes de poder remontarse en el tiempo al pasado? La estampa en los siglos XVIII y XIX sería de toda una provincia con construcciones techadas en paja, sustituida luego por teja (y en algunas zonas por pizarra) a medida que se abarataron los costes de los materiales y por efecto de incendios que destruyeron viviendas enteras. Y había pueblos “blancos”, añade Callado al enfatizar cómo en tierras como la comarca berciana las casas “estaban hace 200 años revocadas y encaladas” cuando hoy se asocia la piedra vista a una muestra de pureza de origen.

Ahora desde la perspectiva de la conservación y la rehabilitación, Javier Callado asienta varias premisas. “La vivienda heredada del abuelo, si no está un poco modificada, es invivible porque no reúne unas condiciones mínimas”, indica para apostar como alternativa por una “reedificación con toques de estilo”. “Lo que hace una casa tradicional es la imperfección”, advierte para hacer notar las “cicatrices” que dejan al descubierto una sucesión de etapas que evidencia el crecimiento de las construcciones. Y destierra la idea de que hay casos inabordables. “De pueblos que podrían ser un auténtico desastre se hacen maravillas. La potencialidad de un pueblo no está en lo que veas hoy, sino en lo que puedas hacer con él”.

Con ejemplos en positivo como Colinas del Campo de Martín Moro Toledano (Igüeña), San Cristóbal de Valdueza (Ponferrada), Tejerina (Prioro), Felechas (Boñar) o Santa María del Monte Cea, el autor reclama a las administraciones públicas “normativa y mucha divulgación” hasta “publicitar modelos de casas para que la gente copie ideas” para acompañar iniciativas privadas que han resultado estimulantes como la de los Premios Palacio de Canedo a la recuperación de la arquitectura tradicional en El Bierzo de la Fundación Prada a Tope

Callado ha puesto su parte: un libro que comenzó a forjar, todavía sin saberlo, cuando acompañaba a su tía por el rural, que orientó cuando leyó a Aparicio y Caro Baroja, que asentó cuando empezó a viajar y reflexionar y que sustanció en los últimos dos años y medio de escritura y selección de imágenes, aderezado con la maquetación y diseño de Francisco J. Iglesias y el papel del coordinador de Proyectos del ILC, Emilio Gancedo. “Ahora hay que digerir el esfuerzo”, admite el autor tras citar asignaturas pendientes como explicar fenómenos que se dan en Viforcos (Santa Colomba de Somoza) o Lucillo con la construcción de núcleos nuevos al margen de las construcciones originales de teito o la paradoja de que las pallozas gallegas y las casas de horcón cántabras subsistan fundamentalmente en la provincia. “Los leoneses”, concluye Callado, “somos conservadores de patrimonio”.

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