El diario inédito de un ‘maqui’ hallado en 1940 en la cueva leonesa que fue su refugio (I)
CAPÍTULO 1 — Las fuerzas de persecución de “los huidos” del monte descubrieron en una cueva cercana a Villamanín un cuaderno manuscrito por Emilio Suárez, oculto por la zona desde noviembre de 1937 hasta 1939. Uno de los escritos era el diario que reproducimos en cuatro entregas
Al hundirse definitivamente el Frente Norte con la derrota el 21 de octubre de 1937 de la Asturias republicana, muchos de los leales luchadores derrotados fueron hechos prisioneros o se entregaron a los vencedores, y otros tantos trataron de evitar, inútilmente muchas veces, ser apresados, poniéndose lejos del alcance de los golpistas represores.
De estos, no pocos volvieron a sus tierras intentando ocultarse y sobrevivir en ellas en bosques y escondrijos, cada cual por donde pudo. Ellos, los “huidos” o escapados (“fuxidos”), los después llamados “maquis”, sumados a los que ya se habían echado al monte desde el golpe militar de julio del 36 y el inicio de la guerra, serían el germen de lo que desde 1941 constituiría ya la guerrilla antifranquista. Sería esta el movimiento organizado de resistencia armada contra la dictadura, que duró, residualmente, hasta mediados los años sesenta, y que en algún periodo llegó a representar una seria amenaza para el régimen.
El autor del diario y el contexto
A mitad de junio de 1940, en el territorio en el que se mueve la Columna de Operaciones de Asturias era detenido “por hechos relacionados con el problema de los huidos” Emilio Suárez Suárez, apodado ‘Canela’, natural y vecino de Barrio de la Tercia (pedanía del municipio de Villamanín), de 37 años, soltero, jornalero del campo, huido que se había presentado a las autoridades en Pola de Lena el 28 de noviembre de 1939. Seis de sus hermanos (Jerónimo, Domingo, Rosa, Antonia, Juan y Ángel, residente este en Pola de Lena) eran considerados de izquierdas por los represores franquistas.
Era Emilio afiliado al partido Izquierda Republicana, de Manuel Azaña, y al sindicato UGT. Lo acusan de ser “propagandista de sus ideas”. Sorprendido por “el Movimiento Nacional” en su pueblo -declara él- e ingresado voluntario en el Batallón 250 Iskra, en el que abundaban los leoneses, herido en el frente de Oviedo y destinado más tarde a “un batallón rojo de santanderinos, en el que terminó la guerra”, desde la rendición de Asturias permaneció, con otros convecinos, escondido en el monte de su pueblo, así como también alguna temporada en su casa, con Prudencia, su madre, hasta la fecha de su presentación y entrega. Algunos familiares les facilitaban la comida en ese tiempo -añade-, y se alimentaban también de reses lanares que robaban en el monte, de las que les sobraba carne que bajaban para sus familias, aunque más tarde se desdice de este extremo.
En el proceso posterior contra él, fueron muchos los que informaron de que Emilio no tuvo actividad política destacada ni desempeñó cargo alguno, de que no participó en actos delictivos ni en requisas o saqueos, y de que, “aunque de izquierdas, es de buena o regular conducta y no peligroso socialmente”, según obra en su expediente. Así lo atestiguaron no pocos de sus vecinos (Santiago González, Simón Gómez, José ‘El Cantinero’, Amador González, Eliseo Fernández, y también José Vallejo, que habló con él en el monte y lo convenció para presentarse voluntariamente al día siguiente a las autoridades), la Guardia Civil, el alcalde Lorenzo Díez Alonso y hasta el jefe de FET-JONS de Villamanín.
El proceso judicial
Nada aporta el juez municipal sobre sus antecedentes penales, “por haber sido destruido por los marxistas el archivo”, y acuerda el teniente coronel de Caballería Lorenzo Pérez de Miguel, instructor del Sumario 217/42 iniciado en julio de 1940 por rebelión militar en el que se le procesa, su prisión atenuada el 14 de mayo de 1943. Al cabo de una semana resultó sobreseído provisionalmente por disposición de la Auditoría de Guerra de la 7ª Región Militar, con cuyo dictamen concuerdan al inicio de julio los integrantes del Consejo Supremo de Justicia Militar (Francisco Ruiz del Portal, que lo preside, y los consejeros Manuel Ruiz de Atauri, Ignacio de Llanderas Fraga, Pedro Topete Urrutia, y el apellidado Fernández de la Mora), al que se había elevado la Causa por disentir en la sentencia el Capitán General con su Auditor (José Bermejo Sanz).
Aparecen en la cueva los documentos
Se incoaba aquel sumario a raíz de que Pedro Melcón García, teniente del leonés Regimiento de Infantería de Montaña nº 31, al mando del Centro de Información de Villamanín, en junio de 1940 “hallaba en una cueva un diario, un discurso y otros escritos hechos por puño y letra de Emilio Suárez Suárez”, nuestro protagonista. De ello envió un informe a su superior, el capitán jefe del Centro de Información de la 1ª Agrupación del Sector Norte de la Zona Central, que desde Sena de Luna se aplicaba en la lucha contra “los huidos” formando parte de la Columna de Operaciones de León.
En la instrucción de dicho Sumario reconocía Emilio como suyo el cuaderno encontrado en el que había sido refugio de él y de algunos vecinos, uno más de los varios cobijos en los que se ocultaron. Y afirma que el discurso que incluye la libreta “lo copió de un periódico llamado Avance”. También declara que él “no se pasó a zona nacional por tener en la zona roja a su familia, evacuada de su pueblo, Barrio de la Tercia, por ordenarlo así la policía marxista”.
El cuaderno: un hallazgo sorprendente
Se trata de un cuaderno escolar, según muestra su portada, que se adjunta al referido Sumario 217/42 y se reproduce en este reportaje. En el frontal, roto en toda su parte derecha, además del repetido nombre de su dueño, aparece añadido más tarde y en tinta color malva: “Este en Barrio y tiene que presentarse todos los días”, lo que parece aludir a la prisión atenuada sufrida en 1943 en su pueblo por Emilio Suárez y a la obligación de comparecer diariamente ante alguna autoridad que aquella debió de llevar aparejada.
El cuaderno consta de 42 páginas en total, escritas casi todas por las dos caras con una cuidada caligrafía en tinta azul. Está incompleta por ambos lados la primera plana, roto también su lateral. Del citado número de hojas se dedican 19, hasta la 23, al propiamente dicho “diario de operaciones de los días en que se encontraba en la cueva huido en compañía de otros”. Así lo califican los represores que lo hallan. Pero en realidad es un relato muy detallado de su difícil, arriesgada y laboriosa supervivencia.
Un discurso y un relato
Las tres siguientes carillas recogen hasta la 25 el discurso aludido, en cuyo inicio aparece la fecha del 3 de marzo de 1939. Las siguientes, hasta la página 41, parecen ser la transcripción de un relato de título El dominio de la muerte, al que sigue la dedicatoria “A mi sobrino Luis. Mariano Sánchez de Enciso”, y que se inicia con “El salón de actos de la Casa del Pueblo ofrecía aspecto imponente…”. Desde el final de este relato hasta el de la libreta en el reverso de la página 42 se muestra un escrito de tres hojas de loa al Caudillo que arranca con “Amigos o Conocidos: Se sienten muy cerca los clarines de la Victoria, y nos encontramos a las puertas de la Paz…”, y que -este sí- por su texto y sus referencias a la presentación de credenciales por el mariscal Pétain como embajador de Francia ante el general Franco en Burgos el 24 de marzo de 1939 (había sido nombrado el día 2), parece ser copiado de alguna publicación de los sublevados de la referida fecha. Hasta aquí, el contenido del cuaderno, todo seguido y en el orden señalado.
El relato transcrito parece ser El dominio de la muerta, del periodista y escritor Mariano Sánchez de Enciso (1875-1932), una novela corta, exitosa como lo fue toda la literatura breve y popular de aquel periodo, y publicada en 1925 como el número 11 de la colección ‘Nuestra Novela’. La obra rozaría al menos formar parte de la novela social de la época, y por la trama de lo que en ella se narra y sus alusiones a movimientos sociales y luchas políticas y a las ideologías comunista y socialista sería de posesión prohibida y peligrosa en el territorio rebelde, lo que pudiera explicar haber sido transcrita en el cuaderno, tal vez para entretener tanto tiempo muerto en su refugio.
En cuanto al discurso que según su declaración Emilio Suárez habría copiado del diario Avance, desde luego la referida fecha del 3 de marzo de 1939 que encabeza el escrito, y su tenor, nada tienen que ver con el periódico socialista Avance editado en Oviedo hasta el 18 de julio de 1936 y en Gijón desde enero de 1937 hasta el 21 de octubre del mismo año, en que la ciudad es tomada por los sublevados.
Más allá de la existencia de otras publicaciones en la España gubernamental con idéntico título ‘Avance’ en el tiempo en que Emilio permaneció en el norte leal (el “Órgano del Primer Regimiento de Milicias Populares. Columna Mangada” en septiembre de 1936 en Navalperal de la Mata; el Semanario de la Juventud y “Órgano del Comité Regional de las Juventudes Socialistas Unificadas de Aragón” en abril de 1937 en Caspe; o el “Órgano de la 32 Brigada – 3ª División” en mayo del mismo año), parece más bien que la afirmación de Emilio Suárez tratara de evitar o aminorar el castigo que por tal discurso pudieran destinarle o acrecentarle, y que la arenga era de su propia cosecha, aunque el contenido no estaba avalado por la realidad histórica del momento, y tuviera que ver más bien con el espejismo del triunfo republicano que él y sus compañeros huidos creían cierto, por más que al inicio de aquel marzo de 1939 la historia cuadrara mejor con el alegato de alabanzas al general golpista y vencedor.
Pocas pistas
En el diario, anotado al hilo de lo que el autor y sus camaradas van viviendo, se cuida Emilio de incluir datos que pudieran resultarles comprometedores, y no aparece información alguna que los identifique, y tampoco de la zona y los montes en los que se refugian, el pueblo al que a veces se trasladan, ni las diferentes cuevas (“casas” las nombra a veces) en las que se ocultan.
Así y todo, creemos poder afirmar hoy que el pueblo sea el del autor y su familia, Barrio de la Tercia (ocupado, como otros de la zona, por las fuerzas franquistas el 20 de octubre de 1937), y los montes y las grutas los de la Collada de Cármenes cercanos a su pueblo y atravesados por la carretera (actual LE-312) que unía y une el pueblo de Villamanín con el de Cármenes.
Hemos optado por transcribir, incluyendo algún contexto importante, el diario de Emilio Suárez tal y como él lo fue anotando y como más tarde lo hallarían las fuerzas de persecución de la guerrilla en una de las cuevas que a él y a sus convecinos dio refugio. Para ello, sorteamos en primer lugar las lagunas que las dos primeras páginas estragadas del cuaderno crean en el relato, modificando mínimamente su personal sintaxis, y retocando en el texto -no poco-, la ortografía y la puntuación originales, únicamente en aras de hacerlo más inteligible.
También hemos decidido mantener los subrayados posteriores sobre el escrito: en color amarillo -en el original es subrayado rojo y son los más comprometedores- y en color azul -negro en el original-, realizados todos ellos por el juez militar instructor del Sumario. Con esos subrayados el magistrado señalaba datos con los que poder inculpar a su autor o a otros y creemos que aportan una información de mucha relevacia.
Únicamente añadimos por nuestra parte [entre corchetes], algunas mínimas notas cronológicas que enmarcan en su tiempo varias de las fechas del diario y sus anotaciones, e intercalamos también algunos títulos que puntualmente realzan pasajes, fechas y detalles de lo que el autor va describiendo en su diario. Por último, las fotografías procedentes de la Biblioteca Nacional de España (BNE), y la descripción de las mismas, fueron realizadas por los golpistas y su Delegación del Estado para Prensa y Propaganda, y hoy son de uso público.
El diario de Emilio Suárez Suárez
(21 de octubre de 1937 – 3 de marzo de 1939)
21 Octubre 1937. El día de la entrega de Asturias a los fascistas.
[La derrota]
[Los rebeldes conquistan Gijón y Avilés. Desaparece el Frente Norte]
Ya empezamos a padecer. Nos dio [un mando la noticia de] que se había que ir para casa. Todos tristes porque [ha triunfado] el fascismo, que era lo que más odiábamos.
Pero al fin todos pensamos ocultarnos de [los fascistas]. Muchos camaradas nos dirigimos a las Caldas. Desde allí cada cual pensó en lo que mejor nos convenía. [Yo miro si] encuentro otro camino más recto para seguir que el de venir a M[ieres]. Pero viendo que los fachis no llegan entodavía, me dirijo a (……). En dos días todo lo más llegan las primeras fuerzas. [Dicen que] han hecho instalar (colocar) el bando [de guerra]. Entraban muy suaves. [Algunos pensaban] entregarse, pero yo ver aquello no podía ser; antes [escapo]. [De entregarse] a esa gente, nos llevarían a luchar en [contra de los nuestros]. [Empiezo a pensar en] pasar para allá, y todo esto me ponía el camino [a seguir más claro].
[Fácil] no tenía ninguno; todos los veía cerrados, pero yo [pensaba] en nuestros hermanos que luchan por [la República], y en que les podía matar con mis tiros un hombre, [tan necesario] para la guerra y para el triunfo del pueblo que tanto [desea la derrota] del fascismo. Pensando todo esto, no podía ser entregarme. [Consideraba] que podía seguir de otra manera, y lo veía muy [claro]. [Aunque algunos] compañeros me decían “nos entregamos”, yo desde luego no [era de esa manera] de pensar, pero cada cuál puede seguir el camino [que desee]. Muchos de ellos me decían que por el monte nos cogerían, [pero yo] prefiero morir antes que verme en manos de los fascistas y que ellos me cojan. Pues por allí pasé unos días [hasta que llegó] el día.
[27 de octubre. Más vale no esperar a que vengan a por nosotros]
[Ese día me] encuentro con un compañero que pensaba lo mismo, y le pregunto “Camarada, ¿tú qué piensas hacer?” [Me dijo que] pasar el puerto [de Pajares] por el monte, porque [vale más que esperar a que vengan a por] nosotros, pero a mí me ha dado una vuelta (un vuelco) el [corazón] de alegría. Pues [aquel] compañero nos dijo que nos volviéramos [donde] la tropa, y que hubieran (habían) matado [a algunos], que no podíamos correr peligro.
Entonces nos dimos la vuelta, pero no dejamos de pensar en el camino; aguardaríamos al día 28, pero más no. Aquella noche dormimos en la Compañía, pero pensando en la forma en que podíamos pasar el puerto. Había que buscar un camino; si nos cogían allí los fachis nos sería peor que si nos cogieran por el monte; por este nos podríamos ocultar de ellos, pero allí no sería posible. También nos acordamos de la suerte de nuestros compañeros que ya estaban prisioneros de una gente sin conciencia.
[28 de octubre. La escapada]
[El Gobierno de la República anuncia el traslado, dos días después, de su sede de Valencia a Barcelona]
El día 28 por la mañana desayunamos y nos pusimos en camino, pero llegamos a un pueblo cerca y nos encontramos con otros dos que también querían traspasar el puerto. Nos dijeron que podíamos pasar el día allí, que sería mejor, y que uno de ellos sabía el camino y nos serviría de guía, que ellos no podían marchar hasta el día 29. En fin, que nos convencieron y nos quedamos.
Aquel día fue un poco más tranquilo que los anteriores, pues para mí ya se iba poniendo un poco mejor que los primeros días del dominio fachista; por lo menos teníamos compañía para pasar el puerto y un compañero sabía el camino que seguir. Pues ya podíamos ir por el monte, que era lo que nosotros sentíamos más seguro por mal que lo pasáramos, pero no nos meteríamos en manos del enemigo y habría salvación, porque en tierras de León no nos cogían tan fácilmente, pues les burlaríamos la vigilancia aunque fuera a fuerza de sacrificios. Para nosotros lo principal era no caer en manos de ellos (los fascistas). Lo demás, lo otro, todo lo damos por bien porque estamos acostumbrados a pasarlo mal. Bueno; en aquel pueblo pasamos el día 28.
[29 de octubre. Hombres prisioneros y mujeres rapadas]
El 29 nos disponemos a salir por la mañana antes de que fuera de día, pero uno de los cuatro dijo que no podía salir hasta las once, pero los demás salimos fuera del pueblo porque habrá falangistas que nos verían salir y nos podrían interceptar en el camino que íbamos a seguir. A pocos metros del pueblo esperamos a nuestro compañero entre unos castañales. Aunque no hacía frío, pero como era temprano y aún por encima había niebla y hacía algo de fresco, era preciso abrigarse algo hasta que saliera el sol. Allí estuvimos, viendo cómo pasaban los camiones para las cárceles de León y de Astorga y de otras partes, porque todos (los prisioneros) sería hasta imposible meterlos en esos dos puntos. Nosotros también pensamos en nuestra suerte, porque si nos cogían por el monte ya sabíamos lo que nos esperaba; pero había que tirar, porque igual nos era que nos cogieran por un lado que por otro.
Eran las diez y media y vimos subir al otro compañero. Se había adelantado media hora. Salimos bien dispuestos para seguir la empresa que divamos (íbamos) a empezar en aquel camino estreito (estrecho) que nos esperaba triste porque no sabíamos la suerte que podíamos tener ni la hora a la que podríamos llegar a tierras de León, porque allí se convertiría en mejor el camino y la gente y podríamos salvarnos mejor. Bueno, había que pasarlo fuera como fuera; si lo veíamos malo lo andaríamos de noche, pero se iba a arreglar, porque las hordas del fascismo hubieran (habían) subido el día 27 por el monte y aquel (este) día era tarde y ya no subirían, pero había que tirar para arriba fuera como fuera. Con vista y nada más; lo que fuera.
Pero no lejos de nosotros había un hombre en un prado; ya era de edad, y entonces uno de los nuestros dijo “hay que preguntarle a ver si vio algo”; entonces uno se adelantó y fue a preguntar, pero él le dijo que había salido muy temprano y que no hubiera (había) visto nada, y al mismo tiempo llegó la compañera de aquel hombre y nos dijo que había un cartel, puesto en el pueblo, que decía que subirían de tarde a cortar el pelo a las mujeres de izquierdas, pero que para el monte no había subido nadie, por lo menos por allí.
Pues como allí había una fuente nos pusimos a comer para seguir dispués (después) andando y pasar el puerto. Cuando salimos a nuestro camino parecía que todo se ponía a nuestro favor. Íbamos a tener buena suerte, pues para favorecernos se metió la niebla y ya podíamos andar libres, aunque teníamos que pasar por varios sitios y nos podían ver, así es que todo se nos ponía bien. Ya íbamos llegando muy bien arriba, pero tamién (también) llovía, y se sentía ya el frío del puerto, pero con los ánimos que llevamos aquel frío nada nos hacía, y nuestra idea era pasar el puerto a tierras de León fuera como fuera. Lo demás, todo se arreglaría.
[Continuará…]